sábado, 12 de mayo de 2012

Un error

Inconsciente, eso sí. El pobre hombre no se había dado cuenta hasta que otro concejal puso el grito en El Penitente ante el excesivo gasto a lo largo de un ejercicio económico. Pues sí, amigos y estimados todos, el edil de Recursos Humanos, Empleo y Seguridad del ayuntamiento portuense, Luis Miguel Rodríguez, del partido popular por lo de los recortes, quiso predicar con el ejemplo y se gastó  en 2011 más de 9.600 euros en el (ab)uso del teléfono móvil que el Consistorio puso a su disposición para resolver asuntos oficiales. Y aprovechó hasta las últimas consecuencias los recursos ‘prestados’, empleó toda su energía en exprimir al aparatejo y con gran seguridad se conectó a Internet una vez depositado en sus manos y no lo desconectó ni para ir a hacer sus necesidades íntimas más perentorias.
Creía el iluso de Luismi que disponía de tarifa plana de voz y datos y atendía solícito cuantas peticiones de trabajo le asediaban diariamente. A todos (y a todas) contestaba con una rotunda negación porque la crisis (herencia de ZP) hacía imposible resolver el terrible dilema. Incluso mientras charlaba con sus interlocutores, el móvil permanecía colgado de Internet por si surgía cualquier novedad. Y así, según él mismo ha confesado, durante días y días. Que un escéptico como yo debe traducir en semanas y semanas, meses y meses.
Este gasto de un concejal del PP, que debía predicar con el ejemplo por las responsabilidades que tenía encomendadas, se suma a la del resto de miembros del equipo de gobierno portuense (CC-PP), con lo que la factura (insisto, año 2011) ascendió a algo más de 37.300 euros. Una miseria (después vamos con otro de frases afortunadas).
Parece que está dispuesto a devolver 4 mil euros, que es la cantidad que él deberá entender en la que se ha excedido. Aunque, aprovechando que el Barranco de San Felipe desemboca en El Castillo, arremete contra el concejal opositor que se ha atrevido a ponerlo en entredicho en los territorios anexos a La Ranilla y al muelle pesquero. Al que le ha sacado ciertos ‘trapos sucios’ de su pasado inmediato y lo ha tildado de no estar capacitado para predicar con el ejemplo. El ‘y tú más’ sigue causando estragos. Es la prolongación del alargamiento de la sombra de Zapatero. Unos, por peteneras; y otros, a decir del ‘gastón trincado’, por San Petersburgo. Lo mismo dentro de poco veo en la cárcel a mi amiga Margarita. Acabaré por aprenderme cuatro frases hechas y presentarme (la formación política es lo de menos) en las próximas elecciones. A lo peor se me quita este pesar que llevo encima. Fuerte pandilla.
El presidente del Tribunal Supremo, quien deberá tener tratamiento de excelentísimo (como mínimo), ha sido acusado de gastarse unos euros (picando los seis mil) apenas (una miseria), que le hemos pagado, como siempre, tú y yo, en unos 20 viajes a Puerto Banús (menos mal que no se fue al Caribe como el concejal conejero) durante tres años. Y el susodicho, don Carlos Dívar, saltó como un quíquere reprochándole al denunciante que esas cosas se dicen en casa (y se quedan en casa) y no es menester echar a funcionar el ventilador. Que nunca se sabe qué dirección toma la porquería esparcida.
Por lo que observamos un día sí y el otro también en este país el que menos corre vuela. No se escapan ni los jueces. Esos seres que creíamos justos y rectos y cuya misión era impartir justicia (a los otros). Neutrales, imparciales, honestos, éticos, decentes, honorables… Una mierda espichada en un palo. Ya no te puedes fiar de nadie. La corrupción navega a sus anchas. En todos los estamentos y en todos los niveles. A mangar se ha dicho. Atrás vendrán los bobos de siempre a pagar nuestros deslices. Ahí tienes a Rato para rato. Si sumas las indemnizaciones (y otros complementos varios) que ha debido cobrar del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de Bankia, seguro que se te echan fuera de la hoja los dígitos.
¿Nos merecemos este maltrato? A buen seguro que sí. Sigue incrementándose el número de indignados. Pero nos quedamos ahí, acampados, sin concretar. Mientras, ¿te extraña que una muñeca hinchable haya tenido un accidente de tráfico en los aledaños de la autopista del sur? En su descargo, manifestemos que iba acompañada por cuatro mozalbetes. ¡Ay, pillines!, ¿para dónde irían mirando?, ¿con qué volante conduciendo?, ¿con qué palanca cambiando? Ya está, no más preguntas.
Me cansé. Feliz fin de semana. Intenten olvidar tanta pesadilla. No pierdan la esperanza (Aguirre sí).

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