jueves, 7 de febrero de 2013

Un lustro

Hoy es jueves 7 de febrero. Y hace cinco años en que otro jueves (de carnaval) venía al mundo la primera nieta. Dicen que se nos nota, que se nos pone cara de abuelo, que nos volvemos laxos, que dejamos hacer lo que como padres no estuvimos dispuestos a consentir… ¿Y qué culpa tengo yo de que tú no puedas hacerlo? A llorar a la plaza, que se decía tiempos atrás.
Ayer mismo, en un duelo –lugar de bastantes horas de cháchara; sí, hombre, conversa con amplísimo temario–, comentaba algo del particular con otros del gremio. La casuística es variopinta. Y la impertinente crisis ha hecho proliferar el conjunto de vaivenes que conforman el abanico.
En esta familia no nos podemos quejar. Vamos escapando. Y cuando Emma corre –apenas camina– por aulas, pasillos y patios de un colegio PÚBLICO en La Guancha, cuando ejercita en cada instante sus excelentes aptitudes para la Comunicación y las Relaciones Públicas, recordé cuando la familia se trasladó a la Villa de Ingenio. Fue el 7 de febrero de 2009 (un sábado). Para asistir a una ceremonia entrañable en la Casa de Postas de aquella población grancanaria. Y de la que aún crece en casa un árbol que de allá trajimos.
Me apetece rescatar estas décimas que leyó un emocionado alcalde, mientras los oyentes conteníamos a duras penas las lágrimas. Algunos, otros no pudieron siquiera disimular. Por supuesto, también nos tornamos sentimentales. Y a mucha honra. Se titularon: Bienvenida, ciudadana. Y estas son:
Un jueves de carnaval,
hace un año justamente,
llegaste tranquilamente.
Por entonces don carnal
alcanzaba su final,
pero Emma disfrazó,
desde que un dedo movió,
la vida de mucha gente,
hasta el instante presente
que en Ingenio nos citó.
En este cumple primero,
hemos querido temprano
venir hasta un pueblo hermano,
para en abrazo sincero,
este siete de febrero
pregonar en noble Villa
–dilo tú, o mejor, chilla–
que bienvenida aquí eres
y ojalá siempre tuvieres
una acogida sencilla.
Mis elogios, ciudadana,
te toca tejer futuro,
pues sólo bregando duro
el respeto bien se gana.
Igualdad para el mañana
y libertad de horizonte,
que desde el mar hasta el monte
haya concordia y entente,
para que siempre la gente
con optimismo lo afronte.
Desde La Guancha llegamos,
todos hechos una piña,
a presentar nuestra niña.
Como esta tarde nos vamos,
aquí en Ingenio dejamos
nuestro reconocimiento,
junto a los ecos del viento
que desde El Teide trajimos
y en estos lares fundimos
con profundo sentimiento.
Lamento no haber podido
de algún rato disponer,
pero ha sido menester
dar anoche buen zumbido.
Y es que he estado entretenido
en trabajo más prosaico,
sin pensar que “mi mosaico”
se merece mejor trato
y no este verso barato,
recurso más bien arcaico.
Con la décima he plasmado
el cariño de un abuelo,
que se queda medio lelo
cuando Emma justo al lado
–y yo medio adormilado–,
una siesta nos echamos.
Después nos regocijamos
con vídeos de Pocoyó.
¡Qué más puedo pedir yo
si con la nieta flipamos!
Me temo que en el próximo mes de junio me tendré que inventar algo, no sea que Leo, que apareció –más bien se adelantó– allá por San Juan, me reclame lo suyo. Ya se verá.
Feliz cumpleaños, Emma.

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