lunes, 7 de abril de 2014

Colocada

Si creen que la utilización del adjetivo de marras va por el incidente sufrido por doña Esperanza Aguirre en la Gran Vía madrileña, les aseguro que están completamente equivocados. No me hallo en condiciones de atestar que la susodicha se encontrara o encontrase en dichos instantes en un estado eufórico debido a la ingesta de cualquier sustancia prohibida por el código de la circulación. Líbreme Mariano de pensamientos tales, a pesar de su más que sugerente ¡Viva el vino!, o del quién me va a decir a mí cuánto debo beber (Ansar dixit).
Hay una acepción de este adjetivo, recogida en el diccionario, que las gentes inmersas, o ya en puertas, en la etapa jubilosa hemos escuchado con bastante frecuencia a lo largo de nuestra vida. Estuve media vida colocada en la casa de fulano de tal o menganita de cual, aún se le oye a más de una abuela cuando rememora épocas pretéritas de trabajos, penas y sacrificios. Ni pocos años no estuve yo colocada. Años duros de reverencias y genuflexiones por sueldos de miseria.
Sí, se pone de manifiesto en el libro gordo (de Petete) que colocado (o colocada) significa tener un empleo. Con el incremento notorio del paro el vocablo ha entrado en franca decadencia. Debe ser ello el motivo por el que los jóvenes, y no tanto, de ahora mismo ignoran lo que la palabreja también representa. Porque para este sector poblacional los coloques son bien diferentes.
Viene todo el exordio a colación del último viaje del Imserso. Y en cada uno aprendo algo nuevo. Aunque sigo destacando el alto grado de irritación que nos invade cuando nos embarcamos. Sí, embarcado es estar en otro lugar diferente al de la residencia habitual, es estar fuera, preferentemente en otro país. Cuántos no se embarcaron para Venezuela y Cuba, mero ejemplo. Y ya he escrito que los viejos… (fui un momento a mirarme en el espejo) se vuelven incordios. Y se creen en el derecho a exigir todo. Y protestan por todo. Y todo les parece poco. Y no sigo.
Y ya que me embarqué en la aventura del comentario, espero y deseo que los gobiernos de turno sigan mimando el programa de Mundo Senior. Basta con ver cómo descienden los cargamentos de ensaimadas por las escalerillas del avión para hacerse una idea de lo que se mueve en su derredor. Sería necesario, no obstante, hacer un cursillo acelerado acerca de la utilización de las tarjetas de crédito. Evitaríamos así el espectáculo de pagar en efectivo las excursiones en cada viaje. No sea que algún liviano atente algún día contra cualquier incauto pensionista que pasea parsimonioso con un fajo de billetes en el bolsillo. Puede que mucha parte de culpa la tengan los propios bancos con sus prácticas indecorosas que han vuelto desconfiados a los impositores.
Al regreso, al retomar la práctica cotidiana de teclear estos párrafos diarios, me encuentro con estas tres fotografías. Que, bajo mi peculiar manera de ver y enfocar la política, la gestión, están mal ‘colocadas’. No llevé el portátil y con el móvil de mi mujer no me aclaro. Torpe que soy y ya no tengo remedio. Pero tampoco estoy afligido. Expliquémonos:
Comencemos por la que alude a la presentación del cartel de la Semana Santa. ¿Será posible que no vea yo el momento en que los organismos públicos se deslinden (se desliguen) de los asuntos religiosos? ¿Qué pinta un ayuntamiento –aunque todos se suben al carro y si hay una foto de por medio, mucho más– en un acto que debe restringirse a las más estrictas intimidad y creencia de cada cual? Que yo sepa no se trata de la presentación de las fiestas patronales del lugar. Porque son los propios religiosos quienes ponen el grito en el Cielo cuando equiparamos este ’evento’ con días de holganza. Seamos, pues, consecuentes. ¿Aporta el ayuntamiento dineros de sus presupuestos para estos actos? En fin, dudas existenciales, como no podía ser de otra manera.
En la del archivo municipal no sé qué es lo que pretende destacarse. Porque la información alude a un convenio para catalogar y clasificar documentos. Y como las estanterías están vacías, me pregunto que para sacar una instantánea al concejal junto al archivero y una tercera persona que no tengo el gusto bastaba con echarse un cortado en la cafetería de enfrente con el móvil de cualquiera de uno de ellos. Es como cuando te remiten una nota con un comunicado sobre el cultivo de la papa bonita y te adjuntan el careto del edil del ramo. Que a lo peor no ha jalado por la guataca en su vida (ni en bajada), pero que pueden ganar algunos votos inocentes.
Y la última, la de don Antonio González (al que tuve el honor y la tremenda suerte de entrevistar en su casa de la vega lagunera, qué gran persona), cuyo busto podemos  (obra de mi compadre Paco) contemplar en la Avenida de Canarias. De verdad de la buena, ¿qué explicación tiene la presencia de Adolfo y Manolo en la instantánea? Y con los pies cortados. ¿Para que no se vea que pisan el césped? Y en primer plano. Para destacar qué es lo importante. Don Antonio, el mago del Realejo, colocado atrás. Habiéndolo conocido, seguro que no le daría la mayor trascendencia. Pero no me gustan estas burdas maneras de ganar adeptos y simpatías. Lidiar con los problemas de un pueblo exige algo más que mercadotecnia, propaganda y publicidad. Hechos y no poses. Y lo mismo nos ahorramos unos sueldos. Lo malo es que dejarían de estar colocados.
Hasta mañana.

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