El obispo
Bernardo Álvarez invita a los que más tienen a luchar por los más pobres y
necesitados. Así lo leí y así lo transcribo. Tal cual. Y sin que sirva de
precedente, totalmente de acuerdo con la autoridad eclesiástica. A la que me
atrevo a sugerirle que comience a predicar con el ejemplo. Porque entre esos
que más tienen se halla la Iglesia Católica.
Y para demostrar mi respeto, he utilizado las mayúsculas.
No creo que
el palmero ignore la inmensa riqueza con la que cuenta la institución
religiosa. He tenido la oportunidad de hablar en varias ocasiones con católicos
practicantes (hasta la médula; a perdonar, pero no sé dónde se halla localizada
el alma, de lo contrario lo hubiese escrito) que pudieron visitar El Vaticano y
retornaron renegados, o con un cabreo sordo provocado por el lujo desplegado
ante sus ojos. Porque a los clérigos les suele ocurrir lo que a los políticos:
pierden todo contacto con la realidad circundante. Y el Papa Francisco, intuyo,
está dando tímidos pasos a favor de practicar lo que en sus propios manuales se
estipula. Ojalá, por su propio crédito, no se vaya a quedar en meros gestos de
cara a la galería en estos primeros envites del mandato. Me aterroriza el que
pueda seguir la que yo denomino ‘línea rajoyana’.
Si difícil es
para un alcalde sostener que no hay dinero para acometer proyectos en su
ayuntamiento cuando él cobra 6000 euros mensuales, más complicado y sinuoso es
el discurso de una iglesia que atesora fortunas de escándalo y demanda que sean
otros los que echen una mano a los desvalidos.
Lo de
cualquier tiempo pasado fue peor, valdría aquí para no establecer la
comparación con aquél que corrió a los fariseos del templo (¿o eran simplemente
comerciantes?). Pero tampoco se estima conveniente realizar tales peticiones de
ayuda, cuando el boato, la parafernalia y la desmesura presiden los actos
religiosos en una semana en la que se recuerda el padecimiento y muerte del que
trazó las líneas que ahora parecen no seguirse. Sí, las de la humildad,
sencillez, cercanía, amor al prójimo y todo ese capítulo de buenas intenciones
que suele decirse pero no hacerse. Seamos serios y quizás se cumpla que a mayor
credibilidad, mayor espiritualidad.
Mientras haya
hambre y pobreza, no puede sostenerse un discurso por parte de una institución
que atesora la segunda mayor reserva mundial en oro, con paquetes importantes
de acciones en Wallstreet, que participa en consorcios relacionados con los
sectores inmobiliario y de la construcción, que posee ya la tercera parte de
las casas de Roma (repartidas en órdenes religiosas y exentas de impuestos, con
lo que las rentas de sus alquileres son íntegras para el incremento
patrimonial), que posee millones de hectáreas en terrenos por todo el mundo,
que presume de palacios cargados de ostentación, que es dueña de varias
entidades bancarias (quién es el propietario del Banco Vaticano?)…
Creo que no
es menester ceñirnos a la sede central, pues también hallamos muestras por
entornos más cercanos. ¿Por qué la demanda del ayuntamiento de Buenavista del
Norte, luego secundada por otros, para qué todas aquellas propiedades que se
hallen en alquiler o arrendamiento y no estén destinadas exclusivamente al
culto religioso, abonen el Impuesto de Bienes Inmuebles, la familiar
Contribución? No he cuestionado nunca la labor de cierto sector de la Iglesia, o de entidades
relacionadas con ella, en su intento de paliar las diferencias sociales. Pero
si el propio Papa ha lanzado en sus recientes mensajes que es necesario ir a
los problemas y no esperar pacientemente a que los desamparados vengan a
solicitar ayuda, es tanto como reconocer que en mucho se ha fallado hasta
ahora.
El problema
de la Iglesia
Católica es que siempre ha creído que España era su cortijo. ¿Hace
falta recordarte aquellas confesiones en nuestra época de colegiales? ¿Qué es
lo que siempre te preguntaban, los muy golfos? Con pelos y señales. Y se arrimó
al gobernante de turno en busca de cobijo y prebendas. No, si no hace falta
remontarme a la época franquista, porque seguimos en las mismas. Y si al menos
las ‘ganancias’ obtenidas hubiesen sido repartidas convenientemente, puede que
este comentario no hubiera visto la luz. Vendría a ser el equivalente, salvando
las distancias, de Robin Hood. Seguiría siendo un pecado, pero mucho más
venial.
Todo esto se zanjaría
si lo del estado aconfesional se llevara a rajatabla. Pero como acabar con las
ventajas que goza la Iglesia Católica
supone asimismo cerrar el grifo a partidos políticos, sindicatos, fundaciones y
una enorme tubería por la que salen euros a porrillo, nadie se atreve ponerle
el cascabel al gato. Y que solo equivaldría a dar cumplida cuenta de lo que la
propia Constitución establece.
Espero que a
don Bernardo no se le haya ido la olla. Como cuando lo de las jovencitas que te
provocan. Y es que, a veces, el subconsciente juega muy malas pasadas. No
obstante, le repito, en prueba de mi buena voluntad, que coincido en lo de
repartir con aquellos que lo están pasando canutas. Pero siéntese un fisco con
el administrador y haga un repaso del patrimonio de la diócesis. Espero que no
tenga que llegar al extremo que acontece en Alemania, donde se venden iglesias
por falta de clientes. Pero bien podría dejar un par de fincas de la
Isla Baja en régimen de medianería. U otras
fórmulas, que ustedes saben más que yo. Como no tengo propiedades, me pierdo.
Nada, hombre,
no hay de qué. A mandar. Cuando vaya para La Palma, ya le avisaré. Que la cosa está jodida y
los hoteles salen caros. ¿Me entendió, no? Eso, que hay que compartir.
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