Que la fiesta
de hoy quede grabada en vuestras inocentes imaginaciones para no olvidar que el
cuidar el arbolado es una acción digna de elogios y que lleva el premio en
sí... A sembrar cada uno el arbolito que se le designe y a cuidarlo después con
cariño, para que dentro de poco tiempo, al ver sus ramas frondosas y su
crecimiento arrogante, digáis, con orgullo: Ese árbol tan hermoso lo planté y
cuidé yo... Luego, he ayudado a hermosear a mi pueblo y a desaparecer del hogar
de mis padres la negra amenaza de la sequía... Yo soy un niño bueno y cuando sea
mayor he de ser un buen ciudadano...
A las niñas,
también, les corresponde desempeñar un gran papel en esta empresa. Precisamente
por ser hembras –la mujer tiene un alma más sensible y delicada que el hombre– está
a su cargo la parte romántica, la parte sentimental de la obra.
Ellas son las
llamadas a inculcar en sus hermanos, en sus amigos, en sus novios y en sus
esposos cuando sean mayores, este amor a la belleza del arbolado. ¡Tal vez lo
que no pueda convencer el rudo entendimiento del labriego, lo pueda el consejo,
el ruego, la dulce persuasión de la hermana, de la hija o de la esposa!
Y todos,
niños y niñas, grandes y pequeños, maestros, autoridades y particulares, no
debemos desmayar en esta obra que se ha iniciado hoy, y seguir perseverantemente
en el loable empeño, hasta que llegue el día en que digamos en una exaltación
mística de fraternidad, como el Santo de Asís: ¡Hermano Árbol!... Entonces es
cuando podemos dar por terminada la gran obra».
Y también
tenemos verdadera complacencia en publicar La Balada de la niña y el limonero, la inspirada y
bella composición poética del Sr. Galán Hernández, que leyó en el ya repetido
acto la niña América Hernández, y que debieran leer muchas niñas y niños, y
¡muchos grandes!, que la enseñanza que encierra es de las que encajan en los
cerebros de todas las edades...
Madre, ayer en el
jardín,
observé que el
jardinero
arrancaba el limonero
que estaba junto al
jazmín...
¡Qué pena, madre
querida,
me dio del árbol
cortado...
Si vieras lo que he
llorado
al verlo caer sin
vida...!
Tal vez tendrá sus
razones
nuestro antiguo
jardinero;
quizás cortó el
limonero
porque no daba
limones.
Si estaba vivo y no
daba
ya sus frutos, bien
muerto está;
otro, pronto ocupará
el lugar que él
ocupaba.
Mas, cuando el árbol
cayó
por el hacha
derribado,
el triste cuadro he
observado
que gran dolor me
causó;
en una rama que había
echado unos tiernos
brotes,
un nido de capirotes
sus hijitos escondía.
Y el limonero
arrastró
al caer, al triste
nido,
y de ama, que había
sido?
en tumba se
convirtió.
Madre, la razón que
das
de que era viejo, me
deja
confusa ¡Cuando seas
vieja
te he de querer mucho
más!
La madre no contestó;
besó a la niña en la
frente,
y una lágrima
caliente
por
sus mejillas rodó.
Como estamos
celebrando el 120º aniversario de su nacimiento, creí conveniente otro grano de
arena. También he tenido sumo gusto en transcribir toda la disertación de José
Galán en aquel acto. Y aprovechen para visitar la casa que habitó en Realejo
Alto (Calle El Medio de Arriba, número 5). Recuerdos, vivencias, aconteceres,
nostalgias… Y qué mejor que estamos en fiestas. No tienes excusa.
Concluyo:
cuánto me alegro de la digitalización de mucha prensa de años idos. Cuántos
escozores alivian. Acabo de comprobar en la biblioteca orotavense que también
los periódicos editados en el Norte pueden ser consultados en soporte
informático. Junto a las hemerotecas de las universidades de Las Palmas y La Laguna, constituyen estas
colecciones un hondo motivo de satisfacción para los que somos picados por la
curiosidad.
Cuidado con
los fuegos.
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