Brillante me
parece la idea –ya proyecto– que, bajo el título “Descubre Los Realejos”, ha
llevado a buen puerto la concejalía que dirige Isabel Socorro. Se trata de una
campaña de turismo interior que pretende mostrar los encantos del pueblo a los
visitantes de otras poblaciones tinerfeñas. Eso sí, hay un requisito que deben
cumplir los grupos de manera tajante: comer en alguno de la docena de
restaurantes que se han adherido a esta iniciativa.
El
ayuntamiento realejero pone a disposición de los solicitantes el medio de
transporte, que los recogerá en su pueblo de origen y los ‘devolverá’ en horas
de la tarde, amén de una visita guiada por aquellos lugares de interés que se
han considerado convenientes y que constituyen una muestra pertinente de
nuestra historia, paisajes, tradiciones, artesanía, monumentos… En ello juega
un importante papel los miembros de la Escuela Taller Empresa Activa, de cuya
labor tengo excelentes referencias por las visitas escolares a Rambla de
Castro. Por cierto, a La Casona habrá que buscarle una urgente solución, y
ocupación. No me hagan sufrir más, que con La Gorvorana tengo bastante.
Una muy
detallada y prolija información puedes hallarla en la web municipal (www.losrealejos.es), pero creo
interesante en este blog valorar otros aspectos.
Coincido
plenamente con la valoración del alcalde cuando manifiesta que ya algunos de
los primeros visitantes se mostraban sorprendidos por lo que nuestro pueblo
ofrecía. Incluso no se recataban en alegar que no conocían el municipio sino
por referencias o por haber pasado en contadas ocasiones anteriores. Es,
haciendo la prueba al revés, lo que nos debe suceder a muchos realejeros cuando
nos plantean idéntica operación con respecto, mero ejemplo, a Fasnia, Arico,
San Miguel… Puede que sepamos al dedillo la situación de cualquier servicio en
la autopista del Sur, pero bien poco más. Nos sacan de Los Cristianos, Las
Américas o Playa de la Arena (para los realejeros, otra playa del pueblo), y lo
mismo nos perdemos. Qué poco conocemos nuestra tierra, nuestro entorno. Y luego
presumimos en todos los foros de haber viajado por esos mundos afuera. O como
aquel que me interpela cada tres por dos con lo de por qué voy tanto a La
Gomera, o a Lanzarote, o a Las Palmas. En fin, déjalo estar.
Me vino a la
memoria la insistencia, cuando formé parte de un grupo folclórico villero, ante
los concejales de turno para que se produjeran intercambios en la isla,
aprovechando las múltiples fiestas que existen en los treinta y un municipios
tinerfeños. Porque con poco dinero se pueden hacer grandes cosas, llevar a la
práctica magníficas posibilidades que se nos brinda. Mira por donde si quizás pueda
ser posible que ese almuerzo que se debe realizar en la Villa de Viera, pueda
estar amenizado por uno de los muchos grupos existentes. Si a la campaña se van
adhiriendo colectivos que quieren mostrar su quehacer, por qué no lo que se me
acaba de ocurrir.
Ojalá que
otros municipios se sumen a la aventura y comience un verdadero trajín de gentes
ávidas de conocimiento autóctono. El diseño de esta programación (hasta
septiembre) puede ser copiado por otros ayuntamientos. Y es que, así lo intuyo,
el grado de implicación de muchos actores de la vida de una población, puede
ser determinante en la potenciación de una economía que anda bajo mínimos.
Barco parado,
no gana flete, decían nuestros mayores tiempos atrás. En esta época de serias
dificultades es sumamente importante llevar a la práctica proyectos
dinamizadores. Y este lo es. Indudablemente. Por ello reitero mis
felicitaciones. Y si los ciudadanos nos percatamos de que los dirigentes
políticos se ‘mueven’, miel sobre hojuelas. No imiten, por favor, al edil
portuense que gestiona a través de su teléfono móvil. El patear es bien sano.
Se lo dice un enamorado de mover el esqueleto y que como lleva unas semanas
medio averiado lo está echando en falta.
Feliz fin de
semana. Un poco tarde, pero nunca lo es si la dicha… ¡Ah!, si cualquier sábado
y domingo observan movimiento en el pueblo, congratúlense y sean educados con
los visitantes. Propaguemos, y prediquemos, aquello de un pueblo hospitalario.
Hasta la
próxima.
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