El pasado
domingo vine a enterarme –dónde demonios estaré viviendo y en qué carajo (está
en el diccionario) estaré pensando– que hay por estos peñascos un clamor
independentista y que somos negritos con la piel blanca. Chacho, casi me caigo
de culo. Menos mal que la silla todavía tiene las cuatro patas equilibradas,
que si no del partigazo no me salva ni las huestes de Manolo Reyes. Que por
estos lares parece ser el único que –ahora que se retiró Wladimiro a sus
cuarteles de invierno– pretende separarse del yugo opresor de CC. Ver para
creer (y ya van dos las coincidencias con Saulo en corto espacio de tiempo).
Las encuestas
nos indican cada tres por dos que los políticos no se hallan en momentos
álgidos (y valen las acepciones de muy fríos o instantes culminantes de un
proceso). Pues me temo que determinadas líneas editoriales periodísticas no se
quedan muy rezagadas en la odiosa comparación. Me estoy imaginando el descojone
(está en el diccionario) de los dos encargados de las redacciones que luego
asume el asiduo de los juzgados. Porque nadie en su sano juicio puede comulgar
con semejantes fantochadas.
Tras la
lectura, salí corriendo para el baño y me quedé en pelotas (está en el
diccionario). Mireme de arriba hasta abajo, por delante, por detrás, costado izquierdo
(este siempre primero), costado derecho, y me reí un buen rato por todo lo que
observaba (bastante escaso, por cierto). Pero no atisbé el moreno que me
presuponen los amanuenses. Es más, estimo que me vi más blanco que nunca. Algún
lunar salteado, porque lo que fue oscuro tiempo ha, ahora se ha tornado
lechoso, cano, albino. ¿Lo cogiste? Pues haz el favor de soltarlo, malcriado.
Qué difícil
encaje lo de negritos con la piel blanca, con ese diminutivo, cariñoso como
todos, que te deja patidifuso. Y es que a estas alturas del largometraje, uno
patina y duda con lo de la discriminación racial. Y como aún conserva algo de
memoria histórica, osa reprochar al editor ante su tamaña ocurrencia de
utilizar la crítica mordaz como arma defensiva. ¿Recordamos pasajes de pateras
y cayucos? Si yo fuera juez y tuviese la facultad de dictar sentencia
condenatoria, evitaría sanciones económicas (porque luego la pagan los
trabajadores de la empresa) y emularía a Emilio Calatayud en sus impecables
‘fallos’ en los casos de menores. Castigaría al infractor con la lectura de los
editoriales publicados en los últimos diez años. Y después el pertinente
comentario de texto. Para el que no habría que devanarse los sesos al redactar
las preguntas. Y dada la avanzada edad del susodicho, le permitiría copiarse.
Por lo que, a la hora de la tarea –cuatro horas cada tarde– quedaría autorizado
a tener junto a él, a diestra y siniestra (jamás por la retambufa), a los
escribas y fariseos. Para que no alegue fallos de memoria o dudas en el léxico
utilizado, incluidos los clorocos.
Como donde
las dan, las toman, no dudo que en dos o tres juicios más, el acusado, cansado
de alcanzar palos sin necesidad ninguna, arremeta contra los verdaderos
culpables haciendo efectiva la vendetta. Yo lo creo posible, o mejor dicho,
cosas peores se han visto. Y en sujetos de tal calaña, lo previsible no
funciona. Aunque me temo que en este pueblo norteño, más de un defensor del de
las placas, metopas y homenajes me pondrá a caer de un burro por la osadía. ¿Qué
quieren que les diga? Este ciudadano del mundo se siente español por los cuatro
costados. Aunque no por ello menos canario. Y a realejero me ganan pocos. Y a
pesar de vivir ahora en los altos, no me toquen Toscal-Longuera.
Ya que lo
menté, aprovecho para el inciso: ¿Qué pasó, Manolo (es mi alcalde), en el
pasado temporal que se llenó de mierda toda la calle? ¿Es verdad que la nueva
tubería –esa que lleva los detritus, amén de las aguas pluviales–, la del tramo
ya finalizado, no estaba conectada y tenía un tapón allá por donde existió la
Casa Azul? No quisiera pensar que fuese
así, porque técnicos y políticos tendrían que estar ahora mismo en su casa
viendo en la tele ‘La otra cara divertida’. Claro, de risa. Y en tiempos de
crisis, de juzgado de guardia.
¿Para qué
lees eso?, me sermoneará de nuevo mi hermano. Coño, porque un periodista debe
beber en todas las fuentes hasta jartarse
como una pita. ¿Periodista? Adiós, Fittipaldi, ¿echamos una carrerita?
Me apetece, y
la verdad es que no sé por qué, el siguiente párrafo:
Don Pepito. Es el rey desnudo del cuento: un
anciano encumbrado en su propio ridículo por la cobardía de todos los demás.
Podría llevar a Canarias al desastre si alguien le hiciera algún caso, pero
sólo le refleja su propio espejo. Algún día no estará y entonces escribirán su
verdadera historia. (Paco Pomares)
Hoy es martes
y trece. Dejando a un lado estos asuntos de senectud, estimo, como la mayoría
–aunque bastantes callan por temor a–, que las movilizaciones comienzan a
producir resultados, lentos pero inexorables. Lo mismo se despiertan
conciencias.
Hasta la
próxima.
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