Escrito ha
quedado en varias ocasiones. Toca refundir en vez de refundar. Porque hay tanto
lastre a reconvertir que no son suficientes los lavados de cara. El fregado
tiene que ser completo. Con un centrifugado de unas revoluciones tales que
ubique a barones y viejas guardias en el lugar que llevan ocupando los que
ahora deben tomar las riendas: pegar carteles, rellenar sobres, limpiar las
sedes… Porque todos son necesarios. Es lo que se escucha con demasiada
frecuencia. Corresponde, pues, ponerlo en práctica.
Y no crean
mis estimados fisgoneadores que me refiero, única y exclusivamente, al PSOE,
como maliciosamente estabas pensando mientras no habías alcanzado el anterior
punto y aparte. Hay más en el punto de mira, a las puertas de la máquina del
jabonado automático. Hace apenas unas horas escuchaba a Román Rodríguez (el
presidente alternativo de Olarte) que lleva cuatro décadas en el candelero. Y
sigue reclutando por las islas para su nacionalismo de izquierdas. Lo malo es
que son tantas (las izquierdas) que hasta los cañotos se hallan confundidos.
Muchos y peor avenidos, porque todos son los verdaderos. Y como pierden el
tiempo en luchas intestinas, no han tenido tiempo de cotejar planteamientos,
objetivos. O programas, como se les llena la boca a unos cuantos sin hacer
repaso de trayectorias casi eternas. De hacerlo, a lo peor, coinciden en mucho
más de lo que se imaginan. Mientras, en el otro sector del basurero, las
gaviotas siguen con sus graznidos.
Cuando me
levanto cada día, sin horario fijo (que no está uno ya en edad de mayores
sacrificios), y si no hay nada más urgente que realizar, enciendo el ordenador
(único artilugio por el que accedo a Internet) y en la pestaña ‘Marcadores’ de
mi navegador tengo memorizadas 36 cabeceras en la carpeta ‘Periódicos’ (amén de
otras menudencias como ‘Blogs’, ‘Instituciones’, ‘Varios’…). Poco es lo que en
la vida ya me sorprende, pero me sigo asombrando. Y a este revoltillo
socialista, surgido este pasado lunes cuando Rubalcaba se percató de que el
barco había adoptado las características de un submarino (algo había notado en
noviembre de 2011, aunque lo dejó pasar a ver si el motor dejaba de gripar cada
vez que intentaba transitar a más de 110), se suman los medios de comunicación
(en nuestro caso, impresos) con un trafullo de lo más esperpéntico.
Cada
periodista se siente legitimado para interpretar pareceres. Incluso se atreve,
viendo la fotografía de cualquier individuo, a retratar su interior. No es de
extrañar que la profesión haya caído hasta los peldaños más bajos en la
escalera de los desprestigios, de los despropósitos. Cuando se le añade el
condimento de los sesgos que imprime la línea editorial del periódico, para
llorar. Se han traspasado los límites de la vieja sentencia (las opiniones son
libres pero los hechos son sagrados) y hemos alcanzado un punto de difícil
retorno. Esos mismos que vilipendian la política y su quehacer, no han hecho
otra cosa que caer en idénticos procederes. Tan patéticos los discursos de los
unos y de los otros.
Tras el
aludido anuncio de Alfredo y la aparición de postulantes (junto a los mensajes
de turno), se desató en la prensa (me imagino que en el resto de medios
también, pero no doy abasto) una campaña de andar a la rebatiña (a la refatiña –o
retafiña, que también– el moquete, que decíamos en los años de juventud).
Parece que será ungido aquel que dé con el acertijo de esta adivinanza. Y
surgen intrincados juegos en los que sin rubor alguno se especula como si
estuviesen echando las cartas. Una pizca de Susana Díaz, unos miligramos de
Eduardo Madina, tres o cuatro pelos de Pedro Sánchez (y así hasta que se acaben
los aspirantes), todo bien mezclado en un almirez (hay que darle con ganas) con
un batido previo compuesto de un generoso chorrito de orina del director con el
aderezo de una evacuación tempranera del articulista, y voilà…
Incompatibilidad,
estatutos, congresos, primarias, presidencia, secretaría general… Mucho es lo
que se menea. Tras años de pausa y conformidad, el paso ha valido para
despertar conciencias. Por ambos costados. Y el periodismo, para dejar
constancia del movimiento, se ha sumergido, como el submarino, en un frenético
baile. Se lucha con denuedo para alcanzado el 20 de julio poder argumentar: ya
lo decía (escribí) yo. Porque ese instante de éxtasis bien merece unas cuantas
corridas (fiestas) previas.
La
profesionalidad está en entredicho. No se mira hacia adentro. De Salvador
García (García en blog): Hay que analizar y desgranar los males de un
ejercicio profesional que no suele estar a la altura de las exigencias de la
sociedad de nuestros días.
Y mantener principios de decencia, decoro
y coherencia y en cumplir o revisar códigos deontológicos. En la primera
discrepo, amigo. Sí se encuentra la profesión periodística a la altura que
merece. Porque la sociedad de nuestros días (y ahí la política, o los
políticos, es el botón de muestra) es el espejo de programas televisivos, de
editoriales nauseabundos y de comentaristas cuyo único código deontológico es
poner la mano por si cae algo más. Y a esa espiral de carencias de valores
(decencia, decoro, coherencia) se suben también los que empujan la carreta, no
sea, como en Los Sabandeños, que los suplentes pasen a ocupar el cometido.
Ojalá el PSOE encuentre la senda correcta.
Más pronto que tarde. Y que la izquierda (toda) combata con ideas. Porque las
discrepancias no son tantas. Y las semejanzas demasiadas. Si estos espejos,
ventanas de telediarios, se muestran diáfanos, los contagios volverían a ser
beneficiosos. Para que las confrontaciones (también periodísticas), tan
necesarias como productivas, vuelvan al ejercicio de la normalidad. Y no
busquemos otros cambios. A los que somos tan dados en épocas preelectorales.
Pero que se diluyen, como el papel de las rotativas, en cuanto sopla la más
ligera brisa.
Sí, ya lo sé, hoy es Día de Canarias. Bueno,
que me lean mañana.
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