Estoy yendo a
La Gomera
desde el lejano 1962. Allá me pierdo, camino y disparo (la cámara fotográfica)
que es un disgusto. He observado cambios. Muchos. Si conservara las
instantáneas que un disco duro se encargó de enviar vaya usted a saber dónde, bastantes
miles formarían el catálogo de rigor. Lo malo, por aquello de las
comparaciones, es que los formatos digitales son del otro día para acá.
Muchos fueron
los años en que fijé mi ‘residencia’ en los mismos apartamentos (San Sebastián,
en la villera Calle del Medio), cuyo responsable, el amigo Manolo, se estará
preguntando si me dio un tontín (vocablo no incluido en el DRAE, pero que en
canario viene a significar mareo, lipotimia o desvanecimiento). Pues no. Lo que
ocurre es que a raíz de una invitación, en plan rico, al Hotel Tecina, decidí
que en los años que me resten en este fugaz paso terreno iré a lugar diferente
cada vez.
Le
correspondió en la presente (debe estar próxima la cuarentena) al rincón que se
publicita como el del mejor clima del mundo: Hermigua. Y me perdí por El Cedro,
por el Raso de la Bruma,
por Las Creces, Por Tajaqué y por El Morro de Agando. Observé, medité y mamé
naturaleza. De todo ello quedó constancia que comparto contigo a través de
estos personajillos. De cuyo enlace habrá concatenación en ese otro invento que
son las denominadas redes sociales. Al menos Facebook y Twitter. Que uno, a
pesar de tener el tiempo del jubilado, hay días que me acuesto con trabajos
pendientes. Y no está el cuerpo ya para semejantes trotes.
Del 15 al 22 próximos
pasados de este mismo mes de julio me alongué por rincones (y balcones, como el
Mirador de Abrante) gomeros. Y ahora mismo, más de un compañero de la promoción
de magisterio, amén de otros amigos y conocidos de aquellos lares, estará
pensando que se ahorró un cortado por permanecer oculto durante esos ocho días.
En Santa
Catalina me encontré con Ramón Fagundo, inspector de secundaria, con quien
intercambié unos párrafos recordando viejas estancias docentes. Y en Chipude
tuve una muy interesante conversa con Sonia, una joven ‘activista de la capital’.
Sin olvidarme de José Luis, a quien conocí por motivo de tesis doctorales, y a
quien saludé en el ayuntamiento de Alajeró. Y con el que sigue el café
pendiente abajo en Santiago.
Bueno, van
las primeras. Son del día 15 (martes). Yo no pongo el lugar, pero es muy fácil
la deducción. No, Pilar, no me he olvidado de ti. Faltaría más. Te remitiré el
enlace (por privado, que se dice) para que puedas acceder a los álbumes
completos y disponer de ellos como mejor creas conveniente. Tengo otras de los
que yo considero fallos. Pero esas las reservo. No obstante, un pequeño vertido
de aguas residuales por la rotura de una tubería en Hermigua, me vino a señalar
que la ubicación de las alcantarillas de la flamante travesía, como casi
siempre y en todos los lugares, no es la que debería coincidir con la
trayectoria del chorrito. Y en el Caserío del Cedro, al menos el día que yo
pasé, mucha suciedad en un pequeño parque allí existente. Lo que constituye una
imagen lamentable en espacio tan emblemático.
Disfruta con
las imágenes. ¿Por mi pueblo? Ahí vamos, dando tumbos. Aunque los de Coalición
Canaria parece que bailan el gorgojito.
En fin, la
actividad está retomada. ¡Ah!, ya abrieron el tramo del anillo que llevaba reclamando.
Gracias, Paulino. Ahora solo resta que no te presentes. Mi dicha sería
completa.
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