Retornamos,
con mayor fundamento si cabe, a esta manía de alongarme al balcón de Pepillo y
Juanillo. Porque los pobres estuvieron medio abandonados la pasada semana por
mor del dichoso capricho viajero que me ha entrado en esta etapa jubilosa. Menos
mal que les dejé unas presentaciones fotográficas del anterior a Ibiza. Por lo
que la amenaza de las siguientes ‘canarionas’ queda plasmada por escrito. Ya en
Facebook se asoman las primeras instantáneas.
El pasado
sábado tuve un día completo. A eso de próximo a las dos –que decía siempre mi
madre– nos citamos ocho docentes (cuatro jubilados y otros tantos en activo;
así está España: mitad y mitad) en indeterminado lugar de este Norte tinerfeño
para ‘mandarnos’ un solomillo, al tiempo de criticar lo que menester fuere y
arreglar este caótico mundo antes de alcanzar los postres. Cumplidos los
objetivos programados y adquiridas, sin mayores esfuerzos y agobios, las
competencias básicas, nos retiramos discretamente a nuestros aposentos –cada
cual al suyo– para continuar en la siesta con la planificación de la próxima
convocatoria.
Concluida la
pertinente reflexión, heme en la villera Sala Teobaldo Power para asistir a la
segunda edición del encuentro Margullando tierra adentro, que organiza la Agrupación Folclórica
de Higa. Y que tomó el nombre de un proyecto que iba a tener lugar en la
portuense Sala Timanfaya y que la crisis, o vaya usted a saber, no dio opción a
que arrancara. Pero el colectivo perdomero no se desanimó y se vino a margullar
algo más arriba, hacia los altos. El pasado año invitó a los buenos amigos de
Guanapay, de la muy noble Villa de Teguise, y en la presente ocasión llegó
desde Guía de Gran Canaria el grupo Lairaga del Norte. Pero vamos por partes:
Nada más
entrar en el recinto, una aún caliente grabación –por la consabida expresión de
recién salida del horno– era la carta de presentación. Aquella antigua del año
1993, en formatos de casete y disco de vinilo, se adaptaba a los tiempos que
corremos (otro tópico). Ya la escuché ayer por la mañana. Aconsejo que la
adquieran. Los no creyentes –es mi caso– pueden realizar un ejercicio bastante
fácil. Que consiste en olvidarse de los Canto de entrada, Gloria, Credo,
Ofrenda, Santo, Comunión… y escuchar con sumo deleite los Siote, Tango de La Florida, Tajaraste de El
Amparo, Folías, Sorondongo de Lanzarote, Isa majorera… Era lo que un servidor
ejercitaba cuando formaba parte de la agrupación que lleva por nombre el de una
extensa zona de excelentes viñedos y tenía que acudir a contados preceptos
religiosos.
Eran muchos
los que habiendo escuchado la interpretación que cada año tiene lugar en la Iglesia de La Concepción, antes de
que parta la romería en honor a San Isidro, demandaban el correspondiente
soporte sonoro. Y ya es una realidad. Y es en los tiempos difíciles cuando se
valoran sobremanera estas iniciativas, Y a pesar de las dificultades, también
económicas, Higa hizo suya la sentencia del escritor y humanista Giovanni
Bocaccio, el autor del célebre Decamerón: Vale más actuar exponiéndose a
arrepentirse de ello que arrepentirse de no haber hecho nada.
Antes de que la Escuela de Folclore
abriera el acto, estuve charlando unos minutos con el alcalde orotavense. Con
Francisco Linares hemos compartido largas conversas. De lo divino y de lo humano.
Y no fue menos en esta (pen)última. Él fue el designado para recibir el
galardón de la Cachimba
de plata. No olvidemos que el local de ensayo de Higa es el antiguo secadero de
tabaco de La Marzagana.
Tras la
demostración de los significativos avances de los alumnos, tanto en cuerdas
como en baile (algunos de estos ya participan con los ‘grandes’), con algunos
temas cuyas letras me eran conocidas, y como es de bien nacidos el ser
agradecidos, debo felicitar muy efusivamente a los respectivos directores,
Ernesto y Moisés, por la incansable y loable labor que desarrollan. Porque
Higa, aparte de un magnífico grupo, es una cuna, una fuente en la que han
bebido innumerables ejemplos que se hallan dispersos en diferentes entidades,
dando buenas muestras de un quehacer ‘mamado’ desde sus raíces.
Lairaga del
Norte nos vino desde Guía de Gran Canaria. Como siempre me ha caracterizado la
sinceridad ante todo, lo que no me ha librado de ciertas incomprensiones, debo
manifestar que no me gustó el grupo. Con carencias harto significativas en
voces y aspectos musicales. Ya los conocía de su participación en el Festival
de las Islas de mi pueblo (año 2013), pero me sorprendieron… a peor. Como
tampoco el injerto de cuerpo de baile (de Los Cabuqueros aruquenses; hago ascos
de este tipo de inventos y considero que es un insulto a la más común de las
inteligencias), en el que algunos componentes deberían ser conscientes de las
limitaciones que la edad impone. Me acabo de mirar al espejo y creo que cuando
ya no arrastre bien las patas, no subiré a un escenario a dar lástima. Por
supuesto que es mi opinión, sujeta a las mismas normas que yo aplico. Faltaría
más que la libertad amparada en la Constitución no rigiera los dictados que se
argumenten en cualquier foro.
Juan Pablo
(timple) y Daniel (guitarra) nos invitaron
a un viaje virtual por las ‘américas’. Y a fe que consiguieron
divertirnos, entretenernos, complacernos. Y concluimos con una polca (Danza de
los enanos) que movió más de un esqueleto en los asientos de la sala. Con Juan
Pablo hablaba luego de aquellos inicios en el Navidad viajera, del libro de Los
Sabandeños y de otros menesteres de menor enjundia. Mis públicos parabienes a
ambos. Y a Cari, la presentadora, tan joven como siempre, antes de que me
olvide y me eche los trastos.
Cerró el
espectáculo, como no podía ser de otra manera, la agrupación folclórica de
Higa. Son buenos, coño. Suenan bien y bailan de ensueño. Solistas (mi afecto a
Macu, de espectadora por un problema en sus cuerdas vocales), coros y música
bien conjuntados y con una vocalización que mucho echamos en falta en
demasiadas actuaciones. Porque el que no se entienda lo que se canta es pecado
mortal que Ernesto se ha encargado de pulir. El sabor añejo de sus 34 años
sigue provocando exquisitos aromas. Creo, Linares, que deberás tenerlos más en
cuenta. Sí, un fisquito más. Se lo merecen. Y a los responsables políticos de
las fiestas de mi pueblo, no solo son vecinos –casi dándose la mano con La
Cruz Santa– sino que en un pasado no tan
lejano dieron el callo como unos realejeros más. Son dignos acreedores a
representar a Tenerife en el próximo festival de las islas.
Me marché con
buen sabor de boca. Y mira que a veces soy incordio. Me encantó Higa y animo a
sus componentes a seguir dando el callo. Espero que el próximo año, para su
tercer festival, traigan un grupo palmero. Ya toca. Y cuando se celebre el
intercambio y corresponda devolver visita, me avisen porque me apunto. Como
también lo haré cuando salga esa proyectada incursión a Madeira. No me lo
pienso perder.
Y al final
alguno podrá pensar que no soy objetivo, que se me ve el plumero. Aunque yo en
música soy de la escuela de Elfidio
Alonso (ya voy por la página 257, Fran), no pierdo la esperanza. Entendidos, no
obstante, me ratificaban que la Asociación Cultural “A. F. de Higa” se halla en
buen momento de forma. Ello me congratula. No saben cuánto. A todos los que
actualmente forman parte de la tripulación, mis más encendidos ánimos. Y a su
incombustible capitán, Benito, mi reconocimiento y afecto.
Concluyo:
compra el CD de la Misa. No
solo porque vale la pena, y no es poco, sino porque contribuyes a echar una
mano para que puedan seguir surcando estos mares de crisis. Reitero, Higa, mi
enhorabuena. A seguir en la brecha. Y nunca las mañas pierdan.
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