jueves, 2 de mayo de 2013

Fiesta del árbol (y IV)

Que la fiesta de hoy quede grabada en vuestras inocentes imaginaciones para no olvidar que el cuidar el arbolado es una acción digna de elogios y que lleva el premio en sí... A sembrar cada uno el arbolito que se le designe y a cuidarlo después con cariño, para que dentro de poco tiempo, al ver sus ramas frondosas y su crecimiento arrogante, digáis, con orgullo: Ese árbol tan hermoso lo planté y cuidé yo... Luego, he ayudado a hermosear a mi pueblo y a desaparecer del hogar de mis padres la negra amenaza de la sequía... Yo soy un niño bueno y cuando sea mayor he de ser un buen ciudadano...
A las niñas, también, les corresponde desempeñar un gran papel en esta empresa. Precisamente por ser hembras –la mujer tiene un alma más sensible y delicada que el hombre– está a su cargo la parte romántica, la parte sentimental de la obra.
Ellas son las llamadas a inculcar en sus hermanos, en sus amigos, en sus novios y en sus esposos cuando sean mayores, este amor a la belleza del arbolado. ¡Tal vez lo que no pueda convencer el rudo entendimiento del labriego, lo pueda el consejo, el ruego, la dulce persuasión de la hermana, de la hija o de la esposa!
Y todos, niños y niñas, grandes y pequeños, maestros, autoridades y particulares, no debemos desmayar en esta obra que se ha iniciado hoy, y seguir perseverantemente en el loable empeño, hasta que llegue el día en que digamos en una exaltación mística de fraternidad, como el Santo de Asís: ¡Hermano Árbol!... Entonces es cuando podemos dar por terminada la gran obra».
Y también tenemos verdadera complacencia en publicar La Balada de la niña y el limonero, la inspirada y bella composición poética del Sr. Galán Hernández, que leyó en el ya repetido acto la niña América Hernández, y que debieran leer muchas niñas y niños, y ¡muchos grandes!, que la enseñanza que encierra es de las que encajan en los cerebros de todas las edades...
Madre, ayer en el jardín,
observé que el jardinero
arrancaba el limonero
que estaba junto al jazmín...
¡Qué pena, madre querida,
me dio del árbol cortado...
Si vieras lo que he llorado
al verlo caer sin vida...!
Tal vez tendrá sus razones
nuestro antiguo jardinero;
quizás cortó el limonero
porque no daba limones.
Si estaba vivo y no daba
ya sus frutos, bien muerto está;
otro, pronto ocupará
el lugar que él ocupaba.
Mas, cuando el árbol cayó
por el hacha derribado,
el triste cuadro he observado
que gran dolor me causó;
en una rama que había
echado unos tiernos brotes,
un nido de capirotes
sus hijitos escondía.
Y el limonero arrastró
al caer, al triste nido,
y de ama, que había sido?
en tumba se convirtió.
Madre, la razón que das
de que era viejo, me deja
confusa ¡Cuando seas vieja
te he de querer mucho más!
La madre no contestó;
besó a la niña en la frente,
y una lágrima caliente
por sus mejillas rodó.
Como estamos celebrando el 120º aniversario de su nacimiento, creí conveniente otro grano de arena. También he tenido sumo gusto en transcribir toda la disertación de José Galán en aquel acto. Y aprovechen para visitar la casa que habitó en Realejo Alto (Calle El Medio de Arriba, número 5). Recuerdos, vivencias, aconteceres, nostalgias… Y qué mejor que estamos en fiestas. No tienes excusa.
Concluyo: cuánto me alegro de la digitalización de mucha prensa de años idos. Cuántos escozores alivian. Acabo de comprobar en la biblioteca orotavense que también los periódicos editados en el Norte pueden ser consultados en soporte informático. Junto a las hemerotecas de las universidades de Las Palmas y La Laguna, constituyen estas colecciones un hondo motivo de satisfacción para los que somos picados por la curiosidad.
Cuidado con los fuegos.

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