Tengo 66
años. Transito por mi sexto curso en calidad de jubilado. Ayer por la mañana
estuve en Las Abiertas (los inconvenientes de que mi hijo se haya comprado un
pequeño terreno, con un chozo), donde algún día de la semana me entretengo con
unas plantas que sembré el año pasado (orejas de burro, rosales, flor de mundo,
geranios…). Como ha llovido bastante, la hierba se adueña de cada resquicio con
una velocidad pasmosa. Y allí estoy yo, al acecho, para intentar lograr que los
brotes primaverales no se vean eclipsados por las especies vegetales invasoras.
En fin, que todavía hago algo y me meneo. Qué les voy a contar cuando hay miles
de funcionarios en las mismas condiciones. Algunos se pasan tanto tiempo
dedicados a la agricultura que ni encienden el ordenador. Ellos se lo pierden.
Bobones. Con lo fácil que es coger las papas en el supermercado.
Los medios de
comunicación (lo de la tele autonómica ya es de siquiatra) se han recreado en
el terrible asunto de dos personas que fueron rescatadas de su domicilio por
los bomberos en unas condiciones tan lamentables que fallecieron a las pocas
horas en el hospital.
Permíteme el
inciso, por favor. Ya que nombré el establecimiento sanitario, indicarle al
presidente insular del PP que no debe olvidar todos los años que su partido ha
gobernado en Canarias. Porque sus declaraciones del centro icodense debería
haberlas meditado profundamente. Y, al tiempo, recomendarle la lectura de mi
post anterior. No le digo más. ¡Ah!, para este realejero sí que es una tomadura
de pelo el que mi ayuntamiento levante un bloque (has leído bien, un bloque)
para que la tierra no invada determinada acera y se movilice el gabinete de
prensa para trasladar la buena nueva de la construcción de un muro de
contención. Menos mal que el hipódromo se quedó en promesa incumplida.
De la triste
noticia que veníamos comentando, me llamó poderosamente la atención el que a la
señora (de 68 o 69 años, que ambas versiones leí) se la denominaba como una
anciana. Sin caer en la disquisición de que se puede ser viejo a los veinte y
no tanto a los ochenta (para ópticas, cristales a la patada), creo que en los
tiempos actuales estamos casi todos de acuerdo que el calificativo de anciano
queda mucho más lejos que la línea que se marcaba décadas atrás.
Tanto que el propio
diccionario establece alguna idea al respecto. Veamos:
Anciano (dicho
de una persona): De mucha edad.
Viejo: Se dice de la persona de edad. Comúnmente puede entenderse que es vieja la que cumplió 70 años.
Mayor (dicho de una persona): Entrada en años, de edad avanzada.
Al ritmo que
vamos y con los avances médicos y tecnológicos, me apuesto lo consabido para
intuir que dentro de dos o tres ediciones la RAE incrementará esos 70 años y establecerá un
nuevo límite con el añadido de unas cuantas unidades. Lo que servirá, asimismo,
de baremo para que la jubilación se siga retrasando. Lógico, de otra parte,
porque cada vez se accede más tarde al mercado laboral. O a la emancipación
familiar.
Así que los
periodistas harían bien en calibrar el uso de los vocablos pertinentes. Con las
excepciones que fueren menester, por supuesto. Sigo, pues, tranquilo en mi
mayoría de edad, sabiendo que aún me restan unos cuantos para llegar a viejo.
Lo de anciano, ni te cuento. Si todo se redujera a un mercado numérico, tendríamos
que preguntarnos qué demonios hace un Diputado del Común (debería chochear con
su casi 80 años) recibiendo quejas ciudadanas.
Usado, lo que
se dice usado, va a ser que sí. Tanta actividad acaba por desgastarte, no vamos
a negarlo. Pero es preferible morirte realizado que tener la piel cual culito
de crío, y palmarla también.
Oye, que sigo
con la décima diaria y mañana, que concluye este febrero frío, ya iremos por la
59. Bola que se cantaba, cuando tiempo atrás jugábamos a la lotería (lo de
bingo vino después), como Manuel, el peludo. No, que no lo sé.
Y remataremos
el mes con unas presentaciones (tres) de las fotos gomeras que capturé
(jolines, qué moderno) durante la semana de carnavales perdido allá en Las
Hayas. Así que mañana toca descanso lector, pero podrás relajarte con parajes y
paisajes de unas islas que no se merecen estos políticos, puesto que bla, bla,
bla.
Hasta
entonces. Sean Felices.
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