Para iniciar
una nueva semana quisiera hacer hincapié en dos campañas de rabiosa actualidad.
La primera, ‘Yo estudié en la pública’, promovida por Ciudadanos por la
Educación Pública, pretende la defensa de este bien social, conseguido con la
dedicación de muchas personas de las generaciones anteriores. Y como me siento
partícipe por haber intentado aportar otro granito durante muchos años, aquí
estoy haciéndome eco de la misma, en el convencimiento de que al menos un par,
o tres, de fisgoneadores de Pepillo y Juanillo no lo verán con malos ojos.
Del que me
remitió la noticia, vía e-mail, copio: “En concreto, mis hijos estudian en la
pública y no creo precisamente que estén en desigualdad alguna, más bien al
contrario, no los veo inmersos en un sistema que, al contrario de lo que
predica, aleja la libertad proponiendo un modelo de educación único, en
contraposición a los diferentes modelos que conviven en la enseñanza pública,
tecnológica y didácticamente más avanzada para cualquiera que conozca la
realidad, más allá de la propaganda”. Añade un servidor que, aparte de los
hijos, debo sumar su propia andadura por tales vericuetos, amén de la de sus
nietos; la primera ya inmersa en el sistema, y el segundo a la espera del
silbato que le dé acceso.
Establece
como principios los siguientes:
1. La
Educación Pública es un derecho constitucional y Patrimonio Nacional
irrenunciable.
2. La
Educación Pública es factor de cohesión social, favorece la igualdad de
oportunidades e integra la diversidad.
3. La
Educación Pública es calidad. No aceptamos que se deteriore, sino que se
trabaje para mejorarla desde todos los estamentos.
4. La
Educación Pública no es un negocio.
Nada tiene en
contra de la Educación Privada (también lo pongo en mayúscula) quien estas
líneas suscribe. Al contrario, cada cual es libre de la elección pertinente. Si
te puedes permitir el pagarla y estimas que es lo más adecuado y conveniente,
adelante. Pero no jueguen –también los políticos– a desvíos, trasvases y otras
componendas varias.
La segunda
está relacionada con la isla de El Hierro. O mejor, con los supuestos
informadores que deben no saberse qué tienen entre manos cuando aluden a la
actividad volcánica que se viene produciendo desde hace dos meses. Desde
diferentes sectores isleños se elevan amargas quejas que conducen, casi
siempre, al exceso manifestado por los medios de comunicación. Buena prueba de
ello –lo digo yo y no me lo copié de lugar alguno– es el despliegue de nuestra
singular televisión autonómica. Pero no se quedan atrás los que, alegremente,
indican que la vida allí es poco menos que imposible con los gases
desprendidos. El alcalde de La Frontera ha tenido que salir a la palestra para
sentenciar que el volcán no es la amenaza. Y no solo le doy por completo la
razón, sino que me ratifico una vez en lo que he dejado escrito desde ha
bastante acerca de los advenedizos que se han colado en esta noble profesión
periodística. Que, probablemente, ni siquiera son conscientes del daño, quizás
irreparable, que le pueden estar causando a la Isla del Meridiano con unos
sesgos que bien interesan a sus patronos para la venta de ejemplares o para el
incremento de cuotas de pantalla. Amarillos escatológicos, tirando a canelo. Son
esos mismos medios que, como contrapartida, se quejan amargamente del linchamiento
mediático en otros asuntos, cual podría ser el denominado caso de Las
Teresitas. Y no restándoles un ápice de razón en ello, les rogaría que se
miraran de vez en cuando en el espejo por si en otros temas no se actúa en
consecuencia. Para mí que es la frustración de no haber visto aún el parto de
su nueva islita. Pues cómprense un kit de química y experimenten en casa,
sabihondos (o sabiondos).
Menos mal que
dentro de bien poco cantaremos todos unidos –Canaria, eso sí, sin el Gran,
también– lo de Canarias una, Canarias grande, Canarias libre y nos sentiremos
sin las ataduras del yugo opresor, por lo que las cosas de casa se quedan en
casa y tal y cual. Y El Hierro, avanzadilla canaria en la Mar Océana, llevará
la voz cantante. Exacto, lo mío es en plan jocoso, lo de ustedes debe tratarse
de un prodigio en el campo informativo. Inviten a la gente a que visiten la
isla y no los asusten, cenizos de mal agüero. Hasta luego.
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