miércoles, 13 de octubre de 2010

Mejorar resultados

Como ustedes bien comprenderán, la entrada diaria es elaborada, normalmente, la jornada anterior, porque habremos de suponer que el blog no está supeditado a las premuras de cierre a que deben estar sujetos en las redacciones de los periódicos. Por lo tanto, y como no quiero poner lo de “hoy [por ayer]” que observamos con demasiada frecuencia en las informaciones de la prensa, les comunico que el presente se está escribiendo el martes por la mañana, en el justo instante en que Zapatero es abucheado en La Castellana (Madrid). Sí, aclaro lo de la capital de España, porque en Hermigua (La Gomera) también tenemos una homónima. No íbamos a ser menos.
Con respecto a las honras fúnebres en el día de ayer (lunes) con motivo del fallecimiento de Adán Martín, sigo sin entender muchas cosas. Porque demasiada falsedad se continúa estilando en el mundo sórdido de la política y del periodismo, fundamentalmente. Me alegra (y no es paradoja), no obstante, que la muerte sea el vehículo (sin marcha atrás) por el que se proclaman las excelencias del difunto. Después de estirar la pata: “qué bueno era”. La repercusión mediática, para pompa y boato de los que aquí permanecen (me imagino que algunos habrán dejado el puñal en casa), fue, a mi modesto entender, desmedida, desproporcionada e hipócrita. Sin más.
Y comenzamos con lo que hoy (para mí, martes; para ustedes, miércoles) era el asunto a tratar: la mejora de los resultados escolares. Leo que “ciento dos centros educativos de Canarias suscribirán a lo largo de este mes un acuerdo con el Gobierno regional que les permitirá acceder a financiación extra si cumplen determinados objetivos, relacionados principalmente con la mejora del éxito escolar. Los colegios e institutos de las Islas se convertirán, de esta manera, en los primeros del país en adoptar el modelo de captación de recursos que emplean las universidades: los contratos-programa”.
Y algo más: “La fórmula del contrato-programa, resaltó la directora general de Promoción Educativa, constituye una apuesta novedosa encaminada a la mejora del rendimiento, la prevención y reducción del fracaso y abandono escolar, así como para promover una mayor cohesión social, apoyando la autonomía organizativa de los centros e impulsando el trabajo integral de toda la comunidad educativa. El modelo ofrece un marco amplio y flexible para que los centros puedan fijar objetivos propios y adoptar medidas singulares que mejoren el rendimiento, definiendo las estrategias, los compromisos, las especificidades de gestión y los recursos en función en función de las necesidades de cada centro y de su alumnado. Cada uno de los centros desarrollará acciones diversas y específicas de atención directa al alumnado, de colaboración con las familias, y de apertura al entorno, contando con recursos económicos y personales extraordinarios, que se fijarán en los contratos-programa para cada proyecto”.
Todo ello dirigido, entiendo, a la mejora de los niveles en eso (sin dobles) todavía no bien definido que es el éxito escolar. O dicho de la manera contraria, disminuir el fracaso escolar. Y si por este último concepto deducimos que se trata del número de alumnos suspendidos (incluyendo los que abandonan el sistema), habremos de convenir que los resultados de esta nueva experiencia se medirán en porcentaje de aprobados. Y que a mayor cantidad, más dinero para comprar ordenadores, mejorar infraestructuras, poner un felpudo en la entrada y cambiar el viejo portero. Con tales medidas, los centros públicos quedarán equiparados a los privados y si no alcanzamos el cien por cien, al menos el 99,99% lo tenemos asegurado. En el justo instante que los alumnos (y por ende, los padres, madres y resto de familiares) salgan bailando sobre una pata sola cuando recojan de mano de sus respectivos tutores las hojas con las calificaciones, nos olvidaremos para siempre jamás que se pasaron semanas sin clases de matemáticas porque no mandaron el sustituto, y el pobre de educación física no sabía resolver problemas con ecuaciones de segundo grado; que estuvieron un mes jugando a fútbol porque el maestro de gimnasia se rompió un tobillo haciendo una demostración (lo intentó) de cómo saltar el potro y el pobre (otra vez) de matemáticas, que casualmente estaba de guardia, pesaba ciento diez kilos y dijo que no estaba para trotes…
“Según las estimaciones de la Administración, los contratos programa beneficiarán a más de 33.800 alumnos, y en ellos participarán 3.755 docentes. Aunque cada centro ha planteado distintas actuaciones en función de sus prioridades, hay objetivos comunes a la mayoría de ellos: el refuerzo de las competencias básicas, la atención directa al alumnado en los momentos de transición entre etapas educativas o la mejora de la competencia lectora. La Consejería confía en que la fórmula de los contratos programa favorezca la prevención y reducción del fracaso y el abandono escolar, la formación de profesores y padres, el compromiso particular de cada uno de los centros, y la apertura de éstos a su entorno”.
Este es mi segundo curso jubilado. El párrafo anterior no me dice absolutamente nada. Tampoco los entrecomillados más arriba. Lo vengo escuchando desde el año 2000, día arriba, día abajo. Y hemos ido a peor con unos alumnos que cada vez son más inteligentes (para lo que les interesa) y a los que no hemos sabido ‘sacarles el jugo’. ¿Y cómo?, pregunto, si cada vez el profesorado está más desmotivado por la manifiesta incompetencia de quienes están al frente de la nave consejeril. ¿Cómo puede trabajar a gusto y llevar la nave a buen puerto una tripulación bajo el ‘mando’ de capitán, jefe de máquinas, oficiales, sobrecargo… que no saben dónde les queda estribor? Sí, todos estos últimos estaban en el entierro. Según ellos mismos, los buenos se van. Sin comentarios.

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