jueves, 5 de febrero de 2015

Juanito, el de Las Manchas (2)


–Que no fue nada, má, un fisquito raspón –dijo Juanito, intentando suavizar la situación.
–Te voy a coger y te esporruño los bezos, que estás en el aire con el dichoso conejo…
¡El conejo! ¿Dónde estaba? Juanito salió disparado para el mollero, dejando a su madre con la palabra en la boca. La buena mujer se fue a lavar la cara de la niña, porque, efectivamente, el roce apenas se notaba en su respingona naricilla.
Al rato hace acto de presencia Juanito con Blanquito en su manos. El pobre animalillo había corrido peor suerte. Debió trincarse una pata delantera con alguna piedra y emitía unos tremendos chillidos cada vez que el niño intentaba explicar a su madre cómo lo había encontrado. La pobre mujer no sabía qué hacer. Hasta que le pareció lo más conveniente envolverle la pata con un cacho de trapo y lo puso en una caja. El padre se hallaba echando una mano a su amigo Manuel. Esperaba que Juan, cuando regresara por la tarde, encontraría una solución mejor para el infortunado conejillo.
Cuando Juan llegó a casa contempló un panorama desconsolador. La madre, sentada en un banco y con Sofía en sus brazos; y los otros tres, Juanito, Miguelito y María, alrededor de la caja en la que el animalito seguía con sus quejidos lastimeros. Una vez enterado de lo que había ocurrido, agarró a Blanquito, le observó la pata accidentada, frunció el entrecejo, lo volvió a depositar en el recipiente y salió sin decir absolutamente nada.
–¿Qué pasa, má? –acertó a decir Juanito. Pero no obtuvo respuesta.
María se levantó, dejó la niña con sus hermanos y salió en busca del marido. Juan estaba pelando unas cañas al lado de la conejera.
–¿Se curará, Juan?
–Jodido lo veo, el pobre tiene la pata muy mal. Voy a sujetarla con estas cañas y unas badanas, pero…
No concluyó la frase ni la mujer quiso indagar más. Cuando hubo acabado con los preparativos le indicó a María que se llevara a los chicos de allí.
–Vamos a ver a tía.
–Yo no quiero ir –protestó Juanito–. Yo me quedo con Blanquito.
–Vamos, que tu padre lo va a curar.
–Yo me quedo.
–Tú te vas con tu madre.
Todos miraron hacia la puerta. El padre, con el sombrero calado casi hasta los ojos, traía el material que había preparado en la mano. Juanito fue el primero en levantarse. Tenía muy claro qué órdenes no podían discutirse. Al rato, los cinco caminaban despacio por el sendero rumbo a la casa de la tía Antonia.
Regresaron pasadas las ocho de  la tarde. El sol se ocultaba ya detrás de La Gomera. El padre se estaba lavando las patas en la tanquilla. Juanito le preguntó:
–¿Y Blanquito, pá?
–En la conejera está, con su madre.
–¿Se pondrá bien, pá?
–No lo sé, pero no te hagas muchas ilusiones.
El padre era seco como los parajes del Sur. Tremendamente seco. También con su familia. Y por la noche la madre se lo reprochaba en voz baja. Pero él insistía en que no podía engañar al crío, porque el animal estaba bastante mal y si escapaba era un milagro. Juanito, mientras tanto, no dormía y escuchaba toda la conversación e intentaba tragar saliva, pero su boca estaba seca. Tan seca como el carácter de su progenitor. Que pretendía hacerlos hombres y mujeres de provecho, preparados para la vida. Pues Juan no entendía de progreso y creía que el futuro podría ser igual de negro que el presente. Por eso quería en casa gente curtida, que supiera afrontar adversidades.
Aunque un atisbo de esperanza y un resquicio de aires nuevos pasaban de vez en cuando por su mente. Y vistas las circunstancias no fue capaz de contar a la mujer que había jugado dos duros con Manuel en la quiniela. Y que este, una vez depositado el boleto en Tamaimo, quiso dejar el resguardo a Juan para que lo guardara, a lo que Juan se negó. Primero, porque confiaba ciegamente en su amigo, en el que veía un modelo de instrucción y seriedad; y segundo, porque aparte de él no tener un sitio seguro en casa, sentía pánico ante la posible reacción de María. Juan era consciente de que tendría que suprimir unos buenos vasos de vino, único consuelo y diversión de su dura existencia…
(Concluiremos mañana)

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