martes, 28 de septiembre de 2010

En defensa de Vicente Quintero

A Vicente se le podrá achacar que quiso ser alcalde de su pueblo y no tuvo la oportunidad. A Vicente se le podrá achacar que pudo haberse retirado antes. A Vicente se le podrá achacar que tiene sus prontos. ¿Y qué? ¿Quién no? Él sabe perfectamente que yo también le he reprochado ciertas cosas. Pero olvidamos –qué ingratos somos– la impresionante labor que desarrolló cuando tuvo a su cargo un sinfín de responsabilidades de gestión en la tarea municipal. De las que debemos destacar, con gran diferencia, el empuje cultural habido en Los Realejos. Avance  tan importante que aún vive de las rentas quien lo sustituyó en esa faceta. Sólo en una (educación y cultura), porque el resto tuvo que ser distribuido entre tres o cuatro concejales más. Eso lo obviamos cuando ha anunciado que deja la política activa. Y ponemos, como siempre, a funcionar el ventilador por si alguna porquería expande.
Vicente ha cobrado su sueldo como maestro durante todos estos años en el ayuntamiento, tanto cuando formó parte del equipo de gobierno como cuando ha estado en la oposición. La ley así lo contempla y como portavoz del grupo socialista a dicho precepto se acogió. Todo lo demás que se nos antoje rumiar, puede ser válido, asimismo, para cualquier otro concejal, incluyendo al alcalde. Los pensamientos son libres, faltaría más. Y en base a ello podemos opinar cuanto nos venga en gana. Y si le añadimos cuatro pizcas de chancha, mejor que mejor. Hay que condimentar los fregados para que estén en su salsa.
El alcalde de mi pueblo (digámoslo así) ha dicho que para esta próxima campaña electoral (mayo de 2011) defenderá la gestión de sus ocho años de mandato. Pero olvida que tanto en 2003 como en 2007 no alcanzó mayoría suficiente para el gobierno en solitario y hubo de recurrir a los pactos. Primero con el PP y en el siguiente con el PSOE. Porque no pretenderá Oswaldo (digámoslo así) –ni que los realejeros fuéramos ignorantes u olvidadizos–, apropiarse de todos los logros habidos (de los fracasos nadie habla).
En el transcurso de una entrevista al señor Amaro (digámoslo así), el entrevistador aprovechó para poner a caer de un burro al concejal Quintero Yanes. Durante unos minutos mi alcalde guardó el más ignominioso silencio, mientras un edil de su corporación, y la mía, era vilipendiado de la manera más grotesca. Recomiendo vayan a cualquier manual o enciclopedia y repasen algunas cuestiones de este importante género periodístico, por ejemplo, qué es una entrevista, origen, tipos, requisitos que debe cumplir el entrevistador, etc.
En estos días pasados he sido protagonista en alguna entrevista por la presentación de la nueva publicación (Potajito de cuentos). No me pasa por la cabeza (si enmarco el particular en personas circunscritas dentro de los cánones que determinan la normalidad o mente equilibrada) el que al interrogador se le hubiesen cruzado los cables y hubiera puesto a caldo de gallina a mis buenos amigos en eso de la escritura Álvaro, Esteban, Carmely… Porque si la situación descrita hubiese tenido lugar, Jesús se habría levantado y marchado tranquilamente para casa.
Podría entender, aunque nunca justificar, esa dialéctica en el fragor de la campaña electoral, si se cree que con ello se pueden arañar unos votos (digámoslo así). Pero el silencio de Oswaldo fue, sencillamente, lamentable. Ignoro si debe algo o si con su aquiescencia pretende desmarcarse de sus ‘adversarios’ políticos, pero a la representación institucional de una alcaldía hay que demandarle mucha más prestancia, solvencia y dignidad.
Me alegro infinitamente de que haya superado las jaquecas y esté dispuesto a echarle otros cuatro años. Pero le aconsejo humildemente que vaya al otorrino, porque a ‘mi alcalde’ (digámoslo así) le “exijo” que defienda el prestigio de ‘mi ayuntamiento’. Y parece no oír bien. No quisiera pensar, Oswaldo, que si la descalificación hubiese estado dirigida hacia un concejal de su grupo, usted hubiera permanecido impávido. No me lo creo. ¿O no es factible por ocultos intereses?
Coalición Canaria en Los Realejos está dando palos de ciego. Lo reconocen hasta los propios correligionarios limítrofes. Ojalá que jamás le paguen en otro medio con la misma moneda. No atisbo, sin embargo, tal posibilidad, pues al frente de la inmensa mayoría hay profesionales como la copa de un pino.
En la ilustración se intuye que eran aún amigos y todo marchaba sobre ruedas. Pero Amaro denuncia que en estos dos mandatos ha habido infidelidades, populares y socialistas. Pero no aporta más datos. Dígalas, hombre, dígalas. Hágalas públicas. Seguro que el PP, el PSOE, un servidor y muchos más realejeros se lo agradeceremos.
¡Ah!, Vicente, también te ‘acusan’ de falta de oratoria. Algunos ni se miran al espejo ni ven las dieciocho mil repeticiones de las supuestas entrevistas. Por lo tanto, amén del otorrino, oculista al canto, porque el de medicina general (digámoslo así) ya lo tenemos. Hasta mañana.

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