El periodismo está necesitado de urgentes y profundas
reflexiones. El prestigio de la profesión se halla bajo mínimos. Y parece que
la dedicación para que se viren las tornas se antoja más bien escasa. Luego,
con la queja y el lamento, intentamos escapar otra temporada. Meras tiritas
cuando la hemorragia alcanza cotas alarmantes. Vamos, que ni la noche de
Halloween.
El impreso, que debería poner el adecuado toque de atención
por la sencilla razón de que dispone de un tiempo para meditar el contenido de
sus planas, ni está ni se le espera. Se ha sumado al carro de los despropósitos
con pasmosa facilidad.
Ahora que ya gozamos-sufrimos de flamante gobierno y Rajoy
descansa tras el esfuerzo, nos corresponde corta espera para comprobar en unas
horas quien será el nuevo inquilino de la Casa Blanca. En consonancia con ese
conglomerado de encuestas, sondeos y previsiones, leo en Canarias7: “Los
americanos residentes en Gran Canaria prefieren a Clinton”.
Ya lo de los americanos se las trae. El imperialismo yanqui
(acepción tercera del DRAE, la coloquial; para obviar las relacionadas con
Nueva Inglaterra), no conforme con meter las narices en toda Sudamérica –amén
de otros recovecos varios– parece haber desembarcado en Inforcasa, en el
mismísimo Polígono de El Sebadal, pasada la rotonda de Belén María, para
general descontento de la amplísima colonia asiática de Las Palmas.
Pero si te sumerges en el meollo, tropiezas con la agradable
sorpresa de que se ha preguntado a cuatro profesores y un alumno (a un servidor
le salen cinco) del centro docente The American School of Las Palmas. Se
necesita mucho atrevimiento para, con esa ‘amplísima’ muestra, colegir un
titular tan contundente. Es una muestra tan chapucera como las grabaciones del
magistrado Alba. Puede que el género picaresco hay renacido sin darme cuenta,
pero, hombre, unos miligramos más de seriedad. Que el cada vez más escaso
lector tiene el derecho de recibir información veraz y no las ocurrencias del
gracioso de turno. Para eso estamos los opinadores. O aprendices.
Sí, estamos obligados a cambiar. Como sostiene Casimiro
Curbelo, pluriempleado gomero, en su artículo dominical. Bueno, lo firma él.
Sus múltiples ocupaciones no le dejan unos minutos para teclear unos párrafos.
Como al resto de correligionarios de su ASG. Entre Parlamento, Cabildo y
Ayuntamientos, cuánta capacidad.
Nos deleitó este pasado domingo con un mareo de cifras
impresionantes: habitantes de Canarias, número de desempleados, porcentajes,
millares de familias con dificultades para llegar a fin de mes, decenas de
miles de hogares sin ningún ingreso y 598.000 residentes en riesgo de pobreza,
160.000 mayores con una pensión insuficiente y 100.000 pacientes en lista de
espera para intervenciones quirúrgicas.
Excelente, y macabro, retrato, señor Curbelo de una realidad
que ha surgido de improviso, de la noche a la mañana. Y al despertarse, usted
estaba allí, pasaba por allí. Como el dinosaurio. Y no el de Monterroso. Puede
que con dobles. Pero aun así, hay razones para la esperanza y el optimismo.
Loas al presidente autonómico por esos presupuestos expansivos. Bendito y
glorificado el Santo ITE.
“Desde las entidades públicas estamos obligados a sumar para
cambiar la realidad canaria. Hacer y estar en la política no es más que
trabajar con inteligencia para servir a los ciudadanos”. Me deja asombrado. Felicite,
usted, a la amanuense, a su álter ego.
Como La Gomera sigue teniendo la cesta de la compra y la
gasolina más caras del archipiélago (y todo lo que ello supone como efecto
colateral), amén de media población trabajando a tiempo parcial para el Señor
Comendador en la red clientelar por antonomasia, y eso desde los inicios del Paleolítico
Superior, me entra una terrible congoja que a tal hecho lo llame trabajar con
inteligencia. Claro, para servirse de los ciudadanos mediante un voto cautivo.
Porque si no lo haces, ¿quién te va a asegurar el curro de medio año y que
tengas donde caerte muerto? ¡Ah!, principios de igualdad política, social y
económica de todos los hombres.
Y hemos roto el pijama
del silencio. Ni somos descendientes de una lengua cortada, ni queremos sudar
hiel y vinagre, ni seguir siendo súbditas de una feria de olvidos. No deseamos
otras pertenencias que no sean las alas de los vuelos.
Tú ya no podrás despertar, Pedro (García Cabrera), pero me
cuestiono cómo se han podido adormecer las conciencias hasta tal extremo.
Cuánta drogadicción. Menos mal que nos queda la historia para combatir un
presente subsidiado.
Vida tendré mientras mi sueño viva y su
rumor levante mi palabra desde los pies del agua sin fronteras hasta las sienes de la eternidad
Y van 1971.
Quedan 29.
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