No lo tengo
demasiado claro. Casi 40 años (desde 1974) jugando con el reloj en los meses de
marzo y octubre, y lo único que observo es que el cuerpo se te pone bobo
durante unos días. Porque el tan cacareado ahorro energético no lo acabo de
vislumbrar. Es más, gente mucho más entendida que este rebenque de la platanera
aún discute acerca de la conveniencia o no de la medida. Y lo que es peor,
cuatro décadas después seguimos dependiendo del petróleo y sujetos a sus crisis
y vaivenes. Mientras, los indudables avances tecnológicos no se han traducido
en mejoras en este sector. Ahí tienen, verbigracia, a todos los dirigentes
políticos, sin rubor alguno, alegando de las bondades de las energías
alternativas sin que el sol, el agua y el viento les saque sus vergüenzas.
Es casi el
mismo tiempo que el que lleva Informe semanal en antena. Que arrancó ha tanto
que apenas había llegado la tele a mi casa. No te rías. Aquellas sí eran
penurias, crisis y miserias y no estas en que restan terrenos valutos
(traduzco: no cultivados) por todos esos
campos isleños, a la par que nos quejamos de lo caras que están las papas.
Como no hay
mal que por bien no venga, a partir de ya saldré una hora más tarde a caminar
(por aquello del solajero: traduzco: sol intenso y abrasador) y tendré otros
sesenta minutos para pensar boberías, muchas de las cuales te cuento en este
blog. Otras las guardo –bendito invento el ordenador– y de esas gavetas
electrónicas serán extraídas en un futuro por mis descendientes, porque eso de
publicar en soporte papel cada está más fastidiado (con jota).
Después de
unas semanas de polémica relacionada con los comedores escolares, respecto a si
eran asistenciales o no, se saca un conejo Paulino de la chistera, deja con el
trasero al aire, una vez más, al equipo de José Miguel, y anuncia –uno de los
diez preceptos de su enésimo decálogo– los talleres de inmersión lingüística
para este próximo verano. Por supuesto, nada mejor que una zambullida en tal
época de año. Llevamos años sumergiéndonos en piscinas extranjeras y no
percibimos los adelantos. Debió pensar Rivero que era por falta de combustible
y dedujo que no solo debía limitarse a la apertura estival de los colegios.
Abriría también los comedores. Y el personal deberá servir en inglés. A las five o´clock, of course.
Recuerdo que
en las anteriores crisis vividas soportábamos mejor las miserias, carencias y
necesidades. Intuyo que utilizábamos la imaginación porque no existía el actual
exceso informativo. Enterado hace bien poco que tenía una prima de riesgo sin que
ningún tío lo pusiera en mi conocimiento, hace unos días hemos iniciado la
senda del escrache. Palabra fea a más no poder. Y por la que, parece ser, los
políticos están enfadados porque no quieren que los molestemos. Ellos abogan
por una escuela en la que cada alumno puede hacer lo que le venga en gana sin
que nadie llame su atención. Para ellos. Para las nuestras, normas, preceptos y
leyes. Y la policía de por medio. Para que no nos descarriemos y vayamos a sus
casas a ponerles la publicidad en sus buzones.
Menos mal que
me queda menos para entrar en ese estado del bienestar al que alude cierto
estudio: “Los mayores de 65 años están resistiendo bien la crisis”. Y tanto es
así, que mantienen a hijos y nietos con la pensión. Percibida el 25 y casi no
alcanza fin de mes. El verbo escachar sí está en el diccionario. Si no lo
cogiste, dedícate al noble oficio de la política. Se abre ante ti un gran
futuro.
Si ahora
mismo se celebrasen elecciones, entre PP y PSOE (juntos) alcanzarían un 50% de
los votos. Lo que demuestra el crédito que ofrecen estos dos partidos ante una
sociedad que se halla estupefacta y
anonadada. Si uno intenta ser neutral para emitir opinión con ciertas dosis de
ecuanimidad, piensa que guarda algo de lógica en que esa valoración sea de tal
guisa hacia el partido que no ha cumplido una sola promesa electoral y que
ostenta el dudoso récord de haber llevado a cabo todo lo contrario.
Extraña mucho
más, sin embargo, el que los socialistas, partido de larga trayectoria, no
hayan sido capaces de poner un apósito consistente en el tremendo hueco por el
que se desangran y continúen con la
clásica tirita que no les aguanta la primer sístole. Y se suceden declaraciones
con las que intentan demostrar que tienen soluciones, cuando la inmensa mayoría
de la población desencantada reclama algo tan simple como quítense de ahí
porque han dibujado, y con creces, una ineptitud sin parangón.
Rubalcaba
sostiene que el Gobierno ha hecho el ridículo ante Europa con una cifra del
déficit amañada. Y no deja de ser cierto. Pero una vez acabado el crédito,
procede ponerse ante un espejo y darle la receta a la imagen reflejada. Eso, ni
caso.
Por aquí
también se prodigan las perlas. Manuel Marcos: “El PSOE está obligado a cambiar
para recuperar su capacidad de influencia”. Es decir, la culpabilidad recae en
la organización, no en sus dirigentes. ¿Cómo puede producirse ese cambio,
estimado amigo, con los mismos caretos? El pueblo ha perdido la confianza y
jamás la recuperarán con las mismas recetas. Ustedes han entrado en una etapa
anodina, reiterativa. Son como los viejos que acuden a los galenos y farmacias
con el único objetivo de ‘repetir’. Y eso no significa mejora, sino alargar
cuanto se pueda el padecimiento crónico. Mira qué fácil es. Basta con un
pronombre enclítico: ‘El PSOE está obligado a cambiarnos para recuperar su capacidad de influencia’. Aunque no capto muy
bien eso de la capacidad de influencia, te concedo el beneficio de la duda. Yo
hablaría de programas de actuación, pero lo mismo es mera cuestión de matices.
Se acabó la Semana Santa y hemos arrancado
con abril. Parece que en Chipre están peor. El que no se consuela…
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