No me da la
realísima gana escribir de fútbol ni de república. Facetas que parecen
dominar demasiados entendidos. Y que saltan de la una a la otra y de la otra a
la una, cual felinos gatos (símil de ágil arquero), en las redes sociales.
Cuánta sabiduría. Anonadado hállome. Y casi nunca motu proprio. Casi siempre al
cuello de.
Eliminada la
roja (qué razón tenían los chilenos al reclamar el encarnado), como no vivimos
en una país democrático, y las casualidades de la vida demuestran que Australia
tampoco, se ha llegado al acuerdo de dejar dicho encuentro, por su total
intranscendencia, para mejor ocasión. Eso sí, se decidirá mediante referéndum.
Porque en cuestiones de tal calibre no se puede secuestrar la soberanía
popular. Que Villares habemos la tira. Y de los Bosques, ni te cuento.
No nos
quieren sino para ir a votar cada cuatro años y eso no es democracia ni cosa
que se le parezca. La monarquía es un sistema anacrónico. Tiemblen suecos,
noruegos, británicos… Se impone el régimen republicano. Porque estamos seguros,
y se ha demostrado científicamente, que desde el segundo siguiente al instante
de haber concluido el escrutinio, el paro será un garbanzo negro del pasado. Se
habrán eliminado las listas de espera en la sanidad pública. El índice de
fracaso escolar habrá descendido hasta el menos diez por ciento. Las
universidades superarán con creces los baremos de las más consolidadas en la
escena europea, qué digo: mundial. Nos moveremos con vehículos accionados por
elementos no contaminantes. Las energías renovables serán asignatura obligada,
junto al manual del buen republicano, desde la etapa infantil. Tendremos entera
libertad para tildar de mono, analfabeto, trepa, aprovechado, mujeriego,
ladrón, corrupto, banquero y hasta político a todo dirigente salido de las
urnas, que no del armario. En justa e inequívoca compensación. ¿O ya no?
Iremos a la
enésima presentación del muelle portuense y pondremos a caer de un burro a
ingenieros, arquitectos, delineantes y… todos los presidentes. Desde el de
cualquier asociación o cofradía que se deje ver hasta el de los respectivos
gobiernos de todo nivel y condición. Porque, en definitiva, al espíritu rebelde
se le importa bien poco el debate en sí. Lo que realmente le preocupa es que
haya ruido. Tanto como el que hacíamos cuando las tristes plagas de cigarrones
en la década de los cincuenta. Y mucho humo.
Ahora está de
moda cuestionarlo todo. La
Constitución no vale una higa. Dicho por los que hace ‘tres’
días la prometieron o juraron para aceptar un cargo. Y si no la cuestionas, si
pasas olímpicamente de estos debates estériles, no eres demócrata. Como llevo
unos días que solo observo el comportamiento de algunos que deberían mirarse
antes al espejo en lugar de plasmar sandeces en Facebook (al que llegaron
tarde, y menos mal), me tendrán fichado. Y puesto que no disimulo mis
apetencias en volver, volver, volver con la AEIOU…
Como el PSOE
ha entrado en un proceso aparentemente poco sospechoso (ja, ja, que si uno es
impuesto por la casta, el otro por la jerarquía y tal y cual), afloran los
nervios hasta el punto de poner en solfa lo mismo que en otros foros se toma
como modelo (ejercicio de congruencia total). Temen, entiendo, que determinadas
efervescencias se queden solo en flor de un día, como un dondiego de noche
cualquiera.
Y los tales
demócratas –y a muros, paredes y otras superficies me remito– vienen a ser más
sectarios que muchos intransigentes (por no escribir dictadores), que lo son
por el mero hecho de mostrar discrepancias con planteamientos vacuos y
extemporáneos. Luchen, gánense al electorado, gobiernen instituciones y
propongan todos los cambios que crean menester. Es decir, apliquen sus
programas, programas, programas. Pero no revoltillen. Que no por levantar un
trapo tricolor se es más que quien demuestra cordura y sensatez. Chacho, que me
llenaron la cachimba con argumentos asaz pueriles. Tomen ejemplo del alcalde de
mi pueblo, quien una vez resuelta la principal problemática municipal (6.000
parados), ha sido capaz de caminar desde El Socorro (con cuidado, hay
desprendimientos) por el sendero de la costa y plantarse (o atracar, como
prefieras) en la bocana del viejo muelle portuense, estudiar con sumo tacto y
detenimiento, corrientes, mareas, flujos y reflujos, rebosos y levantes, y ahí
está, ahí está viendo pasar el tiempo, aupado como el Mencey Bentor por los
mangantes de las ondas, que no de las olas originadas cuando Brito empujó a
Ledesma (¿o fue al revés?).
Lo de los dos
ferrys de hasta 66 metros
me tiene medio mareado. ¿Tú te has subido en unos que parecen de juguete y que
van de Playa Blanca a Corralejo? El Bocayna Express (Fred Olsen) tiene 66,2 metros de eslora.
Y el Volcán de Tindaya (Armas), 78 metros. Con las características del mar de
este Norte, el trayecto hasta Garachico (a La Palma con estas cáscaras se me antoja revivir la
época de los Santas) sería semejante a ir en la falúa que le da la vueltita a la Virgen del Carmen. Y más de
un iluminado quiere traer cruceros con 7000 turistas.
Y concluyo
por esta semana adueñándome de una sugerencia que leí ayer por la tarde. Por
estos lares sería conveniente, muy necesario, que abdicara algún iguanodonte
patológico, cuasi paranoico. ¿Monárquico? Lo mismo, y lo disimula. O lo
intenta.
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