Revolviendo
en ‘papeles viejos’ he hallado una copia del periódico independiente El Memorándum, el número 1055 (año
XVI), correspondiente al 30 de abril de 1889, ejemplar que no se encuentra
digitalizado en Jable, para mi desgracia, pero que aprovecho, y copio, la
reseña que del mismo se hace en esa web de la Universidad de Las Palmas:
Apareció bajo la dirección de José Manuel
Pulido como órgano oficial del Partido Republicano de Tenerife.
Criptorrepublicano en los primeros años de la restauración, lo que no quiere
decir ajeno a las polémicas con los órganos monárquicos, sus correligionarios
de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava y Santa Cruz de La Palma
decidieron salir, poco a poco, del anonimato en la primavera de 1879 para
adherirse a la reciente circular de abril elevada por el periódico madrileño
"El Tribuno" a todos los demócratas del Estado. Luego, tras el acceso
de Sagasta al poder y, más aún, desde la promulgación de la permisiva ley de
imprenta de 1883, actuó abiertamente como órgano oficial del Partido
Republicano de Tenerife, en cuya cúspide figuraban los ya históricos José
Suárez Guerra, Miguel Villalba Hervás y José Manuel Pulido, suscribiendo con
posterioridad todos los llamamientos de la prensa demócrata de Madrid. Con una
línea editorial esencialmente pragmática, a remedo de la emprendida años atrás
por "La Federación", lo que le ocasionó más de un encontronazo con
periódicos tinerfeños de ideología afín, prolongó su trayectoria hasta 1895
ocupando un lugar de privilegio, al calor del fuerte enraizamiento del
republicanismo en Santa Cruz, en el panorama periodístico de Tenerife.
En el
ejemplar citado en el primer párrafo se inserta una curiosa crónica, a manera
de diálogo imaginario, en la que se resalta la figura de doña Rosario Oramas.
Sin más, la transcribo (tal cual el original, no se asusten si atisban alguna
falta de ortografía). Espero que, al menos, algo signifique para los amigos
rambleros. Decía así:
DOÑA
ROSARIO ORAMAS
–¿Y dice V.
que este pueblo es San Juan de la Rambla?
–Si, señor,
así le llaman.
–Pues bien,
ya que he admirado sus agrestes barrancos y sus imponentes montañas que se
alzan al cielo sobre alfombras de verdura, ceñido el cuerpo por vistosa túnica
de cañaverales y platanares, desnuda la cabeza, calva de vegetación, como
rindiendo homenage al Dios de las alturas imponiendo respeto al transeunte;
mientras descansa el tiro del carruage, bien necesitado de reposo después de
tan larga jornada, recorreremos el pueblo, aprovechando yo el conocimiento que
tiene V. de la localidad, para mis anotaciones.
–Acompañaré á
V. con mucho gusto y le suministraré cuantas noticias sepa y V. desee; pero le
advierto que poco hallará digno de anotar.
–Ante todo,
digame V. ¿se ha padecido aquí recientemente alguna epidemia? Veo muchas gentes
de luto; ya en la carretera, en el trayecto de un kilómetro de la población, convertido
á lo que parece en paseo, vi dos grupos de jóvenes, algunas bellisimas,
vestidas de negro: por ahí acaban da pasar algunas niñas también enlutadas y
las que están en las ventanas de aquellas dos casas visten el mismo trage. O es
hábito ó algun contagio ha llevado hace poco á la tumba madres, hermanas...
–Ni es
hábito, ni ha habido aquí epidemia recientemente ni nunca, en buena hora lo
diga. Sin embargo, es como si hubieran pasado á mejor vida muchas madres y
muchas hermanas. Hace quince días ha muerto la madre de los pobres, la hermana
de todos; ella enjugó muchas lágrimas, alivió muchas desgracias y prodigó
muchos consuelos. Su casa era casa de beneficencia para el que necesitaba los
auxilios de la caridad; fonda para el forastero; punto de reunion para todos.
Por eso tantos lutos, sin que varias de las que lo llevan tuvieran mas lazos de
union con la finada que los que unen á las almas generosas; los de la gratitud
ó la admiracion.
–Sería muy
rica esa señora.
–La principal
riqueza para al bien, es el deseo de hacerlo. Poseyó una mediana fortuna: aquí
pasó por rica; pero murió casi pobre. A vivir cinco años más, no tiene otra
propiedad queda que á todos nos está reservada en el cementerio. En socorrer
necesidades privadas o en hacer donativos en favor del interés público,
consumió la mayor parte de su patrimonio. No aspiró a la gloria póstuma; fué
avara de las hermosas satisfacciones que produce al espíritu ver y saborear
el fruto de las buenas obras.
(continaremos mañana)
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