De entrada, a
disculparme la ignorancia en si hayas lo debo poner en mayúscula o minúscula,
porque de las dos maneras lo he visto escrito. Y hago referencia a la peculiar
romería que se celebra en La
Guancha en este mes de agosto.
Este pasado
sábado estuve en la zona recreativa guanchera de El Pinalete en distendida
cuchipanda familiar. Y no es que presumamos de mucho comer, pero sí de vernos
de vez en cuando para charlar y cambiar impresiones. Amén de la consabida
reunión fraternal (propio de hermanos) de las tardes de los viernes. Ahí
escapamos con un cortado, unas galletas y poco más.
Allá a las
tantas, cuando ya el cuerpo te está pidiendo una siesta, y antes del comienzo
del particular bingo (diez céntimos el cartón), me di un suave pateo en
dirección al casco del pueblo. Un numeroso grupo de magos atípicos hacía cola
para que una guagua los transportara hasta el lugar en el que se daría inicio
al paseo romero que da título a este post de hoy lunes. Lo que vi no me gustó
nada. Porque recuerdo perfectamente que en la pasada edición la concejal
responsable de tal iniciativa (el transporte hasta la conocida cabaña es
abonado por el Consistorio, aunque luego buscan excusas para decirte que no hay
dinero cuando vas a solicitar cualquier otra cosa) vino a manifestar que “nadie
entra en la guagua que ofrece el Ayuntamiento para subir al punto de inicio sin
la vestimenta canaria apropiada”.
Después de la
celebración de la Romería
en honor a San Isidro (La
Orotava), la más bonita que hay en Canarias (lo dice la canción
popular, que no yo), ya dejé caer en algunos comentarios escritos, amén de las
conversas con los amigos que uno tiene en ese mundillo del folclore, que el tan
cacareado puritanismo (entiéndase por tal la exagerada escrupulosidad en el
proceder) que rodeaba la organización (Liceo Taoro) con respecto al cuidado y
esmero en la utilización de la vestimenta tradicional o típica. Algo que
también el ayuntamiento realejero había puesto en valor para las diferentes
actividades programas en sus Fiestas de mayo. Pues lo poco que vislumbré en las
retransmisiones televisivas, me señalaban excesos de gafas de sol, relojes,
intercambio de prendas y otros abalorios que mucho desvirtúan –al decir de las
propias recomendaciones de los organizadores– el eslogan del ‘como debe ser’.
Un mucho de
novelería y escaso respeto por la tan cacareada tradición es lo que un servidor
detectó en La Guancha. Dicho
de otra manera, para aquel carnaval, mejor dejar el traje a buen recaudo en el
armario y no estarlo sometiendo a pasatiempos, contratiempos y cachondeos.
Parece que en épocas de crisis –puede que propiciadas por los propios políticos
para que los ciudadanos no cuestionen sus carencias de gestión– abundan los
rescates y los recuerdos. Hay bajadas para todos los gustos: ramas, gofios,
aguas… Espantamos cigarrones, aves de mal agüero… Golpeamos las aguas
tranquilas de la mar, chingamos y echamos polvos, quemamos pólvora a mansalva…
Y bebemos
como cosacos. Cualquier bobería es momento oportuno para empinar el codo. Y al
rato, ni en el mejor circo hallamos payasos de tal enjundia. Todo amparado en
los antiguos ritos, usos y costumbres. Y si por un casual aquellos viejos
pudieran levantar la cabeza, se morirían otra vez; pero ahora de asco. En estas
carnestolendas de nuevo cuño sería muy interesante no mezclar conceptos.
Porque, reitero, la imagen que guardo en la retina del ganado esparcido por los
aledaños de la Plaza
de las Ferias no concuerda con esa supuesta remembranza de un hecho peculiar
que nuestros antepasados realizaban como un acontecer normal en la preparación
de los festejos de la Virgen
de la Esperanza.
¿Esperanzas
de que la situación mejore? Escasas, por no escribir ningunas. Porque los
representantes democráticamente elegidos se han aupado al carro de los
despropósitos. Y potencian los eventos porque estiman que el rédito en votos
puede ser de cierta trascendencia. Y los grupos calcomanías (viva El Hierro, la Virgen de los Reyes y todos
los bailarines) se privan, y nos privan, con saltos y brincos (menos los que
portan los tambores gigantes).
¿Tradición,
fervor, religiosidad? No me hagan reír. Fantasías, caprichos, ficciones… Todas
y más.
La foto se
corresponde con una Romería de Los Dolores, en Lanzarote. Pero vale lo mismo.
Gastar dinero en un traje para tratarlo así, no merece mayor comentario. En La Guancha, este pasado
sábado, ejemplos como el de la ilustración gráfica, a cientos. Un servidor no
tiene móvil y no llevaba la cámara en esos momentos. Pero reto a los posibles
lectores a que si se hacen con alguna instantánea, me demuestren que estoy
equivocado.
Tengan
cuidado con el calor. Beban, pero agua. La del Realejo no tiene flúor (en
exceso).
Convengo al cien por ciento lo que dice usted en este post. Menos mal que yo no soy el único en hacer ese llamado. Para esto, mejor aorganicemos un carnaval por el monte. Menos mal que alguien tiene ojos. Alabado sea Dios.
ResponderEliminarUn guanchero