viernes, 12 de agosto de 2011

Gordejuela (2)


En otro periódico de la Villa de la Orotava, El Regional (7-enero-1905, año I, número 2, página 3), en un suelto podía leerse: El miércoles de la presente semana se han verificado las pruebas de la maquinaria de la empresa hidráulica de Gordejuela, dedicada á la elevación de aguas para el riego en terrenos del Valle.
Desconocemos el éxito de dichas pruebas, pero es de suponer haya sido lisongero, pues la inteligencia del Sr. Galván, que ha dirigido las importantes obras, y las máquinas que han sido adquiridas en acreditadas casas extrangeras, son grandes garantías para un buen resultado.
Según nuestros informes en la próxima primavera ya se comenzará á regar algunas hectáreas.
Asimismo, en El Tiempo, 10 de enero de 1905, página 2:
En la pasada semana se han verificado las pruebas de la maquinaria de la empresa hidráulica de Gordejuela, dedicada á la elevación de aguas para el riego en terrenos del Valle de la Orotava.
Comprobaremos sucesivamente la importancia que también tuvo Gordejuela en las visitas de personalidades a este Norte de la isla. En El Tiempo, 17 de marzo de 1905, página 5:
La visita del Excmo. Sr. D. Juan Maluquer, Fiscal del Supremo, implicó una serie de visitas (Hotel Taoro, Jardín Botánico, jardines de la Marquesa de la Quinta, Iglesia de la Concepción) entre las que se menciona las obras de alumbramiento de aguas de Gordejuela, cuyos trabajos examinó detalladamente.
Aunque encontramos, asimismo, ciertas contribuciones a nobles causas por parte de la empresa. Y en La Opinión, 16 de mayo de 1905, página 2:
En el pueblo del Realejo bajo se está construyendo una hermosa plaza pública, en que han contribuido y contribuyen distinguidos y celosos vecinos del pueblo, la Sociedad de Gordejuela y el Ayuntamiento de esa misma población.
En el ya mentado periódico El Tiempo encontramos unas interesantes crónicas que se inician el 8 de junio de 1905, página 2, y que íntegramente transcribimos:
“Gordejuela (I)
Habíamos oído hablar mucho y con calurosos elogios de las importantes obras realizadas en el Realejo bajo para la explotación y el aprovechamiento de las aguas de Gordejuela y para lo subida de éstas á una altura de muy cerca de trescientos metros sobre el nivel del mar y su conducción, por una atargea de más de nueve kilómetros de largo, desde la playa, por donde las referidas aguas salen á la luz, hasta las cercanías de Santa Úrsula; mas nunca pudimos pensar, lo confesamos sinceramente, que esas obras mereciesen en justicia los ditirámbicos calificativos con que eran encomiadas por los que habían tenido la fortuna de admirarlas de cerca, y menos aún imaginar que los superasen, precisamente aquí, en Tenerife, donde se nos tiene muy poco acostumbrados á las grandes empresas y á los difíciles empeños.
Y no solo dudábamos de la importancia material de los trabajos realizados en Gordejuela, sino que hasta llegamos á desconfiar del buen resultado pecuniario del negocio. No en vano nos constaba que los distintos ingenieros invitados á hacerse cargo de las obras sé negaron á ponerse al frente de una empresa que tan escasísimas probabilidades de éxito presentaba.
Nosotros también –¿por qué negarlo?– hicimos coro á los que hablaban de la locura y de la insensatez de D. José Galván, el ilustrado ingeniero que, más audaz que sus colegas, con acabada noción de los milagros que la voluntad y la inteligencia del hombre pueden llevar á cabo, echó sobre sus hombros la pesada responsabilidad de convertir aquellos abruptos acantilados de Gordejuela en fuente fecundísima é inagotable de vida y de riqueza y en elemento poderosísimo de prosperidades para la ya desarrollada agricultura del extenso valle orotavense.
Y aún hoy, que sentimos sincera satisfacción en rectificar públicamente nuestras dudas y nuestras desconfianzas, que hemos admirado la que consideramos la más importante y la más difícil de cuantas obras se han realizado en estas islas por la iniciativa particular; aún hoy, decimos, al contemplar una fotografía de las rocas de Gordejuela tomada antes de comenzar los primeros trabajos, nos explicamos perfectamente como pudo ser tenido por loco, y por loco de atar, el ingeniero que se aventurara, muy demasiado confiado en sus propias fuerzas, á luchar contra peligros y obstáculos de tal naturaleza que ante ellos el espíritu más valeroso se siente empequeñecido y debilitado.
No podrán darse exacta cuenta de lo que decimos los que no hayan visitado aquellos lugares; bajando al fondo de un abismo de más de 120 metros de profundidad por estrechísimos caminos cortados ó pico en la roca, y recorrido la angostísima vereda, suspendida sobre el mar á una altura de 60 metros, por donde discurre, merced á un trabajo de asombrosa paciencia y de sumo cuidado, el agua ya aprovechada y canalizada que han de elevar luego á grandes distancias las poderosas maquinarias instaladas en el último de los cinco pisos de un edificio construido por obreros que realizaban su trabajo amarrados por la cintura. No podrán, no, tener una idea aproximada sobre la importancia de esas obras, los que no las hayan visto y examinado de cerca, en presencia del armónico funcionamiento de las múltiples y grandes máquinas elevadoras, de las dos calderas de 117 metros de superficie cada una, de aquellas interminables tuberías, de aquel depósito inmenso para cabida de cerca de cuarenta mil pipas de agua y de aquella atargea de nueve kilómetros que abarca ocho mil hectáreas de terrenos faltos de riego, que el agua de Gordejuela fecundizará y enriquecerá…
(continuará))

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