Como en este blog vierto comentarios, sin mayores pretensiones, solo por el mero vicio de tener cumplida la manía de garabatear cuatro letras diarias, de los que los menos serán compartidos y los más no, como aficionado a viajar por las islas (se lleva la palma La Gomera, y no es un juego de palabras), observo, contemplo, medito y, a veces, reflexiono escribiendo. Porque me ofrece mucho mayor margen para repasar antes de pulsar ‘enter’. Y esta eventualidad de poder contar hasta diez, como mínimo, es la que me encantaría fuera compartida por mucha gente. Pero me percato, demasiado a menudo, de que ello no es factible porque hay posturas tan radicalizadas que dificultan posibilidades de entendimiento, de obrar con el raciocinio que se nos presupone y de ser capaces, en suma, de admitir errores cuando menester fuere. Y se me antoja que el particular debería ser norma de obligado cumplimiento en eso que denominamos política. Que, en definitiva, viene a ser cualquier actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Con ello, ya me dirán qué poco margen de maniobra resta para esos conceptos utilizados a modo de disculpa y para esquivar o eludir responsabilidades como apartidista y apolítico, que tanto se han escuchado este pasado sábado en los prolegómenos y puesta en escena de la manifestación organizada por la plataforma LaGomeraSeMueve en La Villa.
En La Gomera se vive una situación muy especial: o se morrean o se aporrean. No hay término medio; se desconoce, o no se practica, el concepto de la ecuanimidad. No existe adversario político sino acérrimo enemigo. El sectarismo alcanza elevadísimas cotas. Hay un indudable contrincante a batir que se llama Casimiro Curbelo. Que ha metido la pata, como el que más, y al que se le combate ferozmente con idénticas armas a las que se le critica. Y eso, en esta isla donde la vehemencia (política) se pone de manifiesto hasta echándose un cortado, no constituye buena praxis. Radicalizar posturas, entiendo, no es la táctica adecuada. Espero que unos buenos amigos, y creo que es la segunda vez que lo manifiesto en público, recuerden la amena conversa en la que les indicaba que Casimiro, más temprano que tarde, acabaría por caer porque se había endiosado y que alcanzado ese punto no se era consciente pues la euforia le haría cometer errores de bulto, independientemente de sus muchos logros para que la sociedad gomera alcanzara niveles de vida equiparables –y en algunos aspectos, incluso superiores– a las de otras islas. Curbelo ha entrado en franco declive, pero él (mucho menos su partido) no se da cuenta, porque, reitero, viven ajenos a una realidad más terrenal, permítaseme la expresión.
Y en este contexto surge la catástrofe del incendio y una gestión del mismo que ha sido puesta en tela de juicio. Fenómeno en el que muchos han querido atisbar una magnífica ocasión para seguir lastrando lo que consideran como el final del feudalismo curbeliano. Con lo que han fabricado un carro al que se han subido muchos de los que en algún momento pretérito tuvieron un tropiezo con el actual presidente y han creído vislumbrar otra arma con la que ejecutar su particular venganza. Y es que en el fondo no se trata de una maniobra para desbancar un líder político. No, aquí el escarnio tendría que elevarse al nivel 3, utilizando la terminología incendiaria. El inciso: persisten en sostener que no haber rebajado el nivel 2 al 1 habría acabado antes con el fuego. Ilusos.
Basta un repaso por los comentarios y opiniones en las redes sociales y otros medios de comunicación más tradicionales, para percatarnos de la magnitud de la tragedia. Y si los gomeros no adscritos al régimen creen que ganarán la batalla con las artimañas en las que, según ellos mismos, tan bien se desenvuelve Curbelo, deberían darse cuenta de que el pueblo no va a quedar muy conforme con esa táctica de quítate tú para yo seguir haciendo lo mismo. A un observador neutral y distante, como es mi caso, le pueden parecer tan radicales los excesos como las omisiones. Tanto que cualquier declaración de la máxima autoridad insular es puesta en tela de juicio por quienes se escudan tras disfraces y caretas para rogar en su fuero interno que permanezcan los rescoldos una buena temporada más.
Si se clama al pueblo para acabar con la dictadura de Casimiro (es vulgar copia de lo que leo), hágase abiertamente y no con subterfugios, ni recurriendo al insulto chabacano. Y es que, por lógica y sentido común, ese pueblo no pretenderá, así como así, salir de guatemala para meterse en guatepeor.
El último día del pasado agosto me llega, a través de correo electrónico, un artículo de opinión que firma Teguerguenche (ignoro si se trata de un colectivo, ahora que se llevan tanto, o una persona física que se escuda tras la nomenclatura de ese risco de Gran Rey, donde las cabras se trepan para contemplar la playa y el muelle de Vueltas), supuestamente escrito el 14 de ese mismo mes (viva la inmediatez de Internet). Y casi simultáneamente se publica un manifiesto de un numeroso grupo de científicos. Tras el pertinente refrito, consiéntanme estas brevísimas consideraciones:
En la primera aludida se expresa del posible autor del fuego: Un hombre o mujer de escaso raciocinio, sin escrúpulos, cuya mezquindad no tiene límites o lo que políticamente correcto se conoce como pirómano. Si pirómano es quien padece piromanía y esta es una tendencia patológica a la provocación de incendios, aun desechando lo de ‘políticamente correcto’, me lo tomo como recurso lingüístico para aseverar que han sobrado pirómanos opinadores. Y me atrevo a más, casi todos ellos orquestados hacia potenciar la figura del alcalde de Valle Gran Rey que se erige, o quieren hacerlo, en el adalid del buen hacer y de la gestión transparente y eficaz. La regeneración, en definitiva. Que no me parece mal, faltaría más, pero están torciendo el sendero con imitaciones del caminar de la perrita. ¿Por qué no movimientos orquestales en la claridad si es lo que realmente se pretende? O Las maniobras se diferencian o caemos en repeticiones absurdas. Traduzco: más de lo mismo o a peor la mejoría. Qué miedo les tengo a los que ejercen de gomero desde Tenerife, le escuché a un vecino de Chipude tiempo atrás (ya lo conté hace unas semanas). Y le debo dar la razón plena con motivo de esta última tragedia ecológica y medioambiental. Aunque soy consciente de que estas reflexiones no se leerán en los alrededores de la iglesia de aquel paraje de Vallehermoso. Puede que a los nuevos salvadores no les interese por razones obvias. Me mantiene la esperanza de que el enlace aparecerá en Facebook y Twitter y a lo peor valen (las reflexiones) de adecuado contrapunto.
(continuaremos mañana)
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