Hace aproximadamente un año que concluyó la realización de la primera fase del sendero turístico de la costa realejera. Abarca esta obra el tramo comprendido entre el Hotel Maritim y la urbanización Romántica II, contemplando dos bajadas a la sosegada y tranquila playa de Los Roques. Esta obra, realizada por el Ayuntamiento realejero, contó con la subvención de la Dirección General de Medio Ambiente de la Consejería de Política Territorial.
Recorre este sendero el acantilado que conforma la playa anteriormente citada y diariamente se observan, en uno y otro sentido, multitud de turistas que plácidamente disfrutan del paisaje acariciados por la suave brisa marina y acompañados por el rumor de las olas de esa mar brava que combate ferozmente la multitud de callaos que invadieron estos contornos cuando, tiempo ha, a unas mentes prodigiosas se les ocurrió la feliz idea de construir tres grandes moles, como intentando, en una lucha sin igual, retornar a sus orígenes, cuando la arena llegaba al ‘rozo’, como les gusta decir –así nos lo han comentado– a la gente del barrio.
Hagamos un alto en el camino, un descanso en nuestro paseo, para recordar a nuestro Ayuntamiento que es necesario un mínimo mantenimiento para la conservación del sendero. Escalones que se estropean, palos (maderas) de las barandas de protección que están caídos, tarajales que necesitan ser podados –que no cortados ni arrancados– para facilitar el paso de la gente, conveniencia de colocar papeleras –hechas con madera para no atentar contra el paisaje–, ídem de dos o tres bancos del mismo material, son algunas de las cosas detectadas como fallos existentes, luego de haber funcionado durante un año.
El recorrido de este sendero turístico por el acantilado costero, aparte de suponer un ameno trayecto por tan bellos parajes, puede igualmente servir de lección, sobre todo de botánica, para estudiantes de la segunda etapa de EGB o BUP.
La franja costera canaria y, de forma especial, las costas del norte se hallan fuertemente influenciadas por la brisa marina y, por lo tanto, en el ambiente es el componente salino el que constituirá el factor que limite el establecimiento de la vegetación. Por esta razón, existe una acentuada halofilia en los elementos florísticos distribuidos por la zona.
El acantilado que nos ocupa es de naturaleza basáltica. Al inicio del sendero desemboca en la playa de callaos y frente a ella, los dos roques (Roque Grande y Roque Chico) que ofrecen un gran atractivo paisajístico. Debido a su antigüedad geológica han sido colonizados por numerosas especies. Así, el Roque Grande luce con esplendor una respetable población de cardones, tabaibas y bejeques.
En las pequeñas plataformas costeras, transición entre el acantilado y el mar, existe gran cantidad de algas.
Dado que los acantilados poseen suelo suficiente, se establece en ellos una comunidad de matorrales entre los que encontramos siemprevivas, perejil de mar, margaritas, corazoncillos, vinagreras, tajinastes, ratoneras, esparragueras... Pero, sobre todo, se destacan las formaciones de tarajales, en particular en una de las bajadas a la playa.
Los cañaverales abundan igualmente, con clara tendencia a ocupar los pocos terrenos que estaban destinados al cultivo y que, ahora, se encuentran abandonados.
Tenemos conocimiento de que un grupo de profesores del Colegio Público Mencey Bentor de la Cruz Santa ha realizado un gran trabajo acerca de esta ruta, habiendo elaborado, a pie de terreno y en múltiples visitas, el cuaderno del alumno y la guía del profesor, de lo que constituye una ejemplar lección de Naturaleza, complementado todo ello con un vídeo y otro material, con lo que han logrado sacar la escuela de las clásicas cuatro paredes, inculcando en los jóvenes una actitud de respeto y consideración hacia cuanto nos rodea.
Vaya nuestra felicitación a todos los que han hecho posible esa maravillosa realidad y les animamos a que sigan en ese camino que se han trazado.
Creemos que la Consejería de Educación tendría que mojarse en estas experiencias, potenciándolas y dando toda clase de facilidades a estos colectivos de profesores, porque, a buen seguro, que de su resultado se verán beneficiados cantidad de alumnos. Estaremos, así, dando un nuevo enfoque y una nueva visión de los métodos educativos, tan faltos, la mayoría de las veces, de alicientes para el alumnado.
Para terminar, humildemente, desde estas líneas, nos permitimos alzar la voz ante los organismos pertinentes –Ayuntamiento, Cabildo, Consejería de Política Territorial– para que, de una vez por todas, de una manera real y efectiva, se lancen a una decidida política de conservación de los pocos y bellos parajes que aún nos restan. Pero que no quede todo en el frío papel, mientras cerramos los ojos ante los desaprensivos de turno. Planifiquemos entre todos el presente para legar a nuestros hijos un prometedor futuro. Son demasiado bonitas estas laderas como para permitir nuevos atentados. Se trata, en definitiva, de ser racionales y consecuentes.
…
Si alcanzaste este punto, no pienses que los calores veraniegos me han afectado sobremanera. Se trata de un artículo que vio la luz en el periódico El Día el 31 de julio de 1987, es decir, hace un cuarto de siglo. Al rescatarlo, vaya un cordial y afectuoso saludo para el compañero y amigo Domingo García Palmero, uno de los implicados en el proyecto del centro escolar Mencey Bentor aludido. Y una solicitud a los que 'dispongan de cuartos': tengo preparados bastantes para una posible publicación. Puedo prometer, y prometo, que los he escrito yo.
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