Este pasado
lunes fue el día más triste en la dilatada trayectoria de Antonio Castro
Cordobez. El palmero, por el que no pasan los años (más de cuatro décadas en
política y sin una cana), paradigma de la tan ansiada renovación, sujeto que se
ha sentado en multitud de poltronas de todos los tamaños y colores, objeto
incombustible ante todo tipo de incendios y chamusquinas, adalid de la oratoria
y Marqués de La Caldera,
se halla apesadumbrado, afligido, abatido, dolorido. Los presidentes de los
cabildos, los siete, le han hecho un feo, una desconsideración. A él, al gran
Antonio, al que ha entregado su vida para luchar con denuedo, tesón, arrojo
y bizarría por el bienestar de los
canarios, al constructor de puentes y viaductos que han unido a pueblos
dispersos y desanimados, al…
No hay
derecho que le hayan dado plantón. Él se merece mucho más. Porque esta mancha
quedará adherida como una bola de piche al uso. Qué van a comentar los enanos
en la próxima bajada. No, no vale la disculpa de que habían avisado, pues a un
político (y en los presidentes que cabildean los hay de todas las ideologías) se
le presupone que no debe cumplir las promesas. No, no y mil veces no. Tamaño
desagravio a un “órgano democráticamente elegido y que representa la soberanía
popular” no va a encontrar jamás indulgencia. Este desatino merece la repulsa,
y así se hizo constar en acta, de los abnegados, sacrificados, benefactores,
virtuosos, sostenes y defensores diputados que acuden a Teobaldo Power las mañanas
de martes a jueves.
Sí, el lunes
Antonio Castro lloró amargamente. Recordó los rifirrafes habidos con López
Aguilar en su corta estancia canaria. Que le vinieron a la memoria cuando se
enteró de que el europarlamentario se había descartado de la ‘lucha’ por la Secretaría General
del Partido Socialista (el ir de sobrado por la vida suele implicar estos
“trompezones” y cree JFLA que nos hemos olvidado de antiguas tocatas y fugas).
La Fecai (lo pongo en minúscula
a petición del propio Castro) ha cavado su propia tumba. La venganza del palmero
será terrible. Por lo pronto, la
Comisión de Cabildos (que fue creada ex profeso para escuchar
las demandas isleñas) tiene los días contados. Nada ni nadie podrá reponer la
tristeza de este aciago día. La desazón causada en el espíritu juvenil del
Presidente de la Cámara
es un hecho de muy difícil reparación. Ni las palabras de aliento de los
portavoces de los diferentes grupos parlamentarios valieron de consuelo a un
alicaído Cordobez.
Seguro que
confundieron Parlamento con Gobierno, sentenció el médico sin ejercer Román
Rodríguez. Se cabrean con Paulino por enviarnos una ley de armonización, mucho
más disyuntiva que copulativa y nos pegan la patada en el culo a nosotros
(Mayoral dixit) cuando en realidad las posaderas acreedoras de tal caricia se
hallan bien pertrechas en pantalones ajenos. Han desenfocado el destinatario.
No nos merecemos este trato vejatorio. Esta sagrada institución, tan querida y
apreciada, amén de muy conocida, por el pueblo canario, no puede ser tomada
como caja de resonancia del desánimo popular. Un diputado no es el pito del
sereno. Ni los timbales del cura de Villalpando.
Algún
presidente insular rezongó y manifestó no entender el porqué una reunión que
estuvo desconvocada el fin de semana tuvo que celebrarse el lunes por la mañana
para escuchar a los que no iban a acudir. Máxime cuando ni siquiera la tele de
Willy nos demandó el parecer. Quejicas.
Y en este
estado de cosas (que sostienen los periodistas entendidos) nos encontramos. Con
un Antonio abatido hasta el punto de que el propio lunes casi se marcha por la
tarde para Marcos y Cordero. No lo hizo puesto que no estaba seguro si el
consejero Basilio lo podía acompañar y así hablaban un fisco, para distraerse,
de la feria de San Antonio, arriba en Garafía.
El pulso está
echado. Menos mal que el verano está a la vuelta de la esquina y en la época
estival los asuntos, sobre todo los de mayor enjundia, quedan aparcados hasta
ocasión más propicia. Y cuando se retorne al asiento –cada uno ‘trabaja’ como
puede y sabe–, entre la elección de candidatos, elaboración de programas y tal
y cual, mayo a las puertas. Lo que no saben los representantes de los Cabildos
es que el señor Castro Cordobez, a petición personal de Paulino… ¿Lo
entendiste, no?
Mañana es
jueves y la semana va de nuevo tumbando. Lo mismo me sentiré más contento.
Estoy contigo, Antonio, eso no se le hace a nadie. Y menos a ti, que has dado
casi toda tu vida a cambio de nada. Obrando desinteresadamente. Por ello te
retraté con casco. Espero que te resarzan más
que sea con la rapadura de oro. O algo así.
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