miércoles, 5 de agosto de 2015

Décimas hospitalarias

Se produce el ingreso, tras las pruebas de rigor, y comienza la etapa más complicada, la de más temor. Pero la epidural hace milagros: no te enteras un carajo. Y esto es lo que ocurrió:

El veinte de abril corría
y del año dos mil doce,
cuando a quien usted conoce
al quirófano acudía.
En Hospiten recibía
al personal preparado,
y casi recién ingresado
lo llevan al “paritorio”
con alegría y jolgorio
por dos mozos transportado.

Ya rasurado bajó
y dispuesto al sacrificio,
aunque previo al estropicio
la epidural recibió.
Luego todo se nubló
y vino el sueño profundo;
fue levitado a otro mundo,
del cual retornó al momento
en que acababa el invento
con un éxito rotundo.

Buena bola le sacaron,
según indicó el doctor
a quien fue del afer actor,
por el corte que sajaron.
Allá abajo lo dejaron
hasta el volver absoluto,
pues es el ansiado fruto
o culmen de este proceso,
que no será pan con queso,
pero destupe el “conduto”.

Ya sube a la habitación
que le habían asignado,
con ingente cableado
y con agua a mogollón.
Un enorme botellón
solo un suspiro duraba,
pues el líquido regaba
el circuito urinario:
doscientos litros a diario
la porquería limpiaba.

Sondas, vías y mangueras,
con el resto del menaje,
procuran que siempre encaje
sin alargar las esperas.
Aunque de todas maneras,
aun pareciendo extraño,
nada de ello causa daño,
pues el conjunto o tinglado
es un todo preparado
que desobstruye tu caño.

En esta que yo te cuento
se suceden las molestias,
y sin duda son más bestias
los espasmos: no te miento.
Se te corta hasta el aliento
cuando ese instante se alcanza
y en los bajos de la panza
se te clava fuerte espina,
y el cuerpo no te atina
a cobrarse la venganza.

Procura que tu temor,
si te vieras en el trance,
al coco que no te alcance
ni te produzca pavor.
Hazme caso, por favor,
y que tu mente procure,
mientras el trauma perdure,
relajarse en cualquier plan,
pues como dice el refrán
no hay mal que cien años dure.

A cuerpo de rey me tratan,
cual un viaje del Imserso,
que quiero contarte en verso,
al igual que se relatan
las viejas gestas que datan
de tiempos inmemoriales.
Hay remedios pa´los males
y auxilios pa´los dolores;
porque obras son amores:
loor a los hospitales.

Una mención especial
al personal que te atiende,
porque al enfermo comprende
para aliviar todo mal.
Es de gran profesional
aunque pinchen y aprieten,
y digo a los que se meten
a cuestionar su labor,
que merecen nuestro honor
por todo cuanto acometen.

A Pablo Sánchez Clavero,
amistad y gratitud,
por prestar con prontitud
auxilio a este pasajero.
No se paga con dinero
el cariño y el afecto,
y aunque él me “joda” el recto
se nos muestra campechano:
queda tendida la mano
por este trato directo.

Vaya también el aprecio
para el resto de la tropa,
alzo por ella mi copa
por esa misión sin precio.
Y omitan a todo necio,
–aquel que de todo sabe–,
pues vuestro trabajo es clave
en esta gran aventura,
cuyo objetivo es la cura
y mayor gloria no cabe.

Entra uno acongojado,
pero sale satisfecho
por ese quehacer bien hecho
felizmente ejecutado.
Ahora todo ha culminado
y nos vamos bien contentos.
Mas hemos de ser atentos,
y al llegar la despedida:
 ¡a preservar nuestra vida
y a perdonar estos cuentos!

Si de algo les valió, satisfecho quedo. ¡Ah!, y beban agua, pero con cierta moderación, que algunos machacan los riñones con estanques más grandes que la balsa de la Cruz Santa.
Hasta mañana. ¿Recuerdan cuando Aznar nos deleitó con “estamos en ello”? Hace muchos años, lo sé. Pero sus discípulos realejeros han rescatado la frase para aplicarla a cuanta moción o propuesta haga la oposición. Se bastan, son autosuficientes, van de sobrados.

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