Aquellos que
pertenecemos a la Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado
(MUFACE), aunque hayamos pasado a engrosar la lista de ‘reservistas’, seguimos
abonando religiosamente el 40% de los gastos farmacéuticos. Por lo que no
podemos excedernos en nuestras visitas médicas, no sea que junto al incremento
del IRPF nos encontremos un mes en que tengamos que acudir a la casa de algún
hijo en busca del auxilio pertinente. Sí, arriba tómatelo a guasa. Que ese porcentaje
no es moco de pavo.
Viene el
párrafo anterior a cuento de la
cantinela del ya desgraciado famoso concepto del copago sanitario. Del que
Rajoy no es partidario. Pero como es el líder de un partido previsible –son sus
palabras en el transcurso de la campaña electoral asturiana–, a los hechos me
remito. No vamos a subir los impuestos porque nuestra economía… (en estos
puntos suspensivos coloca la ingente recolección de vídeos, declaraciones,
sentencias y varios más hasta el infinito que dijeron y después resulta que no
lo habían dicho). ¿Para qué aburrirte si, como yo, sabes que nos han tomado el
pelo al revés y al derecho? Por cierto, y perdóname el desvío: ¿sabrías
explicarme la razón del teñido de Mariano en la parte superior de la cabeza si
la barba no la toca?
A lo que
íbamos. Con los precedentes habidos no creo que esté demasiado lejos el que nos
pensemos seriamente ir o no al médico. Lo mismo tenemos que volver a los
tiempos en los que te morías de repente. Sí, ¿no te acuerdas? Pues debes ser mucho
más joven que yo. Antes existían ataques cardiacos, tumores, leucemias… En fin,
de todo. Pero la causa del fallecimiento era siempre casi la misma. ¿De qué se
murió? De repente, se quedó dormido, le dio un dolor y…
Por eso me
pregunto si aparte del abono antes mencionado en las farmacias, también
tendremos que apoquinar al urólogo –mero ejemplo– unos cuantos euros por
hacernos un tacto. Eso, apaleado y cornudo.
Hay recuerdos
que permanecen imborrables. Uno de los míos es cuando un día en la escuela de
La Longuera, don Andrés Carballo Real, el único maestro que tuve, me preguntó
si quería ir al colegio o al seminario. Debió ser a finales de la década de los
cincuenta o principio de los sesenta. Ignoro la cantidad de crisis que había en
aquella época, porque uno, a pesar de las penurias, era feliz en medio de
tantas plataneras. Por lo menos no me acuerdo de que haya pasado hambre.
Higueras, durazneros, perales, viñas, zarzas, morales, tomateros… nos surtían
adecuadamente. Pero si el hecho hubiese acontecido hoy mismo, es más que
probable que hubiese optado por hacerme cura, porque al menos me habría
asegurado un trabajo de por vida (eso dicen los obispos).
Y pensar que
‘sus señorías’ (sí, los que trabajan sentados. ¿Trabajan?, dije. Mentiroso.)
tienen, incluso, seguros privados a cargo del erario público. Y generosos
planes de pensiones. Y accesos que soslayan largas listas de espera. Y una cara
que se la pisan. Después del copago sanitario vendrá el copago educativo. Más
tarde suprimiremos los viajes del Imserso y cerraremos… ¿Sigo?
Lamentable. Y
los equipos de fútbol deben la Biblia en pasta. Entre los acreedores, la propia
Seguridad Social. Con lo que no demasiado tarde, tú no tendrás médico, pero
Messi y Ronaldo seguirán acudiendo a clínicas privadas. Y no pasa nada, porque
ni a Rajoy, ni a Rubalcaba, ni a la madre que los trajo al mundo (¿se nota que
ya estoy caliente?) les importa un pimiento lo que te pase a ti o a mí. Porque
nosotros no somos ni siquiera circunstancias.
En estas
estábamos cuando surge el ínclito Corrales para demostrar al mundo lo bien que
lo está haciendo (no sé si sus relaciones con Viciana se han retomado) y
presenta como una gran novedad la declaración de su patrimonio. Para ejemplo te
pongo aquellos rebenques que en los años ochenta del pasado siglo no tenían ni
patrimonio que declarar. No entiendo que tus saltos y arribadas puedan ser
botón de muestra de nada.
Pues sí,
estimados míos, agárrense los machos que se aproximan curvas peligrosas de
derecha izquierda. Acabaremos pagando el desgaste de las aceras. Y no tendremos
que esperar demasiado. El 26 de marzo está a la vuelta de la esquina. ¿La
alternativa? No la vislumbro. Somos masoquistas y persistimos en comulgar con
lo de más vale ruin conocido. ¿El marido de Cospedal? Bien, al PP gracias. No
se puede quejar. Además, sabe un montón de electricidad. Casi tanto como Soria
de petróleo. Por supuesto, a Repsol gracias.
Finalizo.
Respondo por este medio a unos amables comunicantes. Recua verseada, la última
publicación, no estará a la venta en librerías.
Hasta mañana.
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