Un año más La Florida celebró sus ya
célebres festejos en honor a San Antonio Abad. Entre los que destaca el clásico
puchero. Acontecimiento que congrega en el barrio villero un buen número de
noveleros. A un servidor, con familiares por vía paterna en el entorno, jamás
se le ha ocurrido dirigir sus pasos al lugar para degustar el cocido (guisado)
bien amasado con el gofio de rigor. Lo mismo me tumba la acidez. En serio,
llevo unos días que para qué contarte. Menos mal que todavía tenemos sal de
fruta. Eno, por supuesto. El vacío ya lo deposité en el contenedor de vidrio.
Y cuando los
espectadores afloran en cantidades notorias, debe saber usted que a los
políticos se les ponen inmediatamente las orejas bien tiesas. Y piensan que
puede haber en la congregación un buen vivero de posibles votos. Y se lanzan a
la aventura de hacerse notar. Y se hacen acompañar de retratistas y aparejos. Y
si cuentan con un elegante cartel, como el que se observa en una de las fotos
(Gracias, Canarias), miel sobre hojuelas.
Tras la
visita del ministro Wert a la catedral lagunera, el séquito canario agarró la
autopista y vínose para los altos de La Orotava.
Eso sí, previamente se habían despojado de las prendas
verdes. No fuera que se las metieran, como las coles, en los calderos. Con un
chaleco, el humo de los fogones y el clamor popular les bastaría para combatir
el relente. Que en la zona se deja notar que da (dis)gusto.
El gabinete
de prensa del ayuntamiento se dio complacencia, gozo y amenidad captando
instantáneas de Rivero, Alonso y Linares. Cabezas visibles del selecto ganado,
siempre en primerísimo plano. Porque mayo de 2015 no está demasiado lejano. Las
juventudes nacionalistas (aunque ni sepan lo que es eso ni hayan leído jamás
tratado alguno al respecto) arropaban en todo momento los instantes gloriosos
del ‘removido’. Por ejemplo, allí estaba mi amigo Eduardo con la mirada atenta
por si a Paulino se le ponía dura (la mezcla) y tenía que acudir en su ayuda.
Fíjate bien
en las ilustraciones que acompaño para darle un poco de salsa a estas líneas.
Son tan gráficas que enseñan que es un tormento. Caben interpretaciones a
porrillo. Aunque la más simple sea la de captar la caradura de quienes utilizan
a la gente, a un colectivo implicado hasta la médula, en beneficio propio, el de
sus intereses partidistas y partidarios. Hasta Juan Dóniz, que lleva en el
consistorio más de media vida, se erigió en fotógrafo oficial. Y es que piensa
batir –apenas le queda un suspiro– el récord de Isaac (hace tiempo que no lo
veo) en la ardua tarea de la defensa de los sufridos contribuyentes.
Yeyo Abreu,
celoso él de las andanzas de su jefe inmediato, púsose en contacto con los
socialistas villeros y sumose asimismo a la fiesta. No se tiene constancia de
que le haya dado al palo (o cuchara gigante) para voltear el contenido de uno
de los múltiples recipientes. Pero sí que se mandó una buena porción del
amasijo. Y otros consejeros cabilderos, tan –más o menos– militantes de la
santa causa como él mismo, merodearon entre la concurrencia por si se extraviaba
algún voto del vivero que sembrara en su día las AIO.
Por este
puchero politizado no se vislumbró a Manuel Domínguez. En su condición de jefe
insular popular. Ni al calco joven de mi amigo Rubén, el palmero Asier Antona
(jefe regional, parlamentario, consejero del Cabildo, marido de otro suculento
sueldo y el que vale, vale). Y es una pena. Con toda probabilidad estarían
dándole vueltas a la cabeza para intentar resolver los sarpullidos de San Juan
de la Rambla y
Santa Úrsula. Sin percatarse de que las penas con un buen puchero son menos.
Los grupos folclóricos
con cuerpo de baile suelen interpretar con frecuencia el denominado Tango de La Florida. Cuya letra me he
permitido cambiar porque la ocasión bien lo merece. Y propongo a la Agrupación Folclórica
de Higa, del villero barrio de La
Perdoma, la incluya en su repertorio. Máxime cuando el
aludido concejal Eduardo Rodríguez fue miembro de la misma hasta que optó por
la permuta a otra profesión más remunerada (aprende, Moisés). Vamos allá:
Hasta el puchero
de La Florida
/ se vino Paulino con mucha alegría.
Lo trajo
Linares, y a Alonso también, / bailaron, comieron, lo pasaron bien.
Juan Dóniz
atento, mucho retrataba, / y hasta los de prensa, nada se escapaba.
Se fueron al
monte, en busca del voto, / pensando en el juego de la Bonoloto.
El Yeyo
celoso, también acudió, / “jorqueta” no tuvo, / gofio no amasó.
Y así…
El puchero
del próximo año tendrá el horizonte cercano de las elecciones municipales.
Vayan preparando nuevos espacios porque la congregación de ganado deberá
adquirir unas proporciones jamás imaginadas. Más de dos patas que de cuatro.
Este festejo popular (de pueblo) aspira a ser Bien de Interés Cultural. No se
preocupen, está en la lista de aspirantes, junto al blog del presidente. Todo
se andará.
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