martes, 4 de agosto de 2015

Décimas prostáticas

Como lo prometido es deuda, y varios de los que yo llamé para invitarlos a que lo solicitaran (y aunque fuera mentira, cómo te vas a enterar si yo no te lo cuento), lo hicieron  por diferentes canales, vamos a reproducir estas diez décimas. Fueron elaboradas, junto a las denominadas hospitalarias (y que insertaré mañana), en la semana de convalecencia en Hospiten Rambla (no hay que permanecer ocioso ni acostado). Con ellas solo pretendo una llamada a la sensatez y a la cordura. Porque en torno a determinadas enfermedades se congregan demasiados tabús. Si las afrontamos con moderado optimismo, mucho habremos ganado. Encerrarte en la burbuja, malo, malo.

Hay momentos en la vida
que aumenta lo que no debe
–lo que quieres no se atreve–
perdiendo tú la partida.
La próstata consabida
se apunta al cuarto creciente,
ya seas Juan o Vicente
no se digna en avisarte;
hago, por tanto, un aparte,
porque ocurre de repente.

Hoy te quisiera narrar
que un día me sucedió
un percance que privó
a la vejiga evacuar.
Me tuve que fastidiar
una larga temporada,
en que no salía nada
por donde tú te supones;
así que te doy razones
si te ves en la estacada.

Es intervalo complejo
cuando a urgencias te encaminas,
porque en tal punto no atinas
ni a aceptar un buen consejo.
No hay chistera ni conejo
que te libre del suplicio,
y crees perder el juicio
a punto de reventar…
¡no lo quiero ni pensar,
madre mía, qué suplicio!

Vas luego al especialista,
quien te pinta el panorama
sin andarse por la rama,
pero en ambiente optimista.
Te voy a dar una pista,
endosa sin pestañear:
–Si no se puede mear,
cortamos y destupimos,
a la par que reducimos
la causa del malestar.

A los hombres les traslado
que si pasan cierta edad,
y tienen dificultad
en la cosa del meado,
no miren para otro lado
y acudan presto al galeno.
Que el doctor le ponga el freno
a quien causa anomalía,
no sea que llegue el día
en que el “tranque” sea pleno.

De valer con mi experiencia,
te pongo en antecedentes,
pues no se crean las gentes
–siempre existe esa creencia–
que se quedó atrás la ciencia.
Hay solución para el mal,
y aunque lo pases fatal
con la sonda ahí colgando,
al menos vas orinando:
sí, ya sé que no es igual.

A grandes males, remedios,
y transitorio el proceso,
más tarde vendrá el ingreso
con lo que acaban los tedios.
Se ponen en marcha medios
para el tubo liberar,
y es menester desbrozar
el tejido que ha invadido
un terreno prohibido
que impide bien circular.

Trabajo de un fontanero,
definen los ilustrados,
con caños por todos lados
y un bidón de aquí te espero.
Si debo serte sincero,
aunque se pase jodido,
una bendición ha sido
volver a sentirte sano,
y con aquello en la mano
de ustedes ya me despido.

Ser expresivo pretendo,
o didáctico, mejor,
pues hay que poner color,
al menos así lo entiendo,
que si una pizca de humor
te sazona tu pesar,
no te pondrás a cantar
pero liberas el coco,
lo otro es volverte loco
o para echarte a llorar.

Que no hay en el mundo gozo
como el vaciado eficaz,
pues cuando en el acto estás
y el cuerpo notas dichoso,
no hay instante más hermoso
que sentirte descargado.
No tentemos, pues, al hado,
y cumple las revisiones,
que te eviten ocasiones
tal cual te las he contado.

Bueno, mis estimados, mañana el resto. Hasta entonces.

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