jueves, 28 de mayo de 2015

Engaño

No creas que es una novedad el que se proteste airadamente en todos los foros por la injusticia que supone la actual ley electoral canaria. Ni mucho menos. Basta repasar los periódicos publicados en los días siguientes a cada cita electoral habida desde los tiempos en que éramos mucho más jóvenes, para percatarnos de que los lamentos siempre son a posteriori. Acuérdate en mayo y junio de 2019 cuando vuelvas a leer y escuchar que no hay derecho a que en La Gomera o en El Hierro se consiga un diputado autonómico con un puñado de votos, mientras los topes regionales e insulares siguen causando terribles estragos en formaciones que observan cómo se arrojan a la basura decenas de miles de papeletas sin que hayan conseguido premio alguno. Ni el reintegro.
Todas estas manifestaciones me hacen retroceder a los tiempos en que llegaron a la isla aquellos primeros camiones dotados con frenos neumáticos, o de aire. Que circulaban por las estrechas carreteras del entonces, bordeadas por unos imponentes plátanos de Líbano y eucaliptos. Sin barreras de protección (los mentados árboles) y que causaron más de un susto. Menos mal que las plataneras servían de ‘aparcamiento’ para el que sufriera un percance.
Me viene a la memoria que pasada la curva de la venta de Doña Pino, y en una corta recta que concluía en la otra venta, la de Siño Manuel (donde se adquiría el petróleo para los quinqués), con la casa de Ramón, el caminero, en lo alto de una pequeña loma, uno de esos vehículos pesados (ahora serían unos enanos al lado de las moles que transitan por las autopistas) tuvo la desgracia de matar a un pobre chucho que cruzó en el momento menos oportuno. Cuando el conductor accionó el pedal, el camión emitió el resoplido característico de este tipo de frenos. Y un viejillo que cogía el sol tranquilamente en una piedra bien acomodada para depositar sus posaderas, exclamó: ¡Primero lo matas y después lo jusias! Para los más jóvenes aclaro que el verbo jusiar (con jota profunda) significa ahuyentar o espantar.
Te lo creas o no, ayer mientras estaba sentado en el baño para llevar a cabo el primer ejercicio diario (evacuar el vientre, qué fino) en ello pensaba. Y surgió esta décima:
Después de matar al perro,
aquel camión resopló,
y un viejito sentenció:
¿Ahora, que huele a entierro?
Para enmendar cualquier yerro
aguardamos al final,
pues lo pasamos genial
mareando la perdiz,
valga de ejemplo el desliz
de la ley electoral.
La fotografía podría representar la carretera aludida (muchos años antes) y la he obtenido del archivo de la Fedac (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria). Pensaba insertar otra de la zona que debo tener escaneada por ahí, pero no la encontré.
Como la cita reciente no dio lugar a demasiadas mayorías absolutas sino que la dispersión ha sido nota casi dominante, estaremos de reunión en reunión, de charla en charla, de discusión en discusión hasta dos segundos antes de la constitución de ayuntamientos, cabildos y parlamento. Y los que se queden fuera del reparto, llorarán con desconsuelo porque a nadie amarga un dulce.
Los ejercicios de cinismo se repetirán. Insisto, porque nuevo bajo el sol. Ahí tienen a Paulino Rivero, cuyo incierto futuro lo tiene en un malvivir constante, que aboga por la reforma y se sube al carro de las voces discordantes. En los últimos ocho años ha estado preocupado por otros asuntos de mayor calado que nimiedades tales.
En fin, amigos, ya es jueves. Los jubilados hemos cobrado un mes más. A la vuelta de la esquina, el Día de Canarias. Sacaremos el zurrón y amasaremos gofio (de mezcla) porque la romería realejera ya huele en el ambiente. Tengo tres trajes típicos que no me pongo desde hace la tira. Me temo que alguno ya no me sirva. Una guitarra y un laúd duermen el sueño de los justos en lo alto de un armario. Y el próximo día 2 tengo que volver a Hacienda. Esto de poseer tantos capitales me está provocando más de un quebradero de cabeza. Si hubiera seguido en la cosa política, ya habría arbitrado cualquier procedimiento alternativo.
Hasta mañana viernes.

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