Fernando
Clavijo ha hecho balance de la gestión de su gobierno en este primer año de
mandato. Ha optado por ser comedido –lo que se le agradece– y no se ha dejado
llevar por aquellas excelencias a las que nos tenía acostumbrados su predecesor
en el cargo. Recuerden que cuando Paulino se asomaba a la ventana que le
abriera cualquier medio de comunicación nos deleitaba con el número de parados
que iba a eliminar de la lista. Jamás consiguió acertar en sus previsiones,
pero ello no fue motivo para que el hombre de El Sauzal se bajara del burro.
Por cierto, hace tiempo que no sé nada de él. Debe estar cuidando la viña de la
finquita. Menos mal que tampoco cumplió la amenaza del volver al magisterio
para suerte de sus potenciales alumnos. Seguro que Concepción le reserva un
palco en el Heliodoro.
El presidente
entregó amplio dosier a la prensa y se limitó a explicar lo consabido. Vamos
bien, pero aún nos falta por mejorar. Realizamos ímprobos esfuerzos para que la
economía canaria vaya siempre por delante de la del resto de España (una hora
antes, a ser posible) y enfocaremos nuestra gestión hacia la construcción y el
sector servicios. Los turistas nos visitan en tal cantidad que necesitamos
varios centenares de hoteles más y la ampliación de los aeropuertos en al menos
media docena de pistas. No estamos satisfechos, no obstante, hasta que el
incremento de visitantes no se traduzca en un significativo descenso de los
desempleados…
Algo exageré
en el párrafo anterior, pero siempre los tiros van por ahí. Hasta en los papeles
que nos lee Rajoy en sus comparecencias de plasma. Clavijo se baremó con un
progresa adecuadamente. Dada mi larga trayectoria en el mundo de los jubilados,
ni siquiera sé si esta denominación sigue aún vigente. Eso sí, para demostrar
vigor y fortaleza no dudó en manifestar que no le temblará el pulso si debe
acometer cambios en su gobierno. ¿Arrumacos con Antona? ¿Cómo se te quedó el
cuerpo, Patricia?
Para
disimular el posible apoyo de Ana Oramas para la investidura de Mariano,
Australia Navarro, desde la tumbona que ocupa en el sector de La Puntilla, ha rebajado
notablemente la calificación hasta un suspenso de 3,5 como mucho. Luego, por un
privado, remitió a Fernando un indisimulado abrazo y el deseo de un nuevo pacto
que saque a esta tierra del ostracismo con una bajada de impuestos similar a la
que Madrid ha venido llevando a cabo en estos últimos casi cinco años. Y ese
mirlo blanco que estará al frente del camino de la recuperación y que
emprenderá la senda del estado del bienestar no solo tiene nombre y apellidos
sino que vive en El Realejo.
Falta que
atraer a ese portento de trabajador nato –así está llenito de canas– que es el
médico de La Aldea. Que
a pesar de haber ejercido nada más que de político, diagnostica como nadie la
situación y disecciona con su bisturí dialéctico el panorama isleño para
concluir con un no progresa tan rotundo como mayúsculo. Muy bien por Román.
Déjate caer con un cortadito en el Mencey.
El resto de
fuerzas parlamentarias está a la espera ante la duda de si abstenerse o subirse
al carro. Cuando el siroco hace acto de presencia, el cuerpo se nos pone bobo y
nos cuesta arrancar. Puede ser una consecuencia directa de la evidente falta de
actividad en la cámara regional. Esto no hubiese pasado con el dinámico de
Antonio Castro. Si Teobaldo levantara la cabeza.
Me alegro de
que hayan superado el curso. Proceden unas buenas vacaciones y unos baños en
Bajamar. En septiembre, con la apertura de otro período de sesiones, Elfidio
traerá a Los Sabadeños –que por ese mes ya cumplirán ochenta años de andadura–
para presentar un adelanto de su última grabación –San Borondón– y sentar las
bases definitivas –americanas o no, ya se verá– de la plataforma logística en
que nos convertiremos por nuestra situación geoestratégica privilegiada en
medio del Atlántico, con arreglos musicales de Benito, y al compás de yo vivo
en un archipiélago. Ños, si a mí me dejaran…
Alegrémonos.
Progresamos adecuadamente. Que persistan los follones en los competidores
turísticos cercanos. Hasta que nos toque, distendámonos.
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