20 de junio de 2014

Me llenaron la cachimba

No me da la realísima gana escribir de fútbol ni de república. Facetas que parecen dominar demasiados entendidos. Y que saltan de la una a la otra y de la otra a la una, cual felinos gatos (símil de ágil arquero), en las redes sociales. Cuánta sabiduría. Anonadado hállome. Y casi nunca motu proprio. Casi siempre al cuello de.
Eliminada la roja (qué razón tenían los chilenos al reclamar el encarnado), como no vivimos en una país democrático, y las casualidades de la vida demuestran que Australia tampoco, se ha llegado al acuerdo de dejar dicho encuentro, por su total intranscendencia, para mejor ocasión. Eso sí, se decidirá mediante referéndum. Porque en cuestiones de tal calibre no se puede secuestrar la soberanía popular. Que Villares habemos la tira. Y de los Bosques, ni te cuento.
No nos quieren sino para ir a votar cada cuatro años y eso no es democracia ni cosa que se le parezca. La monarquía es un sistema anacrónico. Tiemblen suecos, noruegos, británicos… Se impone el régimen republicano. Porque estamos seguros, y se ha demostrado científicamente, que desde el segundo siguiente al instante de haber concluido el escrutinio, el paro será un garbanzo negro del pasado. Se habrán eliminado las listas de espera en la sanidad pública. El índice de fracaso escolar habrá descendido hasta el menos diez por ciento. Las universidades superarán con creces los baremos de las más consolidadas en la escena europea, qué digo: mundial. Nos moveremos con vehículos accionados por elementos no contaminantes. Las energías renovables serán asignatura obligada, junto al manual del buen republicano, desde la etapa infantil. Tendremos entera libertad para tildar de mono, analfabeto, trepa, aprovechado, mujeriego, ladrón, corrupto, banquero y hasta político a todo dirigente salido de las urnas, que no del armario. En justa e inequívoca compensación. ¿O ya no?
Iremos a la enésima presentación del muelle portuense y pondremos a caer de un burro a ingenieros, arquitectos, delineantes y… todos los presidentes. Desde el de cualquier asociación o cofradía que se deje ver hasta el de los respectivos gobiernos de todo nivel y condición. Porque, en definitiva, al espíritu rebelde se le importa bien poco el debate en sí. Lo que realmente le preocupa es que haya ruido. Tanto como el que hacíamos cuando las tristes plagas de cigarrones en la década de los cincuenta. Y mucho humo.
Ahora está de moda cuestionarlo todo. La Constitución no vale una higa. Dicho por los que hace ‘tres’ días la prometieron o juraron para aceptar un cargo. Y si no la cuestionas, si pasas olímpicamente de estos debates estériles, no eres demócrata. Como llevo unos días que solo observo el comportamiento de algunos que deberían mirarse antes al espejo en lugar de plasmar sandeces en Facebook (al que llegaron tarde, y menos mal), me tendrán fichado. Y puesto que no disimulo mis apetencias en volver, volver, volver con la AEIOU…
Como el PSOE ha entrado en un proceso aparentemente poco sospechoso (ja, ja, que si uno es impuesto por la casta, el otro por la jerarquía y tal y cual), afloran los nervios hasta el punto de poner en solfa lo mismo que en otros foros se toma como modelo (ejercicio de congruencia total). Temen, entiendo, que determinadas efervescencias se queden solo en flor de un día, como un dondiego de noche cualquiera.
Y los tales demócratas –y a muros, paredes y otras superficies me remito– vienen a ser más sectarios que muchos intransigentes (por no escribir dictadores), que lo son por el mero hecho de mostrar discrepancias con planteamientos vacuos y extemporáneos. Luchen, gánense al electorado, gobiernen instituciones y propongan todos los cambios que crean menester. Es decir, apliquen sus programas, programas, programas. Pero no revoltillen. Que no por levantar un trapo tricolor se es más que quien demuestra cordura y sensatez. Chacho, que me llenaron la cachimba con argumentos asaz pueriles. Tomen ejemplo del alcalde de mi pueblo, quien una vez resuelta la principal problemática municipal (6.000 parados), ha sido capaz de caminar desde El Socorro (con cuidado, hay desprendimientos) por el sendero de la costa y plantarse (o atracar, como prefieras) en la bocana del viejo muelle portuense, estudiar con sumo tacto y detenimiento, corrientes, mareas, flujos y reflujos, rebosos y levantes, y ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo, aupado como el Mencey Bentor por los mangantes de las ondas, que no de las olas originadas cuando Brito empujó a Ledesma (¿o fue al revés?).
Lo de los dos ferrys de hasta 66 metros me tiene medio mareado. ¿Tú te has subido en unos que parecen de juguete y que van de Playa Blanca a Corralejo? El Bocayna Express (Fred Olsen) tiene 66,2 metros de eslora. Y el Volcán de Tindaya (Armas), 78 metros. Con las características del mar de este Norte, el trayecto hasta Garachico (a La Palma con estas cáscaras se me antoja revivir la época de los Santas) sería semejante a ir en la falúa que le da la vueltita a la Virgen del Carmen. Y más de un iluminado quiere traer cruceros con 7000 turistas.
Y concluyo por esta semana adueñándome de una sugerencia que leí ayer por la tarde. Por estos lares sería conveniente, muy necesario, que abdicara algún iguanodonte patológico, cuasi paranoico. ¿Monárquico? Lo mismo, y lo disimula. O lo intenta.

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