El espinoso asunto de la "libreta
contable" del tal Bárcenas, ex senador y ex tesorero del Partido Popular,
ha puesto de manifiesto que la llamada clase política española y, por extensión
la canaria, está toda pringada hasta el cuello. Así mismito lo leí ayer en
un artículo publicado en un periódico de estas Islas Canarias. Y no, alegrías
así, no. Por muy exacerbado que sea nuestro sentimiento ante la situación
vergonzante que atravesamos, no ha lugar a la generalización sin fundamento. No
aprendemos y lo fácil es meter a todos en el mismo saco. Sean políticos,
médicos o maestros de escuela. No “todos” están pringados hasta el cuello como
sostiene el comentarista. Ni mucho menos. Y ojalá salgan a la luz todos los
casos que puedan haber pendientes. Sería una excelente noticia. Para que la
regeneración sea completa y efectiva. Pero no vale, insisto, lo del todos
iguales, aunque el corazón nos lo dicte en reiteradas ocasiones.
El que en San
Juan de la Rambla
se vaya a producir el próximo lunes un acontecimiento que dejará para siempre
marcado a un concejal del Partido Popular, no es motivo suficiente para
propagar que todos los militantes de ese partido sean de igual calaña. Incluso
puede que estén tan compungidos como nosotros, pero que su obediencia y disciplina
–como en la mayoría de formaciones políticas– los coloca en una difícil
tesitura. Espero y deseo que el nuevo alcalde (cuán largo me lo fiais) sepa
valorar la donación de la ciudadana Isabel de Luis, a la que le honra la
entrega de un inmueble para la ubicación de un centro de mayores. Y no se les
ocurra, mero ejemplo, a estos lumbreras –perdón, quise escribir nuevos
inquilinos consistoriales con poderes decisorios– destinarlo a una carnicería.
Insisto, verbigracia.
Manuel
Fernández, un herreño –también popular él– que lleva en política tanto tiempo (parecido
al de Rosa Díez, treinta años dando brincos y ahora pretende ser adalid de la
regeneración; guárdame un cachorro y arráyate dos millos) que ya ha sido capaz
de ir ubicando adecuadamente a la descendencia, tampoco aprende. Es más, se
jacta de pasarse por el forro las normas que su propio partido nos exige al
resto de mortales. A él no le es necesario el certificado de residencia porque
su inmortalidad lo equipara al rey Armiche, con residencia en Los Roques de
Salmor.
No aprende,
tampoco, el primer teniente de alcalde lagunero (nunca se había visto en otra),
el socialista Javier Abreu. Tanto se disparató con el chorro de agua en el pozo
de Las Mercedes, que trastocó todas las medidas de capacidad (léase pipas) y al
final de su intervención nos quedamos en treinta y dos y medio. No me aclaré si
los 480 litros
(algo menos de medio metro cúbico) era un lindo chorro o un chijito apenas. Espero, no obstante, que
su valoración acerca de la posibilidad de abastecer a unos veinte mil
habitantes sea completamente certera. Y que no se seque el susodicho para que
los laguneros puedan ver, en un futuro próximo, disminuida la factura.
Aunque en
este fin de semana lo que me apetecía es dedicar unas líneas a la gala de elección
de la reina del carnaval santacrucero. En la que se estuvo a punto de
reproducir el lamentable accidente acaecido no ha tanto en Valsequillo, Gran
Canaria Cuando la celebración del perro maldito concluyó en tragedia. De ahí el
titular: no aprendemos. Jugamos con fuego, y nunca más adecuada y pertinente la
expresión. Reunimos a millares de personas y no somos capaces de prever que
cualquier chispa puede llevarnos a una catástrofe de inimaginables
consecuencias. Aparte de la animalada que significa el tirar de tales carretas
(y mis respetos a las novillas; a los arrastres me remito), a nadie se le pasó
por la cabeza que los fuegos de artificio (por muy fríos que los quieran
mentar) eran, potencialmente, un cóctel explosivo. Sí, ya sé que me van a
contestar que hay hechos imprevisibles. Pero son tantos los que cobran por
eventos (ya salió la palabreja) de este tipo, o similares, que te apena el que
tan dispuestos estén a la hora de cobrar y no muestren tanta diligencia al
momento de planificar.
Me entristece
mucho más el comprobar que el día siguiente (ayer) primaba el comentario acerca de la agilidad, o no, de la gala, de
lo acertado, o no, de la dirección de la
misma, del sistema de votación, de los trajes (es un decir) de las candidatas y
otras nimiedades de mayor o menor porte. Mientras, una joven continuaba
hospitalizada y afectada por graves quemaduras en diversas partes de su cuerpo.
Las llamas alcanzaron los diez metros, titular para vender exclusivas y surgido
de los propios actores del hecho reseñado. Que no dudan en acudir a las
‘telecinco’ de turno para disparar mierda con la que untarse bien. Luego,
cuando se comprobó la verdadera dimensión del trance y hubo de ser trasladada a
Sevilla, todo se tornó adhesiones y las frases hechas proliferaron en las redes
sociales. En unos días, sea cual sea el desenlace, volveremos a correr tupido
velo y la falsedad seguirá haciendo acto de presencia.
En fin, no
aprendemos. Y las colas para adquirir las entradas de las galas (creo que bate
récords la Drag Queen
de Las Palmas) son de tal calibre que hay elementos (qué fauna) que son capaces
de estar en ella dos noches (qué zoológicos más monos). En fin, otra vez, no
aprendemos. Viva la crisis.
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