viernes, 26 de marzo de 2010

Destacado analista político


Me causa tremenda gracia, cuando no hilaridad, el comprobar que en determinados medios de comunicación se produce casi siempre la siguiente cita para indicar la ‘profesión’ de fulano de tal: “destacado analista político”. Como en la actualidad llena un montón el haber realizado un máster en lo que sea, ignoro cuál –o cuáles, vete tú a saber– es el que alega como mérito el observador de turno. Destacado, que no sesudo. Porque no me negarán que cada uno resalta o pone de relieve una característica en el sentido y dirección convenientes. De tal suerte que lo mismo se enfatiza por arriba que por abajo. Y tengo la impresión, viendo el paño, que los tejedores dejan mucho que desear.
Casi todos ellos suelen coincidir con sujetos que abandonaron en su día formaciones políticas o sindicales y ahora son cualquier cosa menos objetivos en sus planteamientos. Ya sé que me estás echando en cara que yo pueda ser uno de ellos. Y te respondo marcándote la tarea de que busques en donde te apetezca, y cuando halles esos calificativos (destacado, analista) referidos a estas reflexiones mías en voz alta, ten la completa seguridad de que te invito a un almuerzo en Chipude. No alcanza este servidor tal categoría. Ni la reclama. Lo mío es más de andar por casa. Van los tiros a los que normalmente retirados de sus antiguos quehaceres, van de sobrados por la vida. Dando recetas que a todos nos gustaría pusieran ellos en práctica. De los que se jactan de no votar por sus antiguos correligionarios, porque son más de lo mismo. Ellos, por supuesto, quedan al margen y fuera de toda duda. Son los que no conceden ni un día de prueba.
Luego, cuando se cansan del juguete, o el juguete que los ha alentado y mantenido (léase, radio x, periódico y, o tele z) les da una patada en cierto sitio, lanzan exabruptos a diestro y siniestro. O acaban por fundar plataformas. Que al par de meses se encuentran diluidas cual azucarillos. ¿Cómo? Es “justo” lo que estoy pensando.
Estos destacados analistas políticos, generalmente, saben de todo. Son enciclopedias andantes. El libro gordo de Petete es mero cuadernillo de ejercicios ante sus fantochadas. Se han profesionalizado tanto que se los disputan los medios (y los cuartos). Vociferan, gesticulan, hacen aspavientos y se creen lo que dicen. Eso te crees tú. Conozco a uno, que ama a La Laguna sobre todas las cosas, que ha vivido desde hace décadas al socaire de determinados prebostes, que –caído en desgracia, puede que por sus excesos verbales– piensa vengarse en las próximas elecciones municipales, como decía mi abuela, ‘más que sea’ pactando con Clavijo. ¿Viera? Ojalá. No, Fernando. Y no tercero ni el santo.
Justo había llegado al punto y aparte anterior, cuando me llama Chano para preguntarme cuando voy a la radio. ¡Ah!, Chano es un viejo amigo, canalero como mi padre, que por lo visto se entretenía con mis comentarios en cierta emisora radiofónica. He intentado convencerlo para hacerle ver que es casi imposible reanudarlos. Porque las circunstancias han variado mucho. Y lo comprendió, tú.
No me digas que no sabes lo que es un canalero. Bueno, no te preocupes, te pondré en contacto con uno de estos destacados analistas y, a buen seguro, te sacará de dudas. No hay de qué. Es justo y necesario.

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