O en las aceras de la calle que lleva el mismo nombre. Asunto
del que ya he comentado algo en el blog en diversas ocasiones. Pero en las
anteriores hice referencia, fundamentalmente, a la excesiva ocupación del
espacio público por mesas y sillas de los comercios de restauración de la zona.
En la que viví hasta el otro día y de la que un poco conozco. No tanto como los
ediles del grupo de gobierno que transitan aquellos lares sin que, al parecer,
les cause molestia alguna el tener que ir sorteando mobiliario. Y nada digamos
cuando debes llevar un carrito de bebés o para tu desgracia debes moverte en
una silla de ruedas, como le pasó a un servidor hace dos meses. De los
concejales de la oposición, por si alguien me lo reprocha, me consta el que han
formulado preguntas al respecto, pero en mi pueblo, desgraciadamente, el
Partido Popular se ahoga de éxito en la mayoría absoluta de la que goza y
escasa atención presta a las propuestas de quienes también fueron elegidos en
las mismas elecciones. Si este hecho está constatado a través de las sesiones
plenarias, escaso crédito concedo a que los ciudadanos elevemos quejas en las
redes sociales.
No obstante, ayer efectué un ruego en Facebook: “Pongan
orden en el tema de las sillas en las aceras de la calle La Longuera o va a
ocurrir un problema grave entre los que aparcamos y los usuarios de bares y
restaurantes”. Aunque presumo de no tener una lista elevada de amigos en esta
modernidad informática, considero que los que se asoman al muro se conducen por
criterios ecuánimes. Los unos entendieron que el hecho puede ser debido al
pasotismo municipal que no controla esta utilización. Indebida o no, lo ignoro.
Me quiero imaginar que existirá un control del número y de los metros permitidos.
Aunque el periodo de carencia establecido en las normas reguladoras, me temo
que haya sobrepasado el periodo de tiempo estipulado. Y de no ser así, y estar abonando
cada cual el canon pertinente, procede llevar a cabo los controles de rigor por
parte de quien corresponda a fin de armonizar la convivencia. Concejales
liberados sobran.
Otros se decantaron por el peligro que entraña un idéntico
nivel de rasante entre calzada y acera. Por lo que comentaban que los vecinos
que frecuentan las ‘terrazas’ se hallan en riesgo cuando los coches aparcan. Si
el que se echa el cortado debe mover su silla para que mi fotingo realice la
maniobra de estacionamiento, mucho debe estar fallando. Y si es un vecino
responsable, la acción se realiza de común acuerdo entre las partes. Pero si el
cliente del bar está bajo los efectos de la cafeína (mal menor) del leche y
leche o del alcohol (mal mayor) del tercer o cuarto güisqui, ya se armó la
pelotera. Y más de una he presenciado. Y una he vivido. Ayer mismo, por la
mañana. Menos mal que debí darle compasión (por la muleta) al exaltado y a la
que servía en la cafetería de marras, que si no salgo descalabrado del envite.
Ambos, no solo me calificaron como les vino en gana sino que, para mayor
recochineo, me invitaron a que denunciara el hecho en el ayuntamiento. ¿Tan
protegidos están? ¿No se percatan de que si no tenemos donde parar nos vamos a
San Jerónimo?
Todo porque uno debe maniobrar para sacar el auto del
espacio acotado. Y si este es un poco largo, forzosamente tendrás que darle
pa´lante y pa´tras varias veces hasta que salgas del atolladero. Digo yo que
haré lo que todos. Y que procuramos hacerlo meridianamente bien para no rozar
ni al que tienes por el frente ni por el culo. Y es ese trajín, cuidadito que
no quedes a unos centímetros de sillas o mesas, porque te saltan al cuello. Eso
sí, el respaldo del acomodo, cuando no la propia espalda del acomodado, tienen
bula para rayarte la pintura o, y esto no es tan grave, para limpiarte la
superficie de las puertas si no lo has llevado a lavar. Ustedes me entienden y
no hace falta que me extienda en explicaciones.
Los gentiles interlocutores, casi enfrente del domicilio que
una concejala actual del grupo de gobierno conoce a la perfección, no saben que
tengo a disposición este medio. Y que en el edificio de la Avenida de Canarias
me leen. Y que dentro del grupo de catorce concejales existe alguno que
entiende a la perfección cuando una reivindicación es justa. Nada espero de
aquellos a los que les ciega la ideología y obran en razón de la procedencia de
la sugerencia. Y como estoy fichado.
Por la policía no fui. Los pobres bastante tienen con una
plantilla bajo mínimos porque un ‘marrón’ les come el sueldo para dos o tres
miembros más. Y como el jefe de seguridad y emergencias necesita dotación
administrativa, pues otros cuantos que no hacen servicios en la calle. Si lo
hubiera hecho, a buen seguro que me habrían atendido con diligencia. Donde hubo
siempre queda. Pero como el asunto no fue a mayores, dejémoslo con esta advertencia
a manera de post bloguero.
Sigan con esa permisividad. Cuando se fajen a la trompada
limpia por un quítame allá esa silla, o ese coche, acudirán prestos a levantar
el atestado o a imponer sanciones. Aquello de más vale prevenir, otra vez cae
en el olvido. Y las flamantes zonas comerciales abiertas dejan de serlo. La
culpa es, por supuesto, de Zapatero, que echó a los fumadores a la calle. Pon otro
medio ahí.
Creo que el artículo se presta a comentarios. O a que lo
compartan. ¿A qué esperan? Y que conste que la foto no es demasiado ilustrativa. Hasta mañana.
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