martes, 27 de octubre de 2009

Esos chiquillos...

Allá por los inicios del siglo XX, el alcalde lagunero publica un edicto prohibiendo las reuniones de chicos de 7 a 14 años en plazas, calles y paseos durante las horas que estén abiertas las escuelas públicas, á fin de que concurran á ellas y multando á los infractores.
El Regional (La Orotava, 8-abril-1905, número 15, página 2) propone a todos los alcaldes de todos los pueblos de las islas el que adopten idénticas medidas. Con lo que ganaría en extremo la enseñanza y muchos niños, que hoy se educan en la escuela de la ignorancia, estudiando para vagos, si se les aplicara las regeneradoras medidas de este edicto, podrían ser el día de mañana hombres útiles y dignos ciudadanos, porque debemos reconocer con ingenuidad que el que no sabe leer ni escribir es casi siempre una entidad cuya categoría en la escala social es vergonzosa. E insistencia especial, si quiere lucirse, al Sr. Ponte, alcalde de La Orotava, porque el estado de abandono de la enseñanza en La Villa es más que patente, y como autoridad tiene en sus manos el poder de cortar a tiempo este doloroso estado y no esperar a mañana cuando el mal no tenga remedio.
En el mismo sentido, y por esas mismas fechas, El Taoro (una hoja suelta, sin fecha, deduzco de 1906) decía: De nuestra primera autoridad local esperamos se cumplan las ordenanzas municipales, para conseguir desparezca de las calles esa turba de pequeños vagos, futuros viciosos, que en lugar de asistir á las escuelas se adiestran en el juego y se aficionan á la embriaguez, siendo mañana deshonra de este pueblo, que poco á poco va perdiendo sus morigeradas costumbres por tomar otras, á la verdad muy poco honrosas y muy distantes de la cultura que debe encauzar la autoridad mencionada.
Y unos años después, Diario del Norte (Puerto de la Cruz, 8-enero-1908, número 29, página 2) se quejaba de que en Puerto de la Cruz, a pesar de sus ligeros tintes ilustrados y la preferencia que daba a la instrucción, hay chiquillos que pululan por las calles metiendo ruido y haciendo fechorías. A pesar de que los chicos son traviesos en todas partes y cometen muchos abusos por falta de inteligencia para distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, no por eso debe permitírsele que molesten al vecindario, porque los padres, con consejos y educándolos bien, y la policía, castigándolos, deben poner coto a sus desmanes. Hay calles que las convierten en campo de agramante, sitios públicos donde se reúnen para alborotar, y, francamente, cuando esto ocurre, vendría como de molde la presencia de un guardia municipal, que, deteniendo á uno o á varios, el castigo servía de ejemplo á los demás. Y en esa época, insistía, en que la presencia de centenares de extranjeros, que vienen al Puerto a disfrutar de las excelencias del clima y confort de los hoteles, hay que extremar tales medidas. Confía el periódico en que se corrijan esos vicios infantiles y no se produzca ni una sola queja.
Proseguimos esta entrega (parece mentira que haya transcurrido un periodo de cien años, qué hemos hecho mientras tanto) con un ruego a las autoridades de Arautápala (Puerto de la Cruz, 18-septiembre-1909, número 61, página 1), para que no se vean las calles tan concurridas y lamentando con frecuencia multitud de actos que pone en muy mal lugar la cultura de nuestro pueblo. Y continuaba: Mientras no se adopten enérgicos procedimientos contra los padres, seguiremos contemplando, un día y otro día, los desagradables é incultos cuadros que la niñez dibuja con inocente indiferencia en el magnífico lienzo de unos años que se van, dejando tras sí la desolada visión de un porvenir que se escapa por culpa de los que debieran evitarlo.
Y concluimos con dos pinceladas más. La primera, de un artículo-editorial de Arautápala, titulado “Males presentes” (11-noviembre-1909, número 84, página 1), al ocuparse del momento de relajamiento cultural de los adultos, realiza un somero repaso del estado de incultura en que desgraciadamente se hallan muchos niños que un día y otro vemos pululando por las calles del Puerto, sin que una mano piadosa trate de oponerse con la energía que el caso requiere á cauterizar esa llaga social que nos rebaja ante propios y extraños.
Y la segunda, de El Teide (Puerto de la Cruz, 14-diciembre-1910, número 238, páginas 1 y 2), que publica un manifiesto de un grupo de concejales. Se dirigen al electorado para dar a conocer sus futuras líneas de actuación. Y la educación, un capítulo importante:
…haciendo desaparecer el bochornoso espectáculo, que todos los días presenciamos, de tanto niño que por nuestras calles pulula, pronunciando obscenas palabras, acostumbrándose á la holganza y persiguiendo extranjeros para pedirles un penny, como degradados pordioseros que mendigan por vicio, no por necesidad.
Sin más comentario por mi parte, y dedicado, como casi siempre, a mis buenos amigos los docentes. La fotografía no es de aquella época, pero la escuela que yo viví… Por cierto, ¿me conocen en la susodicha?

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