Puerto de la Cruz parece no querer levantar cabeza. Como
estoy yendo cada día a rehabilitación en el Centro Médico Tucán, escucho
comentarios –una hora da para mucho– nada satisfactorios de la Ciudad
Turística. No hacen nada es la frase más cariñosa que se dedica al equipo de
gobierno que rige los destinos del pueblo desde El Penitente. Y los ubico en
las Casas Consistoriales porque ellos (CC-PP) no deben transitar por calles y
rincones. Ni por cruces regulados por semáforos.
Como ya soy capaz de llevar el coche (da la impresión de que
todos progresamos menos los que deberían hacerlo diariamente por el bienestar
de los habitantes), también sufro los inconvenientes del tráfico. Entre ellos,
de manera destacada, los mencionados semáforos. Ante una lógica queja y llamada
de atención de uno de los concejales de la oposición por el excesivo tiempo que
esta ordenación se quedó en negro, el edil de Seguridad (que de seguro tiene el
sueldo y poco más), demostrando su ineficacia con ligeros tintes de prepotencia
y autosuficiencia, nos deleita en Diario de Avisos (medio al que he ‘robado’ la
foto) con la perorata de que no son necesarios elementos coercitivos para con
la empresa encargada del mantenimiento, sino que el consistorio dispone de
mecanismos administrativos para solucionar el inconveniente en apenas unos días.
Esta respuesta tiene mucho de caradura y bien poco de
sensatez. Porque de ser cierto lo que manifiesta, cómo es posible que los del
conflictivo cruce de El Tope lleven más de dos meses sin que digan ni pío y los
de la calle Blanco van por idéntico camino. O no será que ocurre algo parecido
a lo del alumbrado público en la vecina villa realejera. Y si no, dado que
entre populares anda el juego, vénganse hasta La Montaña, arranquen de cuajo
los allí existentes y al menos tendrán una intermitencia ámbar con la que nos
entretendremos los conductores. Pero de los de mi pueblo, los de las monjas,
hoy no toca. Por mucho que nos duela el importe despilfarrado en la siembra. Y
todo por no tener un policía de la plantilla que enviar al lugar. Son muchos
los marrones que debemos pagar.
Mucha corbata, mucho lenguaje picapleitos, mucho viaje
Ranilla adelante, mucha sonrisita irónica pero gravísimas carencias de gestión.
El marco que regula la marcha municipal requiere más acción directa y menos
maniobras dilatorias. Cuando un concejal se arroga las competencias de los
funcionarios que deben velar por la legalidad del quehacer administrativo,
malo. El sufrido vecino necesita el bombillo encendido, el bache reparado, la
acera expedita, aparcamientos suficientes, las playas limpias, las calles sin
basuras y los semáforos funcionando. Para ese menester tan simple fueron a
votar. Pero a los gobernantes solo parece preocuparles el reparto de cargos y la
distribución de sueldos en un organigrama bien repleto y dispuesto. En el que
cabe todo. Y todos. Para el que no existe jamás fallos retributivos. Aunque se
caigan los ordenadores. O falle la luz horas seguidas.
Se jactan, nos jactamos, de que el turismo va viento en popa
a toda vela. Y nos alegramos todos. Porque a pesar de las carencias, los visitantes
siguen siendo fieles a un destino de prestigio y renombre. Aunque muchos se
quejen del ‘turismo pobre’ del Imserso. No solo tengo mis dudas sino que no
comparto la aseveración. Pero allá cada cual. Como contrapartida a esa bonanza,
¿qué? Si es que los servicios municipales se sostienen con alfileres. Puerto de
la Cruz funciona por inercia. Y para ese viaje no son necesarias tales
alforjas. O a lo peor llamar alforjas a los concejales es demasiado generoso y
debemos recurrir el calificativo más comúnmente utilizado: tollos.
Pues sí, que dice el señor concejal que en dos días está
arreglado el particular. No ha aclarado, no obstante, de qué mes o de qué año.
Me recuerda a los otros que sueltan aquello de yo te mando dos peones, como si
la delegación que otorgan las urnas te concediera patente de propiedad.
No vayas a creer que nada carbura en Puerto de la Cruz. No
sería justo pensar tal cosa. Menos mal que la naturaleza es sabia y se rige por
otros baremos. Aunque a veces se soliviante y cause estragos como en la calle
Tegueste, que ahora sirve de fumadero de otros monos más monos. Vamos, con
poder adquisitivo notorio. Hasta las piñas del mural de la entrada se están
secando. Me consta que los loros prefieren las de millo.
Mañana es festivo. Tocará, pues, otra entrega de Turismo y
Folclore. Cuento con que el semáforo esté verde.
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