En la
madrugada del 21 de febrero de 1813,
a las 81 años de edad, falleció don José de Viera y
Clavijo en Las Palmas de Gran Canaria. Había nacido en este pueblo realejero el
28 de diciembre de 1731. Por lo tanto, vaya obviedad, hoy se cumplen doscientos
años de su óbito. Por tal motivo se ha elaborado una extensa programación que
se va a desarrollar a lo largo de este año. De la misma cuentas con debida
información en las diferentes webs municipales y en los medios de comunicación
tradicionales.
Hace dos días
estuve en el ayuntamiento –fui a sacar un certificado de residencia para viajes;
ya sabes lo sacrificada que es esta vida de jubilado con esto de Mundo Senior,
si Orizonia y Orbest nos dejan– y tuve la oportunidad de intercambiar unas
palabras al respecto con el concejal de cultura. Le comenté, amén de la
felicitación por la cantidad de actos a realizar, la asignatura pendiente: la
adquisición de la casa natal del polígrafo y su posterior conversión en museo.
Bueno, y algo más, también aludimos a la posibilidad, ya planteada en tiempos
pretéritos, de trasladar sus restos a su villa natal. Algo que a los tres
segundos estábamos descartando. Baste pensar que Viera apenas vivió unos días en
el Realejo del entonces, mientras que en la capital grancanaria, ciudad en la
que se asentó tras su regreso de la Península cuando contaba con 53 años, no solo
vivió hasta el momento de su muerte, sino que en ella desarrolló una ingente y
fecunda labor cultural.
Me daré un
salto esta tarde-noche hasta la plaza que lleva su nombre para asistir al
estreno de una obra compuesta por el amigo Jesús Agomar González Guillama, y
que contará con la participación de músicos de las dos agrupaciones existentes
en el municipio. Lo mismo voy un fisco antes y me alongo a la puerta de la
iglesia para escuchar cómo la coral Cantares pone las consabidas notas en el
funeral que allí tendrá lugar. Con el pertinente respeto, declaro que no son
ese tipo de hechos, llamémosles institucionales, los que concitan mi interés.
No sé si es por el lugar o tal vez porque las invitaciones que te cursan –mi
agradecimiento al protocolo del consistorio– ponen la coletilla de ‘traje
oscuro’.
Inmerso en la
singular manía de pretender poner en verso (el clásico, el de toda la vida)
cualquier acontecer que me llame la atención, me sumé asimismo a la efeméride y
quedaron plasmadas en el disco duro estas letras: Décimas del segundo
centenario (un total de veinte, que hacen un repaso de su trayectoria), Romance
del ilustre desconocido (una semblanza histórica) y Sonetos a Viera (uno de los
cuales ya fue publicado en ‘Sodero’).
Es mi
intención darlos a conocer la próxima semana. Aunque creas que pueda ir de
farol, el mantenimiento del blog requiere igualmente cierta planificación. Y
las entradas de mañana viernes y la del próximo lunes ya me rondan el magín. No
obstante, para que no te quedes con las ganas –qué iluso sigue siendo el tío–,
van estos fragmentos a manera de adelanto. Te recuerdo que los comentarios
están abiertos. Solo pido respeto y buenas maneras. ¡Ah!, y la lista de
seguidores se estancó tiempo ha, y no hay manera. Menéala un fisco (la lista,
claro). Va el aperitivo:
Una décima
(la primera)
El segundo centenario
de su muerte
celebramos,
así que nos aprestamos
a honrarte, genial
canario.
En un viaje imaginario,
que libremente yo
elijo
–y por lo tanto me
exijo–,
comentaré la andadura
de quien fue genio y
figura:
José de Viera y Clavijo.
El inicio del
romance:
Sumemos al romancero
los hechos del
ilustrado
que a este pueblo del
Realejo
mayor fama le ha brindado.
El veintiocho de
diciembre,
un día muy señalado,
de aquel año treinta y
uno,
el hijo del escribano
se nos asoma a este
mundo,
aunque algo delicado,
en el siglo de las
luces,
así por todos llamado.
Hasta mañana.
¿Cómo? ¿El debate sobre el estado de la nación? Ya se verá.
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