viernes, 20 de julio de 2012

Hoy es viernes

Sí, hoy es viernes, pero fue ayer cuando el PP se quedó solo como la una en el Congreso de los Diputados. Según me informan desde la capital hasta los leones se echaron a correr por San Jerónimo abajo. Rajoy también acudió, pero a la hora de la votación (no fuera que tuviese que imponerse a sí mismo mismamente una multa). El Decreto ese famoso de los penúltimos (cualquiera se atreve a decir los últimos) recortes ha quedado convalidado. Soraya Sáez de Santamaría y Cristóbal Montoso esbozaron, como siempre, una generosa sonrisa a la hora de emitir el sí. Por sus mentes pasaron nítidas imágenes de parados, pensionistas, enfermos, funcionarios…
Como el presidente ha convocado al menos tres nuevas sesiones del Consejo de Ministros en agosto, estoy pensando que en septiembre ya no levantaremos cabeza. Y si a los viernes hemos de añadirle los jueves, no nos va a quedar ni unas horas para solazarnos. Ya que estamos con distracciones, me temo que la saja va a alcanzar asimismo a Mundo Señor, que era el único recurso que iba a poder consolar a los jubilados. No pongo que estoy asustado porque ya lo he escrito en varias ocasiones. Pero como los iluminados que nos gobiernan saben mucho más que nosotros, habrán calculado las ventajas e inconvenientes de las medidas que están adoptando. Yo no atisbo sino más recesión y más paro. Porque si los bancos se cepillaron nuestro dinero y ahora Europa les inyecta capital para tapar agujeros, todos (menos sus señorías populares) nos preguntamos cuándo será el momento en que los euros comiencen a circular, único remedio para que la economía (doméstica) se mueva un fisco. El resto de la canción pertenece al estribillo que se coreó ayer tarde-noche en las manifestaciones habidas en toda España. Pero según la teoría de Esperanza Aguirre, fueron muchos más los que no participaron. Así que no hagan cuentas porque la victoria volvió a caer de su lado. Tanto que echando una visual a la ilustración que adjunto… Piensa lo que te venga en gana.
Zapatero se quedó huérfano de apoyos al final de su segundo mandato. Rajoy bate récords. No alcanza el año de gobierno y algunos de la grey comienzan a discordar. Máxime cuando el espectáculo, o nivel de sintonía, entre los ministros de Hacienda y de Economía, es merecedor del premio a los despropósitos, tanto que en Europa no saben a cuán de los dos tildar de mentiroso ante la disparidad de criterios y de cifras que esgrimen. Si cree el registrador de la propiedad que marchándose por la puerta de atrás queda todo el problema solventado, si estima que escondiéndose con reiteración fluirá el empleo a mansalva, si entiende que echando por delante a la vicepresidenta se van a apagar los incendios, si cerrando los ojos ante los cientos de miles de protestas se le puede aplicar lo de ojos que no ven corazón que no siente, vaya país de pandereta.
En unas semanas estaremos (re)convertidos en una nación de ciudadanos rebeldes. Tanto que pude leer en un periódico: “Rebelión en la judicatura horas después del pronunciamiento militar”. En principio me asusté. Incluso pensé si se trataba de cualquier república bananera. Pero no, aludía a España. Y ya lo pudieron titular sin tanta rimbombancia. Si uno echa cuentas, como decían los viejos, quiénes quedan por elevar quejas. Puede que los podamos englobar en grandes fortunas (pongan ahí los banqueros), políticos (incluyan todo el organigrama estatal), militantes populares y para de contar. Los antidisturbios ya se quitan los cascos y hacen sus primeros pinitos. Aparecen las ruedas pinchadas en los furgones policiales…
En Francia, tan cerca y tan lejos, Hollande ha emprendido un camino bien diferente. Y en el Elíseo se escandalizan por un fichaje futbolístico de los que abundan en España. Aquí aplaudimos como descosidos. Los mismos que nos echamos a la calle para poner el grito en la punta de El Teide. Los afiliados al PP se atreven a utilizar feisbuc para poner a caer de un burro al Consejero de Educación del Gobierno de Canarias por elevar las tasas de las matrículas universitarias sin acordarse por un momento de su correligionario Pepe Ignacio Wert, que algo habrá tenido que ver en el desaguisado.
Y a todas estas Nadal se raja y, alegando cansancio, deja la bandera sin transporte oficial. Fácil papeleta si de mí dependiera la nueva elección. Ya que le concedieron el honor a Felipe de Borbón en Barcelona 92, nada mejor que dejarle el símbolo patrio al currante mayor del reino (dicho por él en su reciente viaje a Moscú): a su mismísimo padre Juan Carlos. Y si la cadera no le permite aún grandes trotes, alquilamos un elefante. Que en el desfile inaugural no van las escopetas cargadas.
Feliz fin de semana.

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