domingo, 6 de junio de 2010

Génesis


El buen amigo José Manuel de Taoro, docente jubilado, capaz de ‘sacarle punta’ a cualquier situación que ose atravesarse en su camino, al que tuve el honor de  prologar y presentar su “Miscelánea festiva”, y ahora, a buen  seguro, embarcado en nuevas aventuras literarias, amén de las viajeras de Mundo Senior, me sugiere que comente la génesis de Pepillo y Juanillo. Porque, según él, más que inventar personajes, lo que trasladé al libro en cuestión fueron vivencias personales.
En la introducción podemos leer: “Es más, todos los que vivimos por aquel entonces tenemos mucho de Pepillo y Juanillo. O más del uno que del otro o una mezcla o conjunción de ambos”. Vaya que sí. Me lo han preguntado en multitud de ocasiones: ¿Con quién te identificas? Y uno recurre a la respuesta salomónica. Pues en la pareja viene uno a reflejar las aventuras acaecidas en las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo en medio de una gran finca de platanera en La Gorvorana realejera. En la que las enormes huertas ocupaban una extensa superficie desde El Bosque (qué poco queda hoy) hasta la antigua carretera de Las Dehesas a su paso por El Toscal. Por la que vimos circular por vez primera aquella guagua roja que traía al maestro desde el vecino Puerto de la Cruz. En la que jugábamos nuestros partidos de fútbol y aprovechábamos su inclinación para meter los goles cuando nos tocaba pa´bajo. Y nos valíamos de la pared para que nos sirviera de soporte muy útil para engañar al contrario en unos pases increíbles. Con pelotas de badana, por supuesto.
Es indudable que la vida de Pepillo y Juanillo fue la mía. Y los que han tenido la oportunidad de asomarse a sus páginas, sobre todo si pertenecen ya a eso de la ‘mediana edad’, me han hecho infinidad de sugerencias. Y añaden conceptos que a mí se me pasaron por alto. Y me corrigen pasajes en los que se me pudo ir el baifo. Y me comentan que en su lugar de residencia, tal o cual cosa se denominaba de otra manera, y que al trompo se jugaba de esta o aquella forma. En fin, vivencias, reflejos de una época tan escasa en oportunidades, tan llena de carencias como abundante en ingenio. En la que no existía la basura ni el aburrimiento. Todo se aprovechaba y no teníamos ni la más remota idea de lo que era reciclar. En la que los juguetes no se compraban, sino que nos los fabricábamos. En la que el dinero no era el leitmotiv. Qué iba a ser si apenas era visible.
En el epílogo digo: “Podrás pensar que han podido quedar cosas en el tintero. Cierto. […] He dejado algo por si en otra ocasión me hiciera falta”. Sí, es verdad. Y quizás, porque hay más proyectos que se hallan a la búsqueda y captura de euros, pueda resultar –las paradojas de un jubilado– que lo que realmente me hace falta es más tiempo. No creo en las segundas partes, aunque “Pepillo y Juanillo” ha supuesto una inflexión. Variación con la que estamos encantados, Ediciones Idea y yo mismo.
¿Has jugado con la “ll”, no? Indudablemente. Muchas de mis locuras literarias han surgido de ‘apuestas’ con los propios alumnos. Un sano pique del que hemos salido beneficiadas ambas partes. Y puedo presumir con moderado orgullo que a muchos escolares he sido capaz de inculcarles la afición por juntar letras. A los que he sugerido que guarden esos escritos porque la vida da muchas vueltas. La no diferenciación de los sonidos entre la “y” y la “ll”, verdadero problema para los que aprenden a navegar en las frágiles barquichuelas fonéticas, me hizo plantear estos enunciados lúdicos. Sólo como divertimento, y no es poco, más que con otras pretensiones lingüísticas.
Y así surgió todo: mientras ellos iniciaban la composición escrita (la redacción) del tema que se les sugería, su maestro principiaba a narrarles su infancia con el auxilio de dos hermanos, Pepillo y Juanillo, que vivieron en una casa pequeña, típica de medianeros de…
Disfruten del domingo.

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