
Y La Opinión, el mismo día, es decir el 8 de junio de 1905, página 2, se hace eco de la prolija información anterior en su sección ‘Tomemos nota’.
[Cuando finalicen su lectura, no es necesario que me indiquen el que recordaron ciertos lances actuales, incluido lo de la isla de Canaria].
“En el periódico leonino El Tiempo, y en un artículo que titula «Gordejuela», leemos estas frases del más puro y acendrado amor á la isla de Canaria y de desafecto y encono á esta isla.
«Tenerife no necesita librar batallas por estas ó por aquellas concesiones que, aun considerándolas apreciables y hasta convenientes, no son, sin embargo indispensables á la realización de su labor de progreso y de adelanto.»
¿Van comprendiendo los buenos hijos de Tenerife el rumbo que sigue el patriotismo del periódico que aquí, en Santa Cruz de Tenerife, hace la política del Embajador de España en París?...
No hay periódico en Las Palmas que ose emitir un juicio como el que de El Tiempo copiamos.
¡Lo arrastrarían!...
Aquí no; aquí estamos imposibilitados para ser hombres porque nos falta lo principal... la vergüenza.
El articulista de El Tiempo es el mismo que en ocasión difícil para este pueblo, aseguró que la Capital de Canarias nada perdería con la desaparición de su capitalidad militar.
Bien es cierto que ese gran periodista ha sido un apóstata, en todos los órdenes de su vida”.
Al día siguiente (9 de junio de 1905, el mismo periódico (El Tiempo), en su página 2, nos trae la segunda entrega:
“Gordejuela (II)

Atrevidamente suspendido sobre el mar, á una altura de más de cuarenta metros, se eleva el soberbio edificio de cinco pisos destinado á la maquinaria y á vivienda, cimentado sobre una pequeña meseta artificial que rodean peligrosos precipicios. Se halla de tal forma construido este edificio, de tal manera incrustado en la montaña, que en él no se entra por el primer piso, sino por el quinto, donde se encuentra la instalación de máquinas. La de vapor, muestra admirable de la industria moderna, es de trescientos caballos efectivos, tipo compound, cuyos cilindros accionan cada uno dos bombas aspirantes é impelentes, elevadoras de nada menos que de ocho millones de litros de agua á una altura de 240 metros y con un desarrollo de 2.100 metros de tubería de 30 centímetros de diámetro interior.
Con la exquisita amabilidad que le distingue, el Sr. Galván, alma de aquella colosal obra que su inteligencia ha creado y por la que él siente entrañable cariño, nos explicó minuciosa y detalladamente aquel complicado mecanismo, maravilloso generador de progresos incalculables, y el papel que cada rodaje, cada émbolo, cada aparato y cada pieza, por insignificantes que parezcan, desempeñan en el prodigioso y regular funcionamiento de bombas y volantes, puestos en movimiento expresamente para que nosotros pudiésemos formarnos idea de cómo, con un máximun de orden, de regularidad y de sencillez, ha podido obtener el máximun de aplicación, conquistando así el más feliz de los éxitos…
(continuará)
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