Bajaron
turbias las aguas por las laderas del Macizo. Igual que los ayes y lamentos del
guanche cuando parodió aquello de antes muerto que rendido. Y esta avalancha
–ignoro si coincidió con la de la pasada Nochebuena– debió llevarse el dinero
que se había recaudado para la organización de los festejos en honor de San
Antonio Abad (festivo en Fuencaliente). De los que la recuperada romería, la
primera del año, era el principal
eslabón de la cadena. Pero algún animal debió tirar más de la cuenta porque la
sujeción se rompió, dejando al personal con tres palmos de narices. Vamos, que
les tocaron las susodichas. Fue un arrastre en toda regla con ganado de
primera. Y no hizo falta que viniera a narrarlo José Carlos Marrero.
Desde hace
unos días venía circulando –eso sí, de manera bastante tímida– que los
beneficios obtenidos con la venta de la lotería nacional (recurso festero por
excelencia) no aparecían. En la prensa de ayer pudimos leer que “la presunta
desaparición del dinero recaudado” era el motivo de que el paseo romero no
tuviese lugar. El cura, haciéndose eco del malestar existente, manifestó que sí
se oficiaría la misa y se procedería a la bendición del ganado. Entre el que
deberá figurar, en buena lógica, el presunto (o presuntos) desfalcador. Porque un
humano en su sano juicio no hace esto, no comete este tipo de actos.
Ante una
llamada a la población, invitándola a participar espontáneamente en forma de
parrandas, estimé conveniente escribir unas líneas dando a conocer mi parecer.
Y sostenía que no me parecía bien el que estos hechos se silenciaran, se dejara
correr tupido velo, porque daría pie a que en el futuro siguieran aconteciendo.
Como lo ha sido, para mayor desgracia, en el pasado. En más de una ocasión y en
más de un lugar.
Cuando se
celebran fiestas en un barrio, lo normal es que una comisión se encargue de
todos los preparativos. Y en el presente caso de Tigaiga, un grupo de personas
deberían estar encargadas de la venta de los décimos y posterior gestión de los
dineros. O al menos uno. Con nombre y apellidos. Porque yo no me trago lo de
‘presunta desaparición’. Si el dinero no está, seguro que no se desvaneció en
el aire. “Presuntamente ha desaparecido”. Un churro, aquí no hay presunción que
valga. Presuntamente se equivocó de bolsillo Pepillo, Juanillo o Antonillo
(personajes ficticios de mi libro), pero si no está, es que no está, y si no
está es que desapareció. ¿Tú me entiendes, no? Y los mutismos y encubrimientos
vienen a reforzar este tipo de actitudes, a las que se daría cierto barniz de
impunidad que raya la desvergüenza, si no el delito.
Y lo curioso,
insisto, es que no es la primera vez. Estoy convencido de que cada lector del
presente comentario dispone del ejemplo de rigor. Han sido muchas las ocasiones
en que algunos livianos arrancan con cargas ajenas, importándoseles un pimiento
el que queden para siempre señalados por el dedo acusador. Y el sostener que no
se puede denunciar esta situación, cuando toda una comunidad ha sido testigo
bien directo, es algo que no tiene justificación y que viene a demostrar un
compañerismo mal entendido, una vecindad edulcorada, o una religiosidad puesta
en tela de juicio.
Si alguien (o
más) se birló el dinero, entiendo que existirán mecanismos para que vuelva a su
lugar de origen y se reponga el daño causado. No llego a comprender cómo
aventuramos cuando creemos que los políticos no han jugado limpio con los
caudales del erario público, y en estos casos –que, insisto, no es el primero y
va camino de no ser el último– parece que se impone la cremallera en los
labios, como si de un Fuenteovejuna se tratase.
Se me podrá
alegar que sí se ha denunciado el hecho en las redes sociales. Por ejemplo en
Facebook, donde unos insinúan que se trata de un par de individuos los que han
arruinado un año de trabajo, mientras otros escriben del individuo (un
caradura, también lo mentan), en singular. Y más adelante, nos arrepentimos por
el léxico utilizado y nos consolamos con que solo ha sido un tropiezo y que nos
valga de lección para futuras ediciones.
Con estos
mimbres, quien (o quienes) lo hizo, se estallará de risa y a poder que pueda,
que decía mi madre, volverá a las andadas. No, lo siento, estos hechos no
pueden ser justificados y mucho menos encubiertos. Las felicitaciones y los
llamamientos a que unidos no seréis vencidos, tienen que llevar aparejadas otras
acciones.
Ahora estaremos
unas semanas con el ya yo lo sabía, mira que te lo dije, anda que el pájaro no
era de fiar… Luego, en febrero, a la vuelta de la esquina, a vender nuevos décimos
de El Gato Negro (que me pague la publicidad) y…
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