Si creen que
la utilización del adjetivo de marras va por el incidente sufrido por doña
Esperanza Aguirre en la Gran Vía
madrileña, les aseguro que están completamente equivocados. No me hallo en
condiciones de atestar que la susodicha se encontrara o encontrase en dichos
instantes en un estado eufórico debido a la ingesta de cualquier sustancia
prohibida por el código de la circulación. Líbreme Mariano de pensamientos
tales, a pesar de su más que sugerente ¡Viva el vino!, o del quién me va a
decir a mí cuánto debo beber (Ansar
dixit).
Hay una
acepción de este adjetivo, recogida en el diccionario, que las gentes inmersas,
o ya en puertas, en la etapa jubilosa hemos escuchado con bastante frecuencia a
lo largo de nuestra vida. Estuve media vida colocada en la casa de fulano de
tal o menganita de cual, aún se le oye a más de una abuela cuando rememora
épocas pretéritas de trabajos, penas y sacrificios. Ni pocos años no estuve yo
colocada. Años duros de reverencias y genuflexiones por sueldos de miseria.
Sí, se pone
de manifiesto en el libro gordo (de Petete) que colocado (o colocada) significa
tener un empleo. Con el incremento notorio del paro el vocablo ha entrado en
franca decadencia. Debe ser ello el motivo por el que los jóvenes, y no tanto,
de ahora mismo ignoran lo que la palabreja también representa. Porque para este
sector poblacional los coloques son bien diferentes.
Viene todo el
exordio a colación del último viaje del Imserso. Y en cada uno aprendo algo
nuevo. Aunque sigo destacando el alto grado de irritación que nos invade cuando
nos embarcamos. Sí, embarcado es estar en otro lugar diferente al de la
residencia habitual, es estar fuera, preferentemente en otro país. Cuántos no
se embarcaron para Venezuela y Cuba, mero ejemplo. Y ya he escrito que los
viejos… (fui un momento a mirarme en el espejo) se vuelven incordios. Y se
creen en el derecho a exigir todo. Y protestan por todo. Y todo les parece
poco. Y no sigo.
Y ya que me
embarqué en la aventura del comentario, espero y deseo que los gobiernos de turno
sigan mimando el programa de Mundo Senior. Basta con ver cómo descienden los
cargamentos de ensaimadas por las escalerillas del avión para hacerse una idea
de lo que se mueve en su derredor. Sería necesario, no obstante, hacer un
cursillo acelerado acerca de la utilización de las tarjetas de crédito.
Evitaríamos así el espectáculo de pagar en efectivo las excursiones en cada
viaje. No sea que algún liviano atente algún día contra cualquier incauto
pensionista que pasea parsimonioso con un fajo de billetes en el bolsillo.
Puede que mucha parte de culpa la tengan los propios bancos con sus prácticas
indecorosas que han vuelto desconfiados a los impositores.
Al regreso,
al retomar la práctica cotidiana de teclear estos párrafos diarios, me
encuentro con estas tres fotografías. Que, bajo mi peculiar manera de ver y
enfocar la política, la gestión, están mal ‘colocadas’. No llevé el portátil y
con el móvil de mi mujer no me aclaro. Torpe que soy y ya no tengo remedio.
Pero tampoco estoy afligido. Expliquémonos:
Comencemos
por la que alude a la presentación del cartel de la Semana Santa. ¿Será posible que
no vea yo el momento en que los organismos públicos se deslinden (se desliguen)
de los asuntos religiosos? ¿Qué pinta un ayuntamiento –aunque todos se suben al
carro y si hay una foto de por medio, mucho más– en un acto que debe
restringirse a las más estrictas intimidad y creencia de cada cual? Que yo sepa
no se trata de la presentación de las fiestas patronales del lugar. Porque son
los propios religiosos quienes ponen el grito en el Cielo cuando equiparamos
este ’evento’ con días de holganza. Seamos, pues, consecuentes. ¿Aporta el
ayuntamiento dineros de sus presupuestos para estos actos? En fin, dudas
existenciales, como no podía ser de otra manera.
En la del
archivo municipal no sé qué es lo que pretende destacarse. Porque la
información alude a un convenio para catalogar y clasificar documentos. Y como
las estanterías están vacías, me pregunto que para sacar una instantánea al
concejal junto al archivero y una tercera persona que no tengo el gusto bastaba
con echarse un cortado en la cafetería de enfrente con el móvil de cualquiera
de uno de ellos. Es como cuando te remiten una nota con un comunicado sobre el
cultivo de la papa bonita y te adjuntan el careto del edil del ramo. Que a lo
peor no ha jalado por la guataca en
su vida (ni en bajada), pero que pueden ganar algunos votos inocentes.
Y la última,
la de don Antonio González (al que tuve el honor y la tremenda suerte de
entrevistar en su casa de la vega lagunera, qué gran persona), cuyo busto
podemos (obra de mi compadre Paco)
contemplar en la Avenida
de Canarias. De verdad de la buena, ¿qué explicación tiene la presencia de
Adolfo y Manolo en la instantánea? Y con los pies cortados. ¿Para que no se vea
que pisan el césped? Y en primer plano. Para destacar qué es lo importante. Don
Antonio, el mago del Realejo, colocado atrás. Habiéndolo conocido, seguro que
no le daría la mayor trascendencia. Pero no me gustan estas burdas maneras de
ganar adeptos y simpatías. Lidiar con los problemas de un pueblo exige algo más
que mercadotecnia, propaganda y publicidad. Hechos y no poses. Y lo mismo nos
ahorramos unos sueldos. Lo malo es que dejarían de estar colocados.
Hasta mañana.
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