Están de
moda. Lo malo –o bueno, vaya usted a saber– es que nadie los ve. Salvo los
cuatro periodistas que deben acudir a las tertulias televisivas para justificar
el sueldo. Como yo tampoco me molesté en perder mi precioso y escaso tiempo en
nimiedades tales (que se lo pregunten a Celia), me hallo en las debidas
condiciones físicas y mentales para emitir mi parecer al respecto. Comencemos:
El debate es
la palabra más escuchada en estos dos últimos días. ¿Qué debate? ¿Lo hubo? Y si
te has asomado a este prolijo campo de las redes sociales, te habrás percatado
de la cantidad, casi infinita, de opinadores (u opinantes) que se lanzan a la
escritura de frases más o menos rimbombantes. Y que se suelen circunscribir a
las intervenciones de los mandamases de los partidos mayoritarios. La atención
prestada a los restantes se visualiza en un hemiciclo vacío. Son los momentos
en que a todos les entra meadilla. Y cuando Posada también se ausenta para
dejar a la señora Villalobos entretenida con su tableta.
Un altísimo porcentaje
de los que alegan crear opinión pública está cegado, cuando no dirigido, por
líneas editoriales perfectamente definidas. Lo que conlleva, de manera
indefectible, a un voto (muy dados somos a ellos) tan inclinado que harto
complicado se nos hace el confiar en los resultados que nos brindan. ¿Quién
ganó? Depende del indagado. ¿Encuestas? Guárdenme un cachorro.
Resumen: más
tiempo perdido. ¿Para qué salirse del guion establecido en toda la legislatura
si con una tele de plasma, unas decenas de folios y un hierático presidente
(que lee bastante bien) sería más que suficiente? ¿Y los aplausos? También
grabados, por supuesto. Luego, cada formación que haga el análisis pertinente.
El patético
que le espetó Rajoy a Sánchez me descolocó algo, casi me deja en fuera de
juego. Porque mi amigo el diccionario me señala: “Que es capaz de mover y
agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes”. ¿No será que Mariano
pretendía expresar un matiz diferente? Su condición de gallego le puede hasta
estos extremos.
Otra discusión
(altercado, disputa, lid, porfía, querella, agarrada, cuestión…) la encontramos
por parajes más cercanos a cuenta de la renovación del Consejo Rector de la
RTVC. Vaya espectáculo. La renuncia de Paco
Moreno (tras la calificación de apto en la evaluación de hace unos días) añade
un nuevo despropósito al ya grave problema del ente (con minúscula, que no se merecen más). Mientras estos hechos,
que causan sonrojo, tienen lugar, Paulino y Willy siguen carcajeándose en Ravelo
cuando juegan al dominó con los paisanos, bien pertrechados con unas buenas
mantas y un mejor vino.
Cuando estos
personajillos aluden a la imparcialidad se están cubriendo… de gloria. Ños,
casi pongo otra cosa. Cuando son los propios grupos parlamentarios (por cierto,
esperen a mayo para ver cómo queda el panorama) los que proponen a los
candidatos, la objetividad, neutralidad, integridad, honradez (sigue, sigue, no
te cortes) quedan por los sótanos del edificio de Teobaldo Power. Sigan
desperdiciando oportunidades. Sigan tomándole el pelo a los ciudadanos. Sigan
enchufando allegados.
A la par,
Soria se regocija con sus jugadas maestras. Es un experto en tensar cuerdas
(sogas, en canario). Porque la propuesta de Juan Santana es una muestra de que
un próximo pacto está al caer. Máxime cuando su candidato favorito (Fernando
Clavijo) ya soltó la perla de que no tiene preferencias acerca de tal
particular. Coalición Canaria (salvo que Román con su aspiradora no eche por
tierra tales procederes) sigue en sus trece de que siempre gobernará. Se le
importa un bledo cual sea el apoyo, el estacón. Y así nos va. Y así le va, de
otra parte. Pues si CC tuviera que abandonar poltronas, la desintegración sería
instantánea. Y en ese caso, el médico de La Aldea se vería imposibilitado para recoger tanto…
náufrago. Ños (otra vez), casi pongo otra cosa.
Al final, y
ya estipulado desde los inicios, todo se reduce a fuegos de artificio, pura
pantomima. Y ya verán ustedes que después de las elecciones de mayo, el
panorama que va a retratar el escrutinio estará tan disgregado que la mayoría
de promesas volverán a ser incumplidas. La primera, la tan cacareada austeridad
en los generosos repartos de cargos en las instituciones. Los pactos reclamarán
más puestos liberados, más asesores, más… Y después, como siempre, las migajas.
Por mucho que intenten edulcorarlo con refriegas y combates dialécticos. Si quieres,
en junio hablamos otra vez del tema. Tú pondrás mil ejemplos y yo otros tantos.
¡Ah!, y la
universidad lagunera empeñada en dar por bueno el runrún de que no salen buenos
profesionales de La
Pirámide. ¿Tú has escuchado que haya dicho mu? Yo menos. No
se preocupen, yo soy otro de los desperdiciados.
Finiquito el
presente con una vuelta a lo que argumenté días atrás acerca del sentido de la
propiedad que acaparan los políticos cuando ejercen un puesto de
(ir)responsabilidad. No solo ya te mandan sus operarios, sus vehículos, sus
herramientas, sino que van aún más allá. En mi pueblo se usan mucho las
peticiones a través de Facebook y Twitter, cuando no los Whatsapp o las
aplicaciones en la web municipal (impreso a rellenar más foto del desperfecto).
Pues bien, una vecina demanda el arreglo de un acceso (escalera) con demasiadas
humedades y su alcalde (mi alcalde, nuestro alcalde) responde (literal): “Estoy
redactando un proyecto para actuar en la zona”. Ya me lo decía mi padre: El que
nace barrigón…
Hasta mañana.
¡Ah!, dejo para el fin de semana unas presentaciones fotográficas restantes de La Gomera. Para no mezclarlas con
la política, que bastante revueltos estamos ya. Y allá, más todavía. Salud.
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