Jueves, 13-02-25
Sí, con las cartas marcadas / sigue jugando el pepé, / una cuestión que se ve / en
diferentes jugadas. / Resoluciones sesgadas / de estamentos judiciales /
parecen no ser casuales; / difundidas previamente / denotan que hay mucha gente
/ con acuerdos especiales.
Si no es trato de favor / el que a un señor se dispensa /
por tener la suerte inmensa / de formar nido de amor / con la lengüina mayor /
de todo el Madrid castizo / en un elegante piso, / que me expliquen el retraso
/ en la instrucción de este caso / por defraudar cual chorizo.
¿Dilaciones indebidas / o retrasos a conciencia?, / pues no
entiendo la secuencia / de estas idas y venidas. / Da la impresión que tejidas
/ en la sede de un partido, / do algunos de pecho henchido / se jactan de
compadreos / y con tales bamboleos / va este mundo bien servido.
Ya van cuatro citaciones / sin haber declaración, / parece
más vacilón / con olor a absoluciones. / En las condecoraciones / de Ayuso en
el futuro, / esta jueza, de seguro, / se llevará una medalla, / por ser esa
fiel vasalla / que la libró de un apuro.
Viernes, 14-02-25
Huele mucho a prescripción / cómo se instruye un sumario, /
pues no tiene de ordinario / ni una simple citación. / De hace un tiempo la
impresión / de dos varas de medir / y elegirla va a influir / en ir rápido o
despacio, / ser diligente o reacio, / atorar o destupir.
Sin recato ni vergüenza / se paralizan acciones, / pues
juegan las dilaciones / en favor de la defensa. / Se tiene la suerte inmensa, /
según baile algún togado, / de ver camino allanado / sin que el fondo se
ahonde, / casualidad que responde / siempre a los del mismo lado.
Disminuye la confianza / a pasos agigantados, / proliferan
los enfados / y se inclina la balanza. / No basta con la templanza / ante
hechos tan chirriantes, / pues aumentan los desplantes / con parciales decisiones;
/ son demasiados botones / en nada ejemplarizantes.
Se va la imparcialidad / a tomar el viento fresco, / por el
desvío burlesco, / rayano la vacuidad. / Tremenda deslealtad / a quienes son
ejemplares / ─dejando al
margen pensares / muy lícitos, por supuesto─ / en su quehacer muy honesto / sin salidas estelares.
En la justicia no debe / lucir aquel que la imparte: / a un
lado debes echarte, / pon tu labor de relieve. / Aquí lo que se promueve / es
aplicar bien las leyes, / pues ustedes no son reyes / en altos tronos aupados,
/ que tratan administrados / cual borregos de sus greyes.
A modo de conclusión:
Si los maestros deben ser modelos ante sus alumnos –no
conozco a uno que le haya indicado a sus discípulos que fumar es malo con un
cigarrillo en la boca–, si el periodista no puede erigirse en protagonista de
la noticia, si el objetivo del médico es sanar a los enfermos y no enviarlos al
otro barrio, ¿por qué no se puede aplicar esta medicina a los jueces? ¿Será
porque el minuto de gloria les puede? Lo mismo sí.
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