martes, 15 de diciembre de 2009

Clara Marrero

Clara Marrero, portuense, maestra, directora de la Escuela Normal, da nombre a un centro educativo sito en La Vera. Y en este husmear en la prensa de años idos uno se encuentra:
Diario del Norte (Puerto de la Cruz, 6-enero-1908, año I, número 1, página 2), el mismo día en que hace su presentación, nos ofrece una sentida necrológica. Ésta es su transcripción literal:
“El 31 de Diciembre (1907) dejó de existir esta afable y querida señorita. En la plenitud de la vida, cuando todo le sonreía, cuando un horizonte refulgente guiaba sus pasos, la muerte, implacable, destruyó para siempre el noble ideal que acariciaba su fecunda inteligencia; la infausta noticia cundió rápidamente en este Puerto, y el sentimiento general se manifestó con ostensibles caracteres.
Su biografía honra su memoria. Nació la señorita Clara Marrero el nueve de Mayo de 1880; contaba, pues, 27 años de edad.
Desde la infancia demostró talento claro y amor al estudio; siguió la carrera del Magisterio; en 20 de Mayo de 1898, tomó el título de Maestra superior con la calificación de sobresaliente en los ejercicios de reválida; seguidamente se puso al frente de la escuela gratuita establecida en esta población y obtuvo durante cuatro años que la regentó brillantes resultados en los exámenes; al instalarse la Escuela Normal elemental de Maestras en la ciudad de La Laguna, fue nombrada Profesora provisional, de cuyo cargo se posesionó en 20 de Octubre de 1902, y desempeñó en ella la secretaría además de su cátedra; posteriormente, un año después, en 17 de Octubre de 1903, se le confirió la Dirección del establecimiento, que ejerció con tacto exquisito, haciendo observar la más escrupulosa disciplina, y valiéndole su gestión el aplauso de todos los amantes de la enseñanza.
Elevado aquel Centro docente a la categoría de superior, sus relevantes condiciones y aptitudes le conquistaron el honor de que el Gobierno la designara de nuevo para Directora, alto cargo del que se posesionó en 30 de Septiembre último y que desempeñó bien y fielmente. En la organización material de la Escuela demostró continuamente atildada exquisitez, hasta el punto de sacrificar un peculio particular para su mayor ilustre.
Sus discípulas la veneraban porque el método de enseñanza que tenía dotado era fructífero y porque el bondadoso carácter que la distinguía la hacía simpática á cuantos compartían con ella. Era modelo de virtud, cariñosa hija, amante hermana, y, en una palabra, digno ejemplar de mujer fiel cumplidora del deber, que, aparentemente, supo imponer su bondad á los sufrimientos morales que la venalidad de la intriga venía minando su existencia. Hasta el último momento conservó su inteligencia, dando pruebas de extraordinaria resignación.
Hondo pesar ha producido su muerte; sirva esto de lenitivo á su atribulada familia en tan acerbo dolor, y aunque hay heridas que laceran el corazón y no se cicatrizan fácilmente, reciban sus deudos, su afligido padre, don Agustín Marrero, y su tío, D. Pablo Marrero, conocido profesor de instrucción primaria de este Puerto, la expresión sincera de nuestra condolencia.
La conducción del cadáver al Cementerio de la malograda señorita, se verificó el día primero del actual mes á las once de la mañana; fue una imponente manifestación de duelo de todas las clases sociales; sobre el féretro, llevado á hombros por incontables jóvenes y viejos, lucían infinidad de lujosas coronas, entre las que recordamos, una de sus padres, otra de sus tíos, una de la señora doña Luisa Wildpret y la del Claustro de la Escuela Normal, que si bien no tuvo representación oficial en el fúnebre acto, envió aquella ofrenda á la memoria de su Directora; las cintas las llevaban amigos íntimos de la familia; el cortejo iba presidido por el Sr. Alcalde, don Melchor Luz, el padre, tío y parientes de la finada, concejales del Ayuntamiento, presidentes de las sociedades y otras personas con carácter oficial”.
De ella escribió “Alfredo Fuentes” (seudónimo de Francisco Dorta y Jacinto del Castillo) en su libro “Mujeres del Valle” (Orotava. Imprenta Herreros. 1922):
De espíritu liberal y amplio, de inteligencia sin prejuicios, cultivada con esmero, de sólida y brillante ilustración, tiende la vista hacia lo futuro y cree que la mujer, en vez de humillarse y aceptar eternamente el papel secundario y ornamental que se le ha conferido en la sociedad gastada, pueril y frívola de nuestros días, debe romper el círculo de hielo y hierro que la rodea, lanzándose a nuevas orientaciones que la hagan sobresalir entre la ignorancia con barniz y ser respetada y elevada por la cultura ganada con noble anhelo y en trabajo verdadero y positivo, que no es el ligero mariposear de las señoritas sin apego al estudio.
(...) Clara Marrero pagó en edad temprana su tributo a la muerte, precisamente cuando el porvenir se le presentaba sonriente y lisonjero; cuando iba en camino de escalar los más altos puestos del Magisterio español por su trabajo y por su ilustración.
El ya citado periódico (Diario del Norte, Puerto de la Cruz, 7-febrero-1908, año I, número 29, página 2), copia de El Magisterio Canario la información de la celebración en la Parroquia de la Concepción lagunera de una solemne función religiosa. Que había sido anunciada el día anterior a la celebración (Diario del Norte, Puerto de la Cruz, 29-enero-1908, año I, número 21, página 2). Y que, antes de copiar la reseña precitada, informa de que los funerales celebrados en aquella parroquia, en sufragio de la que fue digna Directora de la Escuela Normal Superior de Maestras, Srta. Clara Marrero, hija de este Puerto, estuvieron muy concurridos (Diario del Norte, Puerto de la Cruz, 31-enero-1908, año I, número 23, página 2).
En el centro de la nave mayor se había levantado severo catafalco, y la misa de requiem, con vestuario, fue cantada con toda solemnidad. Durante el acto, en otros altares celebrábanse misas rezadas en sufragio del alma de la infortunada profesora de la Normal.
Entre la concurrencia, bastante numerosa, prueba inequívoca de las generales simpatías con que contaba la Srta. Clara Marrero, el Director del Instituto provincial y técnico (Adolfo Cabrera Pinto) y el Claustro de la Escuela Normal, al frente del cual se hallaba su Directora, Doña Laura Guillén de la Puerta, y las profesoras Dª. Amalia y Dª. Cecilia Rivas y Dª. Dolores Martín.
Descanse en paz la finada y reiteramos á su apreciable familia nuestro sentido pésame.
Se le tributa sentido recuerdo en el acto de apertura del curso 1908-1909 en la Escuela Normal superior de maestras de La Laguna, según se contiene en la información del periódico santacrucero La Opinión (Santa Cruz de Tenerife, 5-octubre-1908, número 4.835, página 2), copiada del lagunero Noticiero Canario.

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