A pesar de
que el Mundial se halla en plena salsa, los aconteceres ciudadanos no han
remitido de manera significativa. Puede que sea debido a la tremenda paliza que
sufrió la pandilla (equipo) del noble Del Bosque, con lo que los españoles han
visto decaída su euforia campeona (ay, la que nos aguarda con Chile) y se han
dedicado a pensar en cosas más serias.
Ayer por la
mañana, tras el desayuno informativo de marras, pude percatarme de que mucho
tendrá que aportar el sustituto de Rubalcaba al frente del PSOE para que en
este país disminuya considerablemente esa sensación de impunidad que parece
rodear cuanta actividad guarde algún tipo de relación con lo público. Y lo
manifiesto en el convencimiento de que no ha sido ajeno el Partido Socialista a
este tipo de componendas. Por lo tanto, bastante habrá que arreglar para que
desaparezcan las etiquetas del todos son iguales o la nueva modalidad de la
casta.
Vamos con un
pequeño muestrario de lo bien que estamos gestionando un dinero que se dice de
todos, pero que, y a los ejemplos me remito, parece que no es oro todo lo que
reluce:
En Arona, y
en el transcurso de once años, nada menos que unos 92 millones de euros se han
gastado de una manera supuestamente ilegal. Es decir, contaban con algún
informe negativo. Y uno se pregunta si al Secretario o Interventor les basta
con emitir el juicio pertinente o debe ir más allá al estimar que los políticos
persisten en continuar con sus desmanes. Se supone, de otra parte, que la
contabilidad municipal tiene que estar sujeta a los controles de organismos
superiores, llámese Tribunal de Cuentas o como demonios sea. Pero da la
impresión, por el montante económico que se presupone mal gestionado, de que
las perras estaban en una gaveta a disposición del que metiera la mano.
Don José
Manuel Soria tiene un hermano llamado Luis que fue consejero en el gobierno
autonómico cuando el ministro estaba aliado con los chicos de Coalición
Canaria. Parece que el popular y fraternal pariente se halla ahora encargado de
vender a los consistorios determinadas empresas para cuando se nos vaya la luz
en la calle, es un ejemplo, nos ¿escuchen? desde la Península. Y con cuatro
operarios atiendan a todos los ayuntamientos que opten por la privatización de
los servicios. Como en mi pueblo. Gobernado por el presidente insular del PP y
que ya, entre otros, ha recibido la visita de Soria II (quien ya tuvo sus
jaleos en su etapa pública) para interceder por unos amigos (de la familia) y
que se presenten al concurso por el que Manolo despedirá a los electricistas
del pueblo, los de toda la vida, y los cambiará por otros de más bajo consumo.
Corren más que los electrones. No se les ve el plumero ni nada.
Un hijo de
Gallardón, el ministro encargado de impartir Justicia, puede que bajo la
influencia de sustancias que suelen subirse a la cabeza, conducía, como
Aguirre, por los Madriles de sus amores. Y algo sospechoso debió hacer porque
la policía lo caló. Y este del amor filial, aguijoneado por las enseñanzas de
quien fuera presidenta de la
Villa y Corte, tomó, como aquella, las de Villadiego y dejó a
los agentes con tres palmos de narices. Los entendidos, y a ellos les sobra,
saben perfectamente que todo se dilucida con un simple juicio de faltas y la
carcajada cuando el juez le estipule la multa a pagar se escuchará en el
Palacio de la Marquesa
de la Sonora,
allá por la calle de San Bernardo.
No hay nada
como ser militante del partido que gobierna en cualquier lugar. Ya que
estábamos con don Alberto, el que es más de derechas que su propio padre (dicho
por él, que no por mí), declarar que tienen una muy particular manera de
aplicar la medida de gracia del indulto. Ahora le ha tocado el turno a cierto
guardia civil por el mero hecho de ser el hijo de un dirigente popular. El
cual, condenado por grabar una agresión sexual mientras reía a mandíbula
batiente, seguirá descojonándose (el pronominal descojonarse figura en el DRAE,
con el significado de desternillarse o troncharse de risa) de todos nosotros
porque papi puede mucho. Tan valiente es el magallote
que fue a esconderse a la casa (del padre). Iría a confesarse. Y arrepentirse.
Y un añadido:
La justicia (ahora en minúscula) empeñada en seguir estableciendo diferencias
entre pobres y ricos, pudientes y pobres diablos. Y los periodistas,
normalmente vendidos al pesebre más surtido, en vez de contar la realidad con
total asepsia se dedican a confundir el tocino con la velocidad y los chorizos
de Teror con las morcillas de Sotopalacios. Viene esto último a cuento de una
información que leí acerca de la presentación de Eduardo Madina, uno de los
candidatos socialistas. Que la llevó a cabo en un pasillo del Senado junto al
busto de Ramón Rubial. Puede que el plumilla de marras ya se haya decantado por
alguno de los contrincantes del vasco, porque no sé a cuento de qué vienen
expresiones como las que te transcribo a continuación y que parecen querer
indicarnos las excelentes dotes de psicólogo, cuando no de adivino. Debió
molestarle muy mucho que el joven aspirante no se dirigiera a la opinión
pública con una sonrisa de oreja a oreja, que venía dispuesto a comerse el
mundo y que, en lógica consecuencia, bailaba un aurresku con soltura inusitada.
Por ello no me explico lo de gestos
ajenos, mirada perdida, impropios titubeos, hombre indeciso, tal vez
pusilánime, cara de asustado, rostro desencajado… Demasiados
calificativos para adornar la información de un hecho. Como los comentaristas
deportivos. Intuyo que al susodicho le hubiese encantado algo más andaluz. Para
gustos, colores, pero no vituperemos más aquellos sagrados conceptos de la
imparcialidad, neutralidad y… Hasta mañana.
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