Como no
pienso pedirle a Los Reyes el móvil (ni otros artilugios análogos), seguiré con
Facebook una temporada más. A pesar de que ya comienzan los amigos a llamarme
antidiluviano. Y yo creía que era un moderno en esto de los avances
tecnológicos porque otros de mi edad (66) no se atreven ni a escribir la
palabra Internet. Vamos a tal velocidad que un día de estos nos ‘esmochamos’
casi sin darnos cuenta.
Y aquellos
que aún recurrimos a la red social mentada en el párrafo anterior nos
percatamos de los muchos años fabulosos con los que se ha tropezado la gente en
este 2014 que va con la proa pa´l marisco. Lo que me lleva a pensar que somos
unos mentirosos redomados. O falsos, si lo de faltar a la verdad te pareció
fuerte.
Nos hemos
pasado muchos meses quejándonos de lo mal que nos trata la vida, de lo peor que
nos zarandea el gobierno de turno, de las miserias de sueldos o pensiones, de
los ridículos incrementos previstos para este año que ya toca en nuestras
puertas, de las desgracias que acontecen en este mundo convulso, de la
corrupción galopante, de las evasiones fiscales… ¿Del ébola? Ya no quedan sino
negritos enfermos. Si nos ponemos los dos a repasar lo que hemos leído en estos
doce últimos meses, lo mismo tendríamos que hacer esta entrega por capítulos.
Pues no, el
año ha sido fantástico, maravilloso, repleto de flores por ambos costados y con
un mullido colchón de fino algodón blanco en su final. Dime cuántos parabienes
y éxitos no has visto plasmados en los muros. Con un despliegue fotográfico que
ya bien quisieran realizar cotizados fotógrafos venidos a menos y en horas
bajas.
Hombre (o
mujer), no te engaño: yo también le eché una visual al mío. Pero no lo
compartí. Ni se lo dije a nadie. Porque ese cúmulo de esplendores echaría por
tierra bastantes comentarios habidos. Y no digamos nada de las entradas en este
mismo blog (Pepillo y Juanillo), cuyo enlace se publica de manera automática a
través de la aplicación Twitterfeed. Me calificarían, y con razón, de poco
serio.
Humildemente entiendo
que lo único que logramos es desvirtuar aún más la esencia de estas fiestas.
Que ya las hemos rebajado lo suficiente como para persistir en ahondar el fonduco.
Falsear esa realidad que fotografiamos de enero a mediados de diciembre con
frases estereotipadas del bien quedar y con composiciones que dan sonoras
cachetadas a un presente tozudo, a mis escasas luces y mis limitados
conocimientos, va a ser que no, que se dice ahora.
Quiero intuir
que el año fabuloso será el próximo. Si nos fijamos en cómo los respectivos
ejecutivos elaboran sus presupuestos, algún acontecimiento importante va a
suceder porque sube el sueldo mínimo (el incremento es notorio: unos 3 euros),
las pensiones se revalorizan un 0,25% (la inclinación ascendente depende de su
cuantía, claro), los impuestos se congelan, las tasas puede que sean menores
porque hemos depurado los padrones de contribuyentes (siempre queda bonita la
expresión), los carburantes están casi a precio de saldo porque el barril se
oferta barato (y si adquieres un pack te regalan tres o cuatro cubas, y si lo
compras en Repsol te obsequian con unos décimos de lotería), nuestro ministro
Soria invita a encender todas las luces para poder cobrarte algo en la factura,
ya que el precio del kilovatio anda a la par con el bolívar venezolano…
Como llevo
unos años jubilado, ya de bien poco me quejo. Me adapto a las circunstancias.
Pero todavía sé leer un fisco. Y el resumen que tengo en la sesera me señala
que demasiadas fueron las quejas en este 2014. Puede que esa sea la
consecuencia de no haberme subido al carro del año fabuloso con el que Facebook
me brindaba en estas navidades. Yo también me pongo morretudo de vez en cuando.
No obstante,
como es de bien nacidos el ser agradecido, sí comparto las gracias por la
fidelidad del selecto grupo de seguidores de las andanzas de Pepillo y
Juanillo. Ustedes constituyen la razón de ser de mi ánimo a seguir plasmando
por escrito pareceres y vivencias. Los que me invitan a sentarme ante este
teclado y mantener en activo las neuronas. El haberlos hecho partícipes de mis
locuras supone un acicate, un aliciente. Y aunque se muestren exigentes y me lo
pongan difícil, seguiremos intentándolo.
En este
último aspecto, sin duda alguna, 2014 sí ha sido un año fabuloso. Espero que
ustedes no pierdan las mañas. Los que escribimos estamos necesitados de la
complicidad de los que se alongan diariamente a esta ventana. Gracias
infinitas.
Aquí seguiremos leyéndolo mientras usted siga escribiendo. Esto de mirar el blog es como el café matutino, necesario. Un abrazo
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