De mis querencias futbolísticas he dejado constancia
escrita en diversas ocasiones. De mis amores juveniles al pasotismo actual han
mediado circunstancias casi siempre relacionadas con aspectos que sobrepasan el
ámbito del deporte. Que es, por otra parte, lo que ha llevado a la modalidad
balompédica a convertirse más que en un negocio de unos cuantos en un
tejemaneje de muchos kilates.
Tanta es mi simpatía en el presente inmediato que, a
tenor de lo publicado durante esta semana por los muchos entendidos que pululan
por los estadios, sin lugar a duda alguna, fue España la selección que mereció
elevar la Eurocopa este pasado domingo en la capital francesa. Porque este
tinglado funciona más por las animadversiones que por la crítica sensata,
comedida y con un mínimo de sentido común. Las ojerizas hacia Cristiano Ronaldo
conducen a Portugal a la categoría de segunda regional (ignoro si existe),
incapaz de ganar un partido y con un fútbol de lo más ramplón. ¿Cómo alcanzó la
final? Los árbitros, seguramente.
Pero no va mi comentario por esos derroteros. El
título ya indica bastante de por donde van los tiros (a puerta). De otro
señorito estupendamente acomodado a la par que ignorante perdido. Sí, del
evasor Messi. Condenado, junto a su padre, por haber defraudado unos kilos
apenas. De quien el fiscal se ha apiadado, siguiendo la doctrina habida con la
hermanísima Cristina, para que el argentino no deba pisar la cárcel. Pues no
podemos cortar su carrera en pos de más éxitos (económicos).
Como bien sabemos todos, él lo ignoraba todo. Eran
cosas de su papá. El progenitor le ponía los papeles delante y él estampaba su
firma. De tanto entrenar y por su dedicación exclusiva, ni siquiera ha sido
capaz de aprender a leer. Al menos, con ciertas dosis de comprensión.
Su club, el Barça, lo protege hasta las últimas
consecuencias. Ha iniciado una vergonzosa campaña de encubrimiento con
desaforados ataques a la conspiración madrileña. Qué otra cosa podía esperarse.
Madrid nos sabotea, nos roba, nos quiere enviar a la cárcel. Independicémonos
de una vez. No podemos seguir así ni un minuto más. La envidia los corroe y han
movilizado todas las estructuras del estado –de su estado– para hundirnos en la
miseria. Pero no lo conseguirán. Contamos con la ingenuidad de nuestros
hinchas, nuestros forofos. Con nuestros culés a muerte.
Con qué facilidad se mueve a los que se guían por
caminos en los que la razón no existe. Tanto que contemplo atónito cómo
concejales de años idos, como un servidor, se suben al carro de los
despropósitos y alientan la teoría de la confabulación. Aquellos que en su
etapa política, bajo las siglas del partido socialista, enarbolaban la bandera
de defensa de los intereses del bien común, de una sociedad más justa y
equilibrada, en la que pagaran más los que tenían más, para que se
redistribuyeran los dineros en función de las necesidades. Así va el ‘negocio’,
Pedro Sánchez.
Qué pena. Cómo puede llegar una mente a cerrazón
tal. ¿O es que acaso lo que evada el señorito va a ser repuesto en las arcas
públicas por mandato divino? ¿Quiénes pagamos los platos rotos con recortes en
servicios indispensables?
Lo más gracioso –tildémoslo así– es que en cualquier
otro foro en el que el fútbol no marque directrices, esos mismos obcecados son
capaces de demandar con ligeros tintes de ecuanimidad mejoras para los sectores
desfavorecidos, protestan por el futuro de las pensiones y claman a la Virgen
del Carmen para que interceda por los descalabros económicos. Cuánta falsedad.
Esos no son aficionados. Son borregos que actúan al
dictado de intereses espurios. Bien pertrechados de bozales y orejeras y que se
conducen en manada bajo el único eco del balido. Y algunos fueron compañeros de
andanzas en la cosa pública. Cuánto me duele y me avergüenza.
No, eso no es fútbol, eso no es deporte, eso no es
seguir con nobleza los colores de un equipo. El hecho trasciende la normalidad.
¿Acaso osas encuadrarlos más allá de ciertas lindes? Te respondo con otra
interrogante: ¿Y tú qué crees?
Penoso, lamentable, inaudito, lúgubre. Seguiré
enganchado al Tour.
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