Intermitente:
que se interrumpe o cesa y prosigue o se repite. Como el de los coches. O los
camiones, que con esta manía de llevarlos todos parpadeando me da que confunden
más que aclaran o avisan. Ya he pegado un par de frenazos porque lo asocio con
un peligro más inmediato.
Tras varios
meses de prueba –casi se funden– han comenzado a funcionar los semáforos de las
monjitas de La Montaña. Y
el pasado martes, mientras echaba la caminata de rigor, pude comprobar que a
peor la mejoría para la inmensa mayoría. Subía un servidor desde la rotonda de
Ambrosio (denomino así a la ubicada en el inicio del polígono San Jerónimo, que
fue luminosa y tenía agua allá por el siglo pasado y en la que el promotor de
aquella urbanización se gastó más de un millón de euros) hacia el barrio
realejero antes mencionado. Y en el no tan largo trayecto no me adelantó ni un
vehículo, salvo alguna moto. Iban todos más lentos que yo. Tanta fue la alegría
que parecía que iba más ligerito.
Un monumental
atasco en ambos sentidos. Mucho peor que antes. Y dado que el desembolso
económico –de la época de José Vicente– para regalarle al clero (puede que los
organismos implicados, Gobierno de Canarias, Cabildo y Ayuntamiento, buscaban
ganarse el cielo) un nuevo acceso al centro docente privado, parece no haber
dado resultado. Esta siembra de semáforos solo viene a fastidiar al ya sufrido
conductor que utiliza esa carretera como vía de enlace con la autopista. Y, eso
sí, deja expedita la conexión para los que entran a recoger a los alumnos y los
que salen una vez realizada la operación antes descrita. ¿Favoritismos? Puede,
quizás, a lo mejor, tal vez…
Si sumamos
las cantidades que las instituciones públicas, con el dinero de todos, han
dejado regadas en aquellos alrededores, y viendo los resultados obtenidos, te
dan enormes ganas de enumerar las carencias en los colegios públicos (los de
los pobres), en la plantilla de la policía municipal realejera, en las placas
que dan nombres a las calles en determinadas zonas, en las penurias del
alumbrado, en los vecinos portuenses que no pueden utilizar el agua por la
turbidez (qué finura), en las condiciones lamentables en las que se halla lo
que se denominó sendero turístico de la costa…
Que sí,
insisto, dinero hay, pero las prioridades políticas no coinciden con las
visiones, cuando no necesidades, del ciudadano de a pie. Las nuestras suelen
ser elementales, básicas, fijas. Las de ellos fluctúan en función de casuística
dispar y según la dirección que lleve el viento. De ahí surge, probablemente,
lo de veletas e intermitentes.
Porque el
retrato de comportamientos tales lo he encontrado en Santa Úrsula. Con un grupo
de concejales –también fueron populares y enemistados con la alcaldesa y cargos
dirigentes insulares– que buscan otros caminos, otras salidas. Como el afer
(negocio) de las monjas, no vayas más lejos.
Son seis.
Pocos y mal avenidos. Abandonan el barco de Manuel Domínguez (cada vez más
ocupado, y preocupado, por asuntos partidarios; tanto que los realejeros nos
preguntamos si le pagamos para otros menesteres) y no saben a cuál subirse para
alcanzar el puerto de 2015. Mientras uno reconoce contactos con el juguete de
Rosa Díez, otro lo desmiente categóricamente. Es más, asegura que la ideología
es lo de menos. Y es verdad. Hay que reconocerle al señor Afonso su total
sinceridad. Habiendo otros intereses, quítense las ideas. No es cuestión de
estar perdiendo el tiempo en boberías sin trascendencia alguna. Ni centros, ni
derechas, ni izquierdas. Ni los cuatro puntos cardinales, que según (in)cierto
alumno son, además de las mencionadas izquierda y derecha, arriba y abajo. Se
ubicarán en el limbo. No tendrán carácter temporal, ni espacial. Serán
especiales. Solo les preocupa la gente y resolver sus problemas. Vaya novedad.
Si todos venden lo mismo. En el programa, que luego…
Abiertos a
las alianzas. Para compartir gastos de la campaña electoral. Sin perder la
independencia. No queremos injerencias. Tenemos varios frentes abiertos…
Si no se
justificaran, o lo intentaran, al igual no nos engañarían tanto. O lo
intentarían. Dejémoslo, entonces, en que tienen intermitencias. Cuando no
existían esos artilugios hubiésemos dicho que El Guadiana viene y va.
Hasta mañana.
Con fotos de Granadilla.
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