No por mucho
madrugar amanece más temprano. Y no por mucho legislar se mejora la
convivencia. En España nos hemos sumergido en tal caos de leyes, a diferencia
de otros países no tan lejanos y no menos democráticos, que el ovillo de
disposiciones se enreda cada vez más. Máxime cuando la mayoría nace sin
consenso de ningún tipo, sino con el apoyo exclusivo del partido gobernante, y
al siguiente o posteriores mandatos son cambiadas sustancialmente cuando no
derogadas. Hemos pretendido ocupar el primer lugar en el escalafón y a fe que
lo estamos consiguiendo. Lo malo es que la cantidad no ha garantizado jamás la
calidad y el baile contradictorio en las interpretaciones se ha traducido en un
cúmulo tal de sentencias dispares que retrocedemos cada vez que al legislador
le entre una nueva ocurrencia.
Cuando
cualquier institución con un mínimo de sentido común aboga por elaborar
reglamentos claros, concisos, breves y el articulado justo y necesario, el
sistema bicameral implantado por la Constitución del 78 no escatima esfuerzos en
enrollarse como una persiana, con el consiguiente despilfarro económico, en
seguir emborronando papeles que en la práctica escasa utilidad nos deparan. Y
por si fuera poco, existen, aparte del ubicado en la Carrera de San Jerónimo
(obvio el Senado, muestra fehaciente de la ineptitud), otros diecisiete órganos
autonómicos encargados, asimismo, de que los caminos sean cada vez más
sinuosos. Y cuando creen que los unos se pisan competencias de los otros, se
enfrascan en disputas tales que vuelven a garabatear aquellos folios, logrando
que imperen la confusión y el caos más absolutos.
Ahí tenemos
dos ejemplos bien recientes: las leyes de Seguridad Ciudadana (que iniciará
pronto su trámite parlamentario) y la de Mejora de la Calidad Educativa
(que los populares han aprobado en la triste y penosa soledad de su mayoría
absoluta).
Todos los
ayuntamientos han tenido desde los tiempos de la célebre Maricastaña una
ordenanza de Policía y Buen Gobierno (vete a saber cómo demonios se llamará
ahora). Todas las Comunidades Autónomas, desde el mismo instante en que
asumieron las competencias que sus respectivos Estatutos les conferían, a
plasmar artículos de por los lugares que podíamos caminar y por los que no, qué
nos estaba permitido y qué no… Y todo lo escribieron para que no se nos
olvidara. Porque ellos, los que dictan, piensan que los demás somos bobos.
Bueno, en realidad creen que somos como ellos.
Ahora este
ministro que tenemos del Interior, y que suele ponerse algo nervioso,
aconsejado por sus correligionarios “escrachados” –que no escachados–, ha
creído que es conveniente blindarse, y con amenazas de sustanciosas multas,
pretende señalarnos que a sus ilustrísimas no se les puede molestar. Jamás. Ni
en el uso de sus funciones ni cuando van al cine. Sí, intocables. Y claro,
cuando a ti te tocan hasta los mismísimos cuando a ellos les vienen en gana, el
que tú no puedas expresar tu enfado, te da un no sé qué. Pues no se te ocurra,
porque si los mandas al carajo lo mismo te cuesta unos cuantos miles.
Es –será, que
para eso tienen apoyos suficientes– una ley que regulará la seguridad de
infinidad de cargos públicos de este país a costa de colocar, como en las
mejores épocas de un pasado desgraciadamente no tan lejano y añorado –se
intuye–, por muchos de los que se sientan alrededor de Mariano, una mordaza a
los discrepantes. Y todo ello amparado, qué paradojas, por la supuesta libertad
de expresión, manifestación y otros vocablos terminados en ón, como saxofón.
Si un día voy
a Madrid y me retrato vestido de payaso al lado de un león a la entrada del
Congreso de los Diputados, es capaz que venga un policía y no solo me llame la
atención sino que me tome los datos y me presente una denuncia por provocador.
Y en justa correspondencia, ¿por qué no traspasa la puerta de entrada, se
dirige al hemiciclo y hace idéntica jugada con los 350 que cada día ‘actúan’ y
además cobran por sus espectáculos? A lo peor me bloquean este canal de
expresión por sentirse ofendidos. Y generalizar.
De la séptima
ley educativa, ¿qué decir? Nada, ya se encargó José Miguel Pérez (líder –no te
rías– de los socialistas canarios –menos los de La Palma, El Hierro, Tacoronte,
El Tanque…–) de anunciar el recurso de inconstitucionalidad. Prueba inequívoca
de la seguridad que tiene en ganar las próximas elecciones.
Este pasado
fin de semana vi, y escuché, el ‘enfrentamiento’ entre Eduardo Madina y el
ministro Jorge Fernández. Y pensé lo que a buen seguro habrán hecho muchos de
ustedes. Sentí hasta cierta alegría en no ver por allí a Rubalcaba. Me imagino
se estaría recuperando del plantón granadino. Perdón por la mezcla, pero como
me han dicho que en unas semanas se producirá la retirada de tres concejales,
de los seis existentes, del grupo de Coalición Canaria en el ayuntamiento
realejero (entiendo que serán sustituidos por savia nueva)…
Te creo mucho
más inteligente que yo para deducir el porqué de los puntos suspensivos. Vamos
a ver qué nos depara este último mes del año. Por lo pronto ya sé que la
pensión me va sufrir un brutal incremento. Pobrecita. ¿Resistirá la primera
solicitud de cualquiera de los dos nietos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario