Allá por los
inicios del siglo XV La Gomera tenía un solo jefe aborigen: Amalahuige. A su
muerte la isla se divide en cuatro cantones: Mulagua, Agana, Ipalán y Orone. Es
hacia mitad del siglo mentado cuando la isla (de Señorío) pasa a las manos de
los Peraza-Herrera. Y en ese contexto, siendo Fernán Peraza (el Joven) Conde de
La Gomera, es cuando surge la figura del joven pastor Hautacuperche, paradigma
del hombre rebelde e indomable y amante de la libertad de su tierra y de los
suyos. Ahí tenemos la novela histórica de Manuel Mora Morales, y la más
idealizada de Juan del Río Ayala, en las que se narran los trágicos
acontecimientos, amén de los supuestos amoríos de Peraza con la joven y bella
Iballa…
En esa manía
de ‘juntar palabras que peguen’ surgen décimas, como estas dos que inserto a
continuación y que formarán parte de esa publicación que está a punto de ver la
luz (próximo día 28 en la Casa de la Cultura de Los Realejos):
Fernán Peraza de
Ayala
fue el Señor de La Gomera,
que siembra en tierra
señera
una semilla tan mala,
que por doquier ya se
instala
la rencilla y el
rencor;
vuelve a correr el
dolor
por barrancos y
quebradas,
se silba por las
lomadas
en
defensa del honor.
Se trama contra el
malvado
y se conspira en
secreto;
Hautacuperche, el
escueto,
como siempre,
ensimismado,
deja el discurso de
lado
y acomete en
solitario
finiquitar el
calvario:
en Guajedum ejecuta
al que causó la
disputa
con
un pueblo hospitalario.
Pero no es
intención de este breve post ahondar en los hechos históricos de tan lejanas
centurias, sino dedicar unas líneas a la visita del Grupo Folclórico
Hautacuperche a las tierras perdomeras en la Villa de La Orotava. Respondiendo
a la invitación de la Agrupación Folclórica de Higa, que en enero pasado se
había trasladado a la Villa para participar en las Fiestas en honor de San
Sebastián, Hautacuperche actuó en la sala Francisco Álvarez Abrante el viernes
por la noche en un festival organizado con motivo de las fiestas patronales
(San Jerónimo y la Virgen del Rosario), en el que asimismo intervino la
parranda realejera Chiguet.
Lo más
‘importante’, sin embargo, vino el sábado (1 de octubre), porque en el local
social de la A.F. de Higa, sito en La Marzagana, tuvo lugar una comida de
confraternidad, de esas que el grupo de Benito sabe preparar con buen vino de
Higa (del Ratiño en la presente ocasión, y que bien se encargó de repartir el
compadre) y la parrillada de rigor. Y como uno también estuvo por allí de
confianzudo, puede dar fe de que la tripa salió contenta, amén de la amena
charla hasta, como siempre, las tantas. Hizo acto de presencia, asimismo, el
alcalde villero, Isaac Valencia, quien dio buena cuenta de unos buenos cachos
de carne, bien regados con el tinto antes aludido. Aunque, obviamente, el
principal catador del ‘zumo de la uva’ fue, como siempre, el entrañable amigo
Antonillo, con el que repasamos varias anécdotas de esos viajes con Higa en los
que hemos coincidido.
Creo que
todos quedamos contentos, y un servidor es probable que más, porque de los
lectores es bien sabido la debilidad que siento por esa isla. Unas letras
impresas se fueron para allá, y como siempre manifiesto, ojalá pueda escuchar
algún día varios renglones musicados. Espero que la alegría que se vivió en el
remozado secadero no haya sido flor de un día. A Ernestina, la presi, se la
veía feliz y contenta, tanto que alabó la espontaneidad y campechanería del
alcalde villero, algo que echaba en falta en otros lugares.
Ayer domingo,
con algo de resaca por llevar alejado una buena temporada de tenderetes tales,
me puse a recapacitar, y, amén de rescatar estas otras dos décimas dedicadas a
esa tierra que tuve la dicha de visitar por vez primera en el verano de 1962,
recordé otra copla que, casualidades o no, volví a escuchar esa noche del
sábado, en la voz de Idaira Trujillo (Jóvenes Cantadores) y en una de las
tantas repeticiones de La Bodega de Julián: Al Cielo sube el cantar / del
canario esperanzado /en ver su sueño alcanzado: / las islas unió la mar, / las
distancias se han borrado.
Eso, como se
han borrado las distancias, si les place, démonos otro salto:
Que me puede La Gomera
es de todos bien
sabido;
por ella va mi
silbido,
y a toda la isla
entera
–desde El Cabrito a
Alojera,
de La Rajita a Las Rosas–,
cual vuelo de
mariposas,
mis versos a ella
brindo
por ser panorama
lindo
como
fragancia de rosas.
Por El Cedro
sumergirte
es algo sin parangón,
pues tienes la
sensación
de en la selva
introducirte.
Te invito a la isla
irte
a recorrer sus
caminos;
de paso escuchar los
trinos
de pajarillos
cantores,
cuyos silbos son
primores,
igual
que los buenos vinos.
Bueno, hasta mañana. Sean felices.
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