Cuando te
enfrentas a diversas posibilidades para emitir tu comentario, se te acrecientan
las dificultades y pierdes más tiempo en dilucidar qué aspecto abarcar para
dejar programada la entrada del día siguiente. Y como ayer me llamaron la
atención unas cuantas cosillas, acabé por no romperme el coco y de ahí este
rompecabezas. Seguro que tú puedes completar con tu parecer las mal hilvanadas
líneas que estás a punto de leer.
Parece
oportuno comenzar con la
Infanta que ya no está imputada. La pobre, a pesar de ocupar
un cargo en el organigrama del tinglado que había montado su marido, no sabía
absolutamente nada de lo que allí se tramaba. O se cocía. Ignorantona a la
enésima. Dos de los tres magistrados que estudiaron el auto del juez que
tramita el caso Nóos no apreciaron los suficientes indicios como para sentarla
en el banquillo. En Zarzuela todos saltaron de alegría. Incluido el que está
medio cojo. Por fin se había hecho justicia. Su justicia, la recogida en la Carta Magna para general
escarnio de los que la espada de Damocles sí pende sobre nuestras cabezas. Sí,
ya lo había adelantado en uno de sus bodrios navideños: La justicia es igual
para todos. Se refería, obviamente, a todos nosotros (ellos). A los que tiene
regados en los portarretratos que pueblan los muebles de su despacho e
improvisado estudio televisivo. Puede que al que suscribe estos párrafos lo
investigue Hacienda por un ingreso extraordinario de la SGAE, aún no cobrado pero
declarado y sujeto a las retenciones fiscales, amén del elevado porcentaje que
se lleva la susodicha por la gestión de mis letras registradas, y que asciende
a la increíble cantidad de 5,89 euros. Hecho que casi me cuesta un viaje ante
el organismo correspondiente porque ese capital no me permitía confirmar el
borrador al ser un añadido a mi pensión de tal calibre que rompía los esquemas
del programa informático que gentilmente me atendió. ¿De risa? Sí, la misma que
esbozaba ayer doña Cristina en cuantas teles le enfocaron el careto o rostro.
Si yo fuera Casimiro, ya le estaría cambiando la denominación del auditorio de La Villa. Vaya que no hay gomeros
ilustres como para que la (des)imputada siga (des)mereciendo tal (des)honor.
Comienzan a
surgir candidatos en el seno del PSOE. O los periodistas han iniciado su
particular guerra de adivinazas. Me dijeron que Rubalcaba es aficionado al
Madrid. No me extraña. Y el parecido es cada vez más evidente. Un joven
ingeniero teguestero, secretario general de las Juventudes Socialistas de
Canarias, un tal Sergio Medina, lanza, sin tapujos, propuestas valientes de
cambios radicales. Con lo que estoy completamente de acuerdo, según he dejado
manifestado por escrito en repetidas ocasiones. Pero como eso no toca, Mariano
sigue flotando placenteramente. Vamos a ver, no obstante, si entre un Medina
por aquí, un Madina por allá y unos cuantos osados más tengan la suficiente intrepidez
de no dejar que todo se diluya en meras declaraciones, en buenas intenciones y
den un paso más. La edad no tiene que traducirse en un hándicap, pero en el
caso concreto del partido socialista se ha convertido en una losa. Y en estos
círculos cerrados es tanto el temor de perder canonjías que magníficos
dirigentes de las agrupaciones locales solo osan amagar, para retroceder ante
la severa mirada del jefe inmediato. ¿Alguien ha extrapolado conclusiones de
las encuestas a número de escaños en el Congreso de los Diputados? ¡Ah!, más
adelante.
Terminamos
con otro Alfredo. Don Alfredo Di Stéfano, un argentino ya muy mayor, que fue
excelente jugador de fútbol, de aquella época en que veíamos los partidos por
la radio de la mano de excelentes comentaristas que nos trasladaban a los
terrenos de juego con un simple micrófono. Y no los portentos actuales de la
tele de Willy. El presidente honorífico del Real Madrid se nos ha echado novia.
Por amor, por supuesto, porque interés no se le nota demasiado. Y los cinco
hijos del otrora as del balompié –parezco un tertuliano de Marca– han puesto el
grito en el cielo: ¿Dónde va el viejo –sentido cariñoso del término– con
semejante atrevida? No porque sientan temor ante el posible ridículo de tanto
marcapaso junto, sino ante la posibilidad de que los repartos ya no queden como
antes. Entiendo que no solo esté en juego el conjunto de antiguos balones que
don Alfredo puede tener en sus vitrinas. Puede que algo más hay detrás de la
jugada. Y los legítimos descendientes no quieren quedarse en fuera de juego. La
irrupción de otro árbitro en la contienda ha significado que el lanzamiento de
la moneda se haya interrumpido. Al menos hasta que un galeno determine si el
abuelete tiene sus capacidades mentales en estado semejante a las físicas. Lo
mismo sentencia que el protagonista no está en condiciones de meter gol alguno,
con lo que la secretaria quedaría compuesta y sin novio y los hijos tendrían
ante sí un horizonte más despejado, más libre y más directo hacia la lata del
gofio.
Y mañana
huelga en educación. Hasta el hermano del ministro se ha sumado. Lo que hay que
Wert.
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